Valladolid marcó 19 grados bajo cero: ni pan ni leche en una ciudad que hace medio siglo fue una pista de hielo
Un boletín del ministerio de Defensa recuerda la histórica helada de 1971 que paralizó la ciudad en la víspera de Reyes
No había que perder la oportunidad y, por eso, el anuncio lo dejaba muy claro en la portada de El Norte de Castilla de aquel ... frío, congeladísimo día de Reyes de 1971, hace justo medio siglo. «¡¡Palencia y David!! Dos nombre de abrigo. Pida mantas 'David. Lana 100x100», aseguraba el espacio publicitario de un periódico ilustrado con las fotografías de una helada enorme que había convertido Valladolid en una auténtica pista de hielo. Fue uno de los días más gélidos de la historia –el más frío según los registros modernos–, con medio continente azotado por una contundente ola de frío que desplomó los termómetros. Las mínimas de la provincia llegaron a los 19 grados bajo cero, según certificaba el boletín diario del Servicio Meteorológico Nacional, que dependía entonces del Ministerio del Aire. 19 grados bajo cero fueron las mínimas de esos días (el 3), pero es que el termómetro no subió de los cinco bajo cero. En el observatorio de Villanubla fueron -18,8 –la más baja registrada–. Eso sí, la mínima histórica para la capital está fijada el 4 de enero de 1971, con 16,1 grados negativos, según los registros oficiales de la Agencia Estatal de Meteorología. Pero sí, mucho frío. Mucho.
El titular de El Norte de Castilla decía categórico: 'Valladolid, pista de hielo'. Y a continuación se explicaba que el estado del pavimento produjo el colapso de la ciudad la jornada anterior (4 de enero de 1971), que hubo un centenar de accidentados por caídas, que no funcionaron los servicios de limpieza, que no salieron los autobuses urbanos, que ni siquiera pudo repartirse la leche y el pan.
«La mayoría de los vallisoletanos no pudieron acudir a su trabajo», contaba el periódico, que criticaba que «hasta bien entrada la mañana no comenzaron los servicios municipales los trabajos de limpieza». Y además, con poco personal, por lo que tuvieron que colaborar el Ejército y «algunos ciudadanos» para limpiar y despejar las calles. Eso sí, lamentaba el periódico que «a la mayoría les faltó ese espíritu cívico que se precisa en ocasiones de emergencia como esta». «Y este espíritu faltó incluso en algunos agentes municipales». El redactor relataba una escena vivida en la Plaza Mayor, «en la misma acera del Ayuntamiento, mientras algunos guardias permanecían pasivos a la puerta» y el hielo «provocaba a escasos metros resbalones continuos y alguna otra caída». El parte final hablaba de cien personas lesionadas, que tuvieron que ser atendidas en la Casa de Socorro, la residencia Onésimo Redondo, Cruz Roja y el Hospital Provincial. Entre las más graves, Eutiquia Agúndez, de 45 años, quien fue ingresada en el Hospital Provincial con traumatismo craneoencefálico y conmoción cerebral. O Jaime Barrull, de 28, vecino de la subida de San Isidro, quien también se encontraba grave. O Pedro González, vecino de 24 años en Pilarica, que sufrió una luxación de la clavícula izquierda.
La ciudad ya arrastraba varios días de frío extremo, una ola de frío en las navidades de 1970 que dio un paso más el lunes 4 de enero de 1971 por la noche, sobre las 21:00 horas, cuando «comenzó a caer una especie de granizo que siguió durante la madrugada». Las bajísimas temperaturas ayudaron a que la ciudad amaneciera con enormes placas de hielo. «Los pocos coches que circulaban a esas horas empezaron a deslizarse sin posible control en el pavimento y los viandantes trasnochadores no veían posibilidad de dar dos pasos sin llegar a perder el equilibrio».
Las consecuencias empezaron a llegar. El servicio de transportes quedaba suspendido. Hubo algunos que, para salir a la calle «envolvieron los pies en sacos y papeles y quien, hasta en una desesperada impotencia, anduvo a gatas». «Muchas amas de casa tuvieron que volver de la compra sin pan y sin leche, pues el reparto de ambos alimentos a las tiendas no se efectuó hasta el mediodía. También se registraron anomalías y retrasos en el reparto de la prensa, el correo y el gas butano. Y se han registrado numerosos reventones de cañerías», relataba el periódico, que destacaba que «en muchas casas, y sobre todo en los pisos altos, faltó en absoluto el agua».
«Al no poder disponer de agua potable, se han agotado o están agotándose las botellas de agua mineral, por la enorme demanda de estos días», contaba Publio en su columna De ayer a hoy. Los carteros no pudieron tampoco distribuir la correspondencia, las obras se paralizaron y también los trabajos al aire libre.
El comercio se vio muy perjudicado ya que, en un día de grandes ventas y movimiento comercial (era la víspera de Reyes) se puede decir que nadie entró en un establecimiento durante la mañana». Para compensarlo, se autorizó a los comerciantes a que pudieran abrir el día de Reyes, festivo, hasta las 14:30 horas. El colapso vivido, decía el periódico, «no debe repetirse en el futuro, pues en todo momento, al iniciarse un temporal como el desencadenado, deberán estar debidamente alertados los organismos encargados de hacer frente a una tal emergencia, y con el material y el personal suficiente para ello». A mediodía ya comenzó el deshielo y las temperaturas comenzaron a remontar.
Aquella víspera de Reyes fue, sin duda, la más gélida de la era moderna en una capital que a lo largo del siglo XX registró otros picos inferiores a los diez grados bajo cero, como ocurrió el 24 de enero de 1940, cuando el mercurio descendió hasta los -12,6 –la segunda marca más baja registrada–. Y la ciudad, claro, se congeló. «Durante la madrugada de ayer el frío fue intensísimo. El termómetro registró la simpática temperatura de 13 bajo el cero en el aire –y de 16 grados bajo cero en la tierra–», recogía la crónica de El Norte antes de apuntar que el «tránsito rodado se hizo con bastantes dificultades». La situación fue tal que «equipos de soldados y brigadas de obreros municipales» tuvieron que proceder a la limpieza de las calles». La situación fue tal que el entonces alcalde, el 'señor Luis Funell', publicó un bando en el que avisaba de que «Queda terminantemente prohibido a los transeúntes cruzar las calles por sitios distintos de los pasos establecidos para ello». El regidor, además, advirtió a los comerciantes de que quedaban «obligados desde este momento a mantener limpia de hielo nieve la parte de la acera correspondiente a su propiedad y por sus propios medios». El bando recogía una última advertencia: «Los contraventores de esta disposición serán sancionados severa e inmediatamente».
Fueron, esta última, en especial, heladas de otros tiempos. Aunque con las mismas recomendaciones que ahora, como ocurrió el domingo al paso de 'Filomena', cuando el Ayuntamiento emitió un comunicado en el que apeló a la colaboración, que no obligación, ciudadana para despejar los entornos de sus portales y comercios.
«Se invita a la ciudadanía a que actúe con responsabilidad y colabore en su entorno más próximo para retirar lo antes posible la nieve acumulada. En los países donde estos episodios son habituales la participación de los vecinos en la limpieza del entorno de sus viviendas permite una movilidad peatonal libre de riesgos y, en consecuencia, se previenen los resbalones y caídas», recogía el comunicado del pasado 10 de enero.Nada que ver con el 1940.
El Pisuerga se heló por última vez el 26 de diciembre de 2001
Ocurrió el 26 de diciembre de 2001 y, aunque fue solo parcialmente, las aguas del Pisuerga se congelaron a los pies de la playa y permitieron tomar la instantánea de un joven paseando a su perro sobre el hielo en pleno cauce. El mercurio cayó entonces hasta los -10 grados. Fue la mínima alcanzada en la capital en este siglo XXI. Para buscar registros así hay que bucear hasta los años 1985 y 1983, con picos de -11,1 y -11,5. Pero la historia muestra que el río llegó a sucumbir aún más a los rigores del frío en aquel histórico 1971, cuando se alcanzó la mínima más baja jamás registrada en la capital (-16,1 grados). Y ni entonces siquiera podían atreverse los vallisoletanos a hacer lo que narran las crónicas de 30 de enero de 1658, que recogieron literalmente que los carros podían cruzar el río sobre el hielo. Un paseo poco habitual que también puso repetirse en 1729 y, más 'recientemente', el 21 de enero de 1885 –«la gente lo atraviesa a pie y sin cuidado alguno», recogía una crónica de El Noticiero Bilbaíno. La hemeroteca meteorológica recoge una última escena de vallisoletanos atravesando el río a pie el 29 de diciembre de 1917.
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