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«Si tú pones Valladolid en Google, seguro que aparecen imágenes de los principales monumentos de la ciudad», dice Pablo Arboleda, arquitecto e investigador en ... el Instituto de la Lengua, Literatura y Antropología del CSIC. Así que hacemos la prueba. Abrimos el buscador. Escribimos Valladolid. Apretamos la pestaña de imágenes. Y sí, las fotos que aparecen son de los espacios tradicionalmente catalogados como monumentales. La Plaza Mayor, la Academia de Caballería, La Antigua, el Colegio de San Gregorio. Y ante esto, Arboleda lanza unas preguntas: «¿Es eso Valladolid? ¿Es esa pequeña parte de la ciudad la representación real de Valladolid al completo?» Porque, tal vez, para conocer mejor Valladolid, ese buscador debería mostrar alguna calle de Delicias, de Pajarillos, de La Rondilla.
Arboleda hace esta reflexión cuando habla de 'Toldo verde: postales de otro patrimonio', un libro recién publicado por Ediciones Asimétricas donde, junto con el fotógrafo Kike Gil, reúne una conjunto de imágenes, relatos, textos históricos y ensayísticos en los que habla del toldo verde, de ese elemento tan habitual en tantas ciudades (incluida Valladolid) y que los autores convierten en símbolo para reflexionar sobre urbanismo y dinámicas sociales.
'Toldo verde' Pablo Arboleda y Kike Gil.
Ediciones asimétricas. 186 páginas. 35 euros.
«El toldo verde es un elemento muy reconocible del paisaje mayoritario de nuestras grandes ciudades. Y al mismo tiempo, es una metáfora de esas ciudades que se construyeron a mediados del siglo XX, cuando tanta gente humilde emigró a las ciudades para escapar del campo y la miseria», explica Kike Gil. Con su cámara, recorrió los barrios más emblemáticos de Madrid para mostrar unos edificios de ladrillo, toldo verde y terraza cubierta que podrían ser la calle de cualquier otra ciudad. «En el libro no hay pies de foto, no hemos incluido la referencia del lugar donde fueron tomadas porque queríamos también explicar eso, que podrían ser muchos otros puntos del país». La imagen que sirve de portada del libro bien podría haber sido tomada en el paseo de San Isidro de Valladolid. O en cualquier calle de Pilarica o la Circular. «Y es en estos barrios donde vive la gente», apunta Gil, quien reivindica esa ciudad de cercanías, «donde todo puede estar a menos de quince minutos», donde las franquicias no han desdibujado el comercio local e incluso los vecinos de toda la vida conviven con los recién llegados (a veces desde otros países).
Y en esos barrios, predomina (junto a la galería cubierta) el toldo verde. En el libro, visitan una histórica fábrica de toldos en Tomelloso. Y allí se aventura una teoría del porqué de ese color. «Un toldo naranja filtra al interior una luz rabiosamente cálida que puede resultar desagradable. El azul y el verde pueden ofrecer más sensación de frescor», explica Vicente Pacheco. Pero quizá el azul opaca más la luz.
Así que esos toldos, pero también esas peceras urbanísticas, esos balcones cegados, esas terrazas que ya no lo son, se han convertido en una estampa cotidiana de Valladolid. ¿Tanto como para decir que es patrimonio de la ciudad? Pues tal vez sí.
Arboleda y Gil defienden que ese toldo «es el elemento más caracterítico de la arquitectura española de las últimas décadas» y que es es símbolo para hablar del crecimiento urbanístico, del éxodo rural, de los barrios tradicionales y la imagen de las ciudades. El toldo verde (y también valdría para la galería cubierta) es un «símbolo patrimonial», como defiende Arboleda en el libro. Para ello, habría que ensanchar el concepto de patrimonio. «Tanto el lenguaje popular como desde las investigaciones de corte más ortodoxo, asumimos que el patrimonio arquitectónico es aquello que contiene una carga histórica imponente que deriva con orgullo por lo hermoso y monumental», cuenta Arboleda, quien añade un matiz. Porque el patrimonio también puede concebirse como espejo, como «aquello que quizá no sea intrínsecamente deseado, ni nada que a priori admita ser oficialmente reconocido ni protegido, pero que al mismo tiempo sea tan significativo como para moldear nuestras conductas gracias a los afectos, de todo tipo, que se generan».
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