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Santiago Ibáñez y Rafael Rodríguez han superado su adicción al juego y al alcohol. GABRIEL VILLAMIL
La voz de dos veteranos contra el juego y las apuestas 'on-line'

La voz de dos veteranos contra el juego y las apuestas 'on-line'

Estuvieron enganchados y salieron de las redes de la ludopatía. Hoy, en pleno auge del juego 'on-line', alertan de sus riesgos

Víctor Vela

VALLADOLID

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Domingo, 7 de octubre 2018, 10:01

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Hasta hace unas horas, tan solo unas horas, eran 199 familias las que luchaban unidas contra la ludopatía. 199 familias, porque un problema así no afecta solo a una persona, sino que incide en el hogar. Eran 199 con terapia en vigor. Pero esta misma semana (cuando el Ayuntamiento ha aprobado una moción genérica para limitar la apertura de casas de apuestas) ha llegado un caso más, un joven de 25 años que ha pedido ayuda para salir del juego, para abandonar esa espiral de apuestas, adicción 'on-line' y dinero perdido. Ya son doscientas. Y la cifra no deja de crecer.

La asociación de jugadores rehabilitados de Valladolid (Ajupareva) comenzó a prestar ayuda en 2016 a 91 nuevos casos;de ellos, 19 directamente vinculados con el juego a través de Internet. En 2017, llegaron 121. En lo que va de año, 69 más. En total, a lo largo de su historia, Ajupareva ha atendido a 2.623 familias. La asociación está integrada en Cetras, el Centro Específico de Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales que, con sede en la avenida del Valle Esgueva, celebra este fin de semana las bodas de plata de su creación, bajo la batuta del psiquiatra Blas Bombín, con unas jornadas en la Feria de Valladolid.

Con germen en Cruz Roja, la entidad comenzó a tratar primero las adicciones al juego y el alcohol (esta última, a través de la asociación ATRA). Después, amplió su actividad a los trastornos alimentarios, el tabaco, las nuevas tecnologías. Son las apuestas cibernéticas las que más les preocupan ahora.

«En estos últimos años ha habido un repunte, tanto en la adicción al juego, principalmente 'on-line', como en la disminución de la edad de las personas que acuden a nuestra asociación pidiendo ayuda», explica Ángel Aranzana, presidente de Ajupareva. «Cuando empezamos, el perfil del jugador que pedía ayuda era el de un hombre, padre de familia, trabajador, con una media de 50 años. Ahora cada vez llega gente más joven». El 27,5% de las personas que acuden a terapia tienen entre 20 y 30 años. Hay casos de chavales enganchados con 18 y 19. Todos los lunes, celebran una sesión con jóvenes que estuvieron a punto de perderlo todo en las casas de apuestas, en el juego en línea (que ya está implicado en uno cada cinco casos de ludopatía atendidos en Valladolid). Y cada vez más.

Hay datos que lo refrendan. El último informe de la Dirección General de Ordenación del Juego (que depende del Ministerio de Hacienda), con cifras de junio,dice que los 52 operadores que manejan en España el mercado del juego 'on-line' tienen dados de alta a 1.394.787 jugadores activos, aquellos que realizaron al menos una apuesta durante el último mes (aunque pueden estar inscritos en varias plataformas). La cifra ha vivido un crecimiento significativo en los últimos años, puesto que eran 663.158 en el año 2013. En los seis primeros meses de este año se han movido en este canal de juego (que incluye apuestas deportivas, bingo, casino o póker en línea) hasta 8.263 millones de euros en apuestas (45 millones al día).

En 2015 (no hay datos más actualizados) el Gobierno cifró en 293 euros las pérdidas medias anuales por jugador. Ajupareva ha reclamado a las administraciones mayor control de la publicidad de estas casas de apuestas y limitaciones a su instalación en la vía pública. En Valladolid son ya 23 salones con licencia. La Junta ha fijado nuevos requisitos (como que estén a cien metros de un colegio, que entre ellos haya al menos 300 metros de distancia)y el Ayuntamiento estudiará si puede extremar los controles a través de la concesión de permisos de instalación. Desde Ajupareva creen insuficientes estas medidas y reclaman campañas de sensibilización y prevención en colegios (como se hace con el tabaco y el alcohol).

Rafael Rodríguez, una de las primeras personas que recibió ayuda en Valladolid por su adicción al juego.
Rafael Rodríguez, una de las primeras personas que recibió ayuda en Valladolid por su adicción al juego. G. V.

  1. Rafael Rodríguez

    «No sé qué hubiera sido de mí ahora, con las apuestas por Internet»

Ahora que lo piensa, que en su cabeza ya no suena la melodía tramposa de las tragaperras, que hace años que cantó las diez de últimas, que ya no apuesta nada para no perderlo todo. Ahora, pasados los años, consciente de que el juego no es un juego, Rafael Rodríguez (67)se ha dado cuenta de que hubo una semilla ludópata que siempre estuvo allí. «El juego ha estado en mí durante toda mi vida. Ya en la niñez, los domingos por la mañana, cuando me daban la propina, me iba a la plaza del pueblo, Cigales, y me jugaba las pesetas a la raya, al corro. El día que tenía suerte, fenomenal. El día que no, me quedaba a verlas venir. Ahí estaba ya mi adicción al juego». Había niños que eran capaces de decir basta, hasta aquí, que dejaban las perras y cogían el balón. Rafael no. Rafael solo paraba cuando los bolsillos estaban llenos... o completamente vacíos. El premio gordo o la pérdida total. Durante años sería así. Todo o nada. Casi siempre era nada. Al final siempre fue nada.

Cuenta que con 15 años dejó los estudios y empezó a trabajar. Que entró en una empresa de pintura y decoración en 25 Años de Paz. Que al principio le daban cien pesetas a la semana. Que muy pronto le pagaron por obra y conseguía entre ochocientas y mil. Que no le dijo nada a su madre de que había empezado a ganar más. Que entregaba en casas las cien pesetas iniciales y que el resto le servían para «jugar y beber». Que el bar se convirtió en refugio. El julepe, el mus, el dominó, el bingo, las tragaperras cuando llegaron las tragaperras.

«Me tiraba horas y horas con la máquina. Si me salía el grande, lo volvía a meter. Hasta que ya no tenía más. Con el juego todo el mundo pierde. Crees que lo vas a volver a sacar, pero no hay forma. Lo único que quieres es jugar y jugar. Me acuerdo de salir del bingo algún día con 80.000 pesetas y tener que volver a casa porque ya estaba todo cerrado. En la cama la cabeza me daba vueltas. Un comecocos total. ¿Qué hago yo con esto? ¿Dónde lo meto si hasta mañana no abren el bar?».

Eso era antes, cuando las timbas tenían toque de queda y las tragaperras se desenchufaban a la hora de dormir. «No sé qué hubiera sido de mí ahora, con el juego 'on-line', cuando lo tienes tan a mano, en casa, en el teléfono móvil. Lo del fútbol, las apuestas deportivas, no tiene nombre. Tenemos un bombardeo absoluto, con anuncios y famosos que te dicen que apuestes, que apuestes...».

Rafael fue una de las primeras personas que recibió apoyo en Cetras, el centro específico de tratamiento y rehabilitación de adicciones sociales, que este fin de semana celebra sus 25 años de existencia. «Me di cuenta de que junto al juego, o antes del juego, estaba la cerveza. Que toda resistencia para no jugar se desvanecía en cuanto tomaba alcohol. Empecé a beber con 14 años, cuando me cambié de pueblo y me junté con amigos que estaban más adelantados». Ya no dejó la jarra de cerveza. Ni el vino. Ni las copas, «alguna que otra de vez en cuando». «¿Cuántas bobadas habré hecho y dicho por el alcohol? ¿Cuánto habré perdido con el juego?», se pregunta Rafael, quien en 1993 dijo hasta aquí.

«Por aquel entonces andaba bastante fastidiado por el juego, la economía familiar se resintió, tuve un enfrentamiento muy fuerte con mi hija mayor. Ella tenía 18 años y me dijo que no aguantaba más, que se iba de casa». Fue entonces cuando decidió pedir ayuda, acudir a terapia, aprender a ganar sin tener que apostar. «Hay que pasar del no puedo al no quiero. La rehabilitación es como un túnel. Cuando entras todo está oscuro, no sabes dónde ir, a veces ni siquiera ves la luz del final. Pero hay personas que te pueden guiar. Familiares, profesionales que conocen el camino y te ayudan a salir», asegura Rafael, quien colabora ahora con la asociación para acompañar a personas perdidas aún en ese túnel de juego y alcohol.

Santiago Ibáñez, ha superado su adicción al juego y al alcohol.
Santiago Ibáñez, ha superado su adicción al juego y al alcohol. G. V.

  1. Santiago Ibáñez

    «En la pantalla del móvil tenía un mensaje para evitar la tentación; decía: 'Hoy no'

«Cada vez que veo en la tele a Carlos Sobera anunciando una casa de apuestas se me revuelve el estómago. ¿Es que no se ha dado cuenta del daño que hace eso? Te damos veinte euros, dicen, te invitamos a los primeros cincuenta. Y aquí nadie da nada gratis. Si me regalas ahora cincuenta euros... ¿cuánto dinero me piensas sacar?».

La última apuesta de Santiago Ibáñez (72) fue para demostrar que sería capaz de cortar las cadenas que lo ataban al juego y al alcohol. Ha ganado. Le ha costado, lo reconoce. Todavía hoy mira de reojo «la cerveza fresquita» en una terraza de verano. Pero la fuerza de voluntad puede más. «No voy a abrir esa puerta. Nunca más. Ni siquiera una sin alcohol. Eso es una engañifa. No, no». Y lo mismo con el juego.

«Yo no era de cartas ni de casinos. Lo mío eran las máquinas. Alguna vez jugué al póker, pero lo hacía de una forma tan nefasta que hasta yo me di cuenta de que no iba a hacer otra cosa que perder. Pero las tragaperras... Y el bingo. También el bingo. Lo que me hizo mucho daño fue cuando pusieron ordenador en el bingo. Entonces podías gestionar varios cartones a la vez(ocho o diez). Si perdías, seguías jugando para recuperarte. Si ganabas, seguías echando para sacar más. Y lo terminabas perdiendo todo».

También pionero en las terapias contra el alcoholismo y la ludopatía en Valladolid, Santiago cuenta su experiencia con la esperanza de que «si alguien lo lee y está en la misma situación, sepa que hay una salida». «Es difícil escarmentar en cabeza ajena, lo sé. Y también sé que reconocerlo es lo más difícil. Nos creemos que todo lo hacemos bien y que son los demás, quienes nos quieren ayudar, los que están equivocados», explica. «Al principio de venir a terapia, me preguntaba: '¿Qué hago yo aquí? Si yo no soy un alcohólico, si yo no soy un ludópata. Pero cuando escuchas a tus compañeros, empiezas a ver coincidencias. Te reconoces en lo que cuentan otros. Y eso te anima un poco más».

Cuenta Santiago que ha identificado dos rasgos de su carácter que tal vez le han podido influir:la impaciencia y la pereza. «Siempre he querido conseguir las cosas de forma muy rápida, pero también me ha costado ponerme en marcha para conseguirlas. Por eso el alcohol y el juego parecen la vía rápida, el modo fácil de conseguir dinero sin esfuerzo. Un error».

Durante años («ya no lo necesito») tuvo Santiago un mensaje fijo en el fondo de pantalla del teléfono. Decía: 'Hoy no'. «Cuando flaqueaba, encendía el móvil y lo leía:'Hoy no'». Luego bastaba con sentir el teléfono en el bolsillo y recordar el lema. Hoy no. Hace ya 14 años (tuvo una recaída después de otros 14 )desde aquel primer día en el que dijo, «ya para siempre», que no.

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