Puercas: un pueblo rodeado por el fuego en la Sierra de la Culebra
Se salvó de los grandes incendios de 2022 y volvió a librarse en 2025, aunque los vecinos reconocen que pasaron «mucho miedo».
Basta con perfilar en un mapa el recorrido del fuego que dibuja el alcalde de Puercas (Zamora), Fernando Álvarez, para entender lo arbitrarias que pueden llegar a ser las llamas, que, impías, y al albur del viento, convierten en trágica su visita a un pueblo, mientras amnistían a otro. Éste de la Sierra de la Culebra se libró en el gran incendio de 2022 y volvió a esquivar la fatalidad en agosto de 2025.
«Empezó el 11 de agosto sobre las 18:15, llegó por el límite de Domez (al suroeste de Puercas), se extendió hacia Losacio (al sureste), Ferreruela (noreste) y hasta Abejera (norte), que fue donde entró en el pueblo», relata Álvarez. Un círculo casi completo de llamas que, como apuntó el presidente de la Diputación de Zamora, Javier Faúndez, en una conversación privada que ahora comparte el alcalde: eran de un tamaño que él nunca había visto.
«Si la UME llega el primer día, lo hubieran apagado»
Pablo Ampudia, un vecino, se encontraba en la iglesia cuando un hombre llegó y dijo que el fuego estaba a 300 metros. Lo primero que hicieron, recuerda, fue tocar las campanas. Después, se acercó hasta las llamas, «pero no se podía hacer nada», reconoce, «pasé la noche en vela». Él, como otros muchos pobladores de Puercas, decidió quedarse cuando les invitaron a ser evacuados.
«Claro, la gente decía que no se iba, que, por lo menos, había que intentar ayudar. Con ramas, agua y palas que les dejaron los bomberos estuvieron toda la noche tratando de evitar que llegara al pueblo», rememora Álvarez.
Una de esas personas que se jugó la vida internándose en el monte ardiente durante la noche fue el marido de Manolita. Ella, en conversación con El Norte de Castilla, admite que (como no podía ser de otra manera) lo pasó mal: «Eso daba mucho miedo, fueron dos días muy angustiosos».
Aunque, en opinión del alcalde, se podía haber quedado en uno, ya que afirma con rotundidad que, «si la UME hubiera llegado el día 11, se hubiera apagado, porque este fuego fue lento». Pero no fue así. El primer día, explica, había bomberos de Portugal y camionetas pequeñas de la Junta de Castilla y León de las que tienen 500 litros de agua, que algo hacen, pero...».
A pesar de todo, agrega, consiguieron apagarlo, sin embargo, al día siguiente se reavivó (algo casi habitual en los incendios del pasado verano en Castilla y León). Al final, «la UME llegó el día 12 sobre las 6 de la mañana y se metieron, y arriesgaron. Hicieron un trabajo muy importante», admite Álvarez antes de reiterar su queja porque no pudieran venir antes: «Preguntabas y te decían que estaban en Molezuelas (donde el fuego comenzó un día antes), en Las Médulas, que sí, que son muy importantes, pero al final se quemó aquello y se quemó esto», lamenta.
Con los militares siguieron trabajando los chavales del pueblo, como subraya Juanjo (otro vecino): «Iban por el monte detrás de los bulldozer y así consiguieron apagarlo. Jugándose la vida. Y con suerte porque el viento se fue hacia al norte que, si no, seguramente no se hubieran podido meter ahí».
El pasado y el futuro
Si miran hacia atrás, es inevitable pensar en los grandes incendios de la Sierra de la Culebra de 2022. Se calcula que entonces arrasaron más de 60.000 hectáreas (en esta ocasión fueron 6.500). En Puercas, empero, pasaron más miedo en 2025. «Es que el fuego estaba mucho más cerca», interviene Pablo. «Estaba todo lleno de humo», apostilla Juanjo. «Y toda la UME aquí, los bomberos, los helicópteros. Pasamos mucho miedo», confirma Manolita. «Aquel incendio a nosotros nos afectó más de lejos, pero esta vez el pueblo estuvo en mucho peligro», asevera el alcalde.
¿Y cómo evitar que vuelva a suceder? «Lo suyo es que hubiera ganado –dice Álvarez– y que estuviera limpio, porque en las zonas aradas el fuego no avanza». Para tratar de evitar que a la tercera vaya la vencida, han aprobado exigir a los propietarios de los terrenos que limpien en un radio de 300 metros alrededor del pueblo.
Todos y todas coinciden en el diagnóstico: «No hay ganado, porque los mayores se jubilan y los jóvenes se marchan». Muy realista es Manolita: «Yo creo que habría que hacer un cortafuegos alrededor del pueblo. Si no, cuando el monte vuelva a crecer, volverá a pasar lo mismo».