Zamora
Cubo de Benavente: el primer pueblo en el que el fuego llegó hasta las casasEl incendió que nació en Molezuelas llegó a Cubo de Benavente y quemó varias naves y viviendas, y dos meses después sus huellas son perfectamente perceptibles, en la tierra y en el recuerdo de sus vecinos
Los restos del gran incendio son perfectamente perceptibles tanto en derredor como en el mismo centro de Cubo de Benavente (Zamora). Indelebles en el terreno y en la mente de su alcalde, Emiliano Bresme, que espera en la puerta de su casa y, tras un afable saludo, señala la de delante: «Las llamas la rodearon, de la mía se quedaron más lejos». En su hogar, límpido, aunque a apenas 20 metros del de sus vecinos, no hay muro exterior: «Estamos poniendo uno más grande y resistente». El miedo a reeditar el horror, como los vestigios del recién vivido, también es patente.
La versión oficial dicta que el fuego comenzó el 10 de agosto en Molezuelas de la Carballeda. El viento, salvador allí, fue verdugo en Cubo, que se convirtió en el primer municipio en el que las llamas llegaron a las casas. Finalmente, solo en la provincia de Zamora (también afectó a la de León) quemó 10.000 hectáreas y provocó la evacuación de 12 localidades.
«Toda España ha visto como ardía mi nave y no han venido ni a desescombrar»
El incendio, según las estimaciones el más devastador de España desde que hay registros, penetró por el cementerio y pronto se encontró con la nave alquilada por una empresa ferretera. Con ella a la espalda, el edil señala la siniestra vía de entrada elegida por la quema, que provocó la ignición, durante cinco días, de dicho almacén.
Fue una eternidad para Reyes Trigo, su propietaria, que también regenta la tienda del pueblo junto a su familia. Precisamente allí, en el pequeño supermercado que surte a sus vecinos, rememora el miedo y los nervios que pasó. Y ya no solo por la nave, puntualiza, «es que mi casa está enfrente y se libró por muy poco».
Está indignada con el trato dispensado desde la Junta de Castilla y León: «Dijeron que iban a ayudar a todo el mundo, pero solo se están preocupando por las viviendas, que, en muchos casos, son terceras o cuartas residencias. Han repartido 253.000 euros poniendo la foto de mi nave y a mí no me han dado ni un duro. Toda España ha visto como ardía y no han venido ni a desescombrar».
Es que ni siquiera han derribado la nave, continúa, «el pasado viernes (hoy es martes) llamé al arquitecto de la Junta y me dijo que lo importante eran las viviendas, que no sabía nada de naves». Recuerda que a finales de agosto estuvo por allí la directora general de Vivienda y le dijo que iban a tirarla, «pero después vinieron y dijeron que la orden de la Junta era no tocar».
No se siente abandonada, «sino lo siguiente», afirma, y, como casi todos los vecinos, reprueba la ayuda de 500 euros dada por la Administración autonómica a todas las personas que tuvieron que ser evacuadas. «Son millones tirados a la basura», zanja.
«La España vaciada está llena de oportunidades»
El alcalde, insuperable copiloto, dirige el recorrido por las huellas del incendio. Las físicas y las psíquicas. Para exteriorizar estas segundas, no hay mejor sitio que el bar (inusualmente grande y estiloso). Son las 17:30 horas de un martes insulso de octubre. El dueño y camarero departe amigablemente con un par de clientes que, cual sobremesa, han alargado la despedida tras finalizar la partida.
Como sucedía en Molezuelas, el tiempo ha transformado la conversación, que ha pasado de lo concreto (el incendio) a lo genérico (la despoblación). «La decadencia del mundo rural es salvaje y palpable», enfatiza un parroquiano que, consciente de lo pesimista (y realista) de su afirmación, alarga el titular: «Aunque también te digo que hablan de la España vaciada, pero está llena de oportunidades».
Bodegas de Cubo de Benavente.
El fantasmagórico paisaje en el que el fuego ha convertido la zona de las bodegas de Cubo de Benavente. Óscar F. Civieta.
Los restos del gran incendio en Cubo de Benavente.
Cubo de Benavente fue el primer pueblo en el que el fuego llegó hasta las casas. Óscar F. Civieta1 /
La siguiente parada son las bodegas de Cubo de Benavente. Peculiares por sí mismas, el paso de las llamas las ha convertido en un paisaje fantasmagórico, propio de cualquier entrega de la saga de Star Wars. Pero nada de esto es ficción. Con lástima, el alcalde mira por la ventanilla del coche y, sin decirlo, hace una comparativa mental entre lo que mira ahora y lo que siempre vio.
De vuelta se cruza con un vecino en bicicleta, que hace parar el coche y le comenta una preocupación. «Espérame ahí, que ahora vengo», le dice Emiliano. Antes de marcharse, proporciona un último contacto: «Por ahí detrás esta otra nave que ardió. Llama a Nino, que es su dueño, y seguro que habla contigo». Las facilidades que dan alcaldes y vecinos en esta ruta por los vestigios del fuego son incalculables.
«Somos tan pocos que no les suponemos un quebranto electoral»
Benigno Paramio (Nino) está en el bar y, como vaticinó el alcalde, atiende diligente la llamada: «Aquí te espero». A él se le quemó una nave en la que tenía aperos. «Se fue todo al garete», comenta con naturalidad, «y es algo irrecuperable». Le dolió, asevera, «no por el valor que pudiera tener, sino porque ardió parte del patrimonio. Por ejemplo, una máquina de trillar que había pensado donar al algún museo», comenta.
Lo que más le fastidia a Nino (como le conoce todo el mundo) es que «ahora volverán las Elecciones, otra vez hablarán de la España vaciada, como hicieron en las anteriores. ¿Y qué han hecho? Nada», se responde tajante. Afirma que desde las Administraciones tienen que mirar de verdad por la gente del medio rural: «Nos crujen a impuestos, y luego nos quitan los médicos. A ver cómo se desplaza mi padre, que tiene 90 años, pues cada vez que va a consulta, me pido el día libre».
Con cierto desasosiego, analiza: «Lo que pasa es que, en Zamora, la gente del medio rural no contamos a la hora de votar. Somos tan pocos que no les suponemos un quebranto electoral. Hablan para quedar bien, para tranquilizar conciencias, pero no porque de verdad quieran hacer algo».
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