Ropa térmica, mantas y calefacción a tope para combatir el frío provocado por la ventilación en los coles de Valladolid
La llegada del frío y las heladas se cuelan en los centros educativos, obligados a abrir las ventanas de forma periódica para ventilar
Cinco grados. Cinco grados menos calcula Daniel Encinas Tejedor, director pedagógico de Secundaria, que hay este curso en las aulas del colegio Nuestra Señora del ... Carmen, en Delicias. Cinco grados que son también los que se han caído del termómetro en otros centros –habría que decir en todos los centros – educativos de la capital, donde la obligación de mantener ventiladas las clases (con ventanas y puertas abiertas, la generación de corrientes para rebajar el riesgo de la covid) hace que el frío se cuele en las instalaciones.
«Hasta ahora hemos tenido suerte porque noviembre ha sido un mes muy suave. Esta semana, sobre todo el miércoles, después del puente, es cuando se ha empezado a notar», indica Francisco Otero, director del colegio Compañía de María La Enseñanza, quien cruza los dedos para que el mercurio sea benigno hasta el día 22, cuando termina el trimestre, porque lo que se avecina después será, sin duda, lo peor. «Enero y febrero son meses de mucho frío», evidencia. «El invierno se nos va a hacer muy largo. Y encima está ahí la amenaza de una tercera ola después de Navidad», apunta María Quintana, presidenta de la asociación de directores de institutos de Castilla y León, al frente del Arca Real.
Allí, en ese centro junto al parque de la Paz, hay alumnos que llevan a clase mantas para colocarse sobre las rodillas o a los pies, para protegerse el cuerpo con ellas. Una alternativa para combatir el frío que se ha extendido a otros colegios vallisoletanos. Con aulas que rondan los 17 o 18 grados. «Lo que no permitimos es que estén en clase con guantes o el gorro. Hay alumnos que lo pueden aprovechar para esconderse, y así es muy complicado dar clase», añade Quintana. Sí que pueden ponerse una cazadora o el abrigo. Y son muchos los que lo hacen. Muchos.
En algunos colegios concertados, se ha autorizado además una ligera modificación del uniforme, con la sustitución de chaquetas por forros polares. En el colegio La Milagrosa y Santa Florentina los alumnos pueden llevar mantas o chales de lana y cambiar los zapatos colegiales por botas. La ampa de La Salle ha recordado a las familias que hay «prendas interiores térmicas de esquí o montañismo de alta calidad y económicas», por lo que entienden que es una buena alternativa para estas jornadas en las que el frío se hace más patente. Y en las que es imposible evitar que penetre en las aulas si está en vigor la obligación de ventilar. Mejor si es una ventilación cruzada (con la apertura de ventanas y puertas en lados opuestos de la habitación).
«No hay otra posibilidad», admite Elena Calderón, responsable de Educación en el sindicato CCOO. La ventilación como la mejor vacuna contra el coronavirus en los coles. Sobre todo, después de que la Junta haya desaconsejado la instalación de filtros HEPA de purificación del aire, al entender que no hay evidencias sobre su eficacia.
La mejor arma, insisten desde la administración, es la ventilación. Se apoyan para ello en informes como el elaborado por el CSIC(Centro Superior de Investigaciones Científicas) que recuerda que «el riesgo de contagio de covid-19 en ambientes interiores es superior al riesgo en exterior», ya que en espacios cerrados, «las partículas en suspensión, también llamadas aerosoles, susceptibles de contener el virus, se pueden acumular».
Por lo tanto, para reducir el riesgo de contagio la opción es disminuir la emisión (menor número de personas en cada espacio, no hablar muy fuerte, mascarillas bien ajustadas) y reducir la exposición (con más distancia interpersonal y ventilación o purificación del aire). Y para ello, hay que «sustituir el aire interior, potencialmente contaminado, con aire exterior, libre de virus». El informe apuesta por la ventilación natural, aunque reconoce que en determinadas circunstancias pueden ayudar extractores (ventilación forzada) y purificadores. «En los periodos de frío habrá que elegir entre reducción de riesgos sanitarios y confort térmico», reconoce el escrito del CSIC.
«No es necesario que la ventanas estén abiertas toda la jornada, sino que son diez o quince minutos antes de que lleguen los alumnos, después y entre clase y clase», ha defendido la consejera de Educación, Rocío Lucas, quien asegura que la ventilación se ha demostrado «eficaz», si se atiende a los datos de aulas confinadas en lo que va de curso. En la actualidad, hay 48 clases en cuarentenas activas en Castilla y León (diez en Valladolid) y 500 alumnos confinados (91 en la provincia vallisoletana). La jornada con mayor incidencia escolar fue el 9 de noviembre, con 201 clases confinadas.
El sindicato CSIF, sin embargo, ha reclamado que se revisen los protocolos, con la adopción de «sistemas para el correcto filtrado del aire», ya que «los centros no están preparados para la llegada del frío en plena pandemia», argumenta Isabel Madruga. Reclaman, por eso, «unidades de purificación del aire, como los que se utilizan en espacios cerrados hospitalarios o aviones». La Junta, sin embargo, ha desestimado la adopción de estas medidas. «No hay ningún organismo ni ninguna autoridad sanitaria que nos determine que eso es beneficioso. Puede dar falsas esperanzas de seguridad y exigen un mantenimiento muy riguroso. Lo que sí que nos están aconsejando por todas las instancias sanitarias es la ventilación. Y se está reforzando la calefacción», asegura la consejera Rocío Lucas.
Calefacción «a todo trapo»
«Nosotros la tenemos a tope, a todo trapo», dice Raquel Alonso, directora del colegio Miguel Hernández, en Pajarillos, donde la «rendija» de las ventanas está permanentemente abierta. «Hay veces, en determinados lugares del aula, donde sí que hay algo más de corriente. Pero tenemos la suerte de que es un colegio con clases muy grandes, donde se puede mantener más la distancia de seguridad y es más fácil ventilar», explica.
También «a tope» está la caldera en el colegio San Fernando, reconoce la jefa de estudios, María José Burón. «La ventilación se puede hacer sin necesidad de que nos congelemos en clase. Aquí no necesitamos mantas y las clases están bien aireadas», asegura Burón, quien recuerda, además, lo difícil que es regular el termostato personal de todos los alumnos. «Los hay que son más frioleros y otros que incluso se quitan la sudadera», explica. «A veces hasta les tenemos que obligar a que se abriguen un poco cuando salen al recreo», admiten los responsables de varios centros.
«Este curso tenemos que conjugar el verbo apañar, no queda otro remedio, apañarse como se pueda», indica Gregorio Pérez, director del Ponce de León, quien recuerda que también influye el diseño, la orientación, la arquitectura del centro. «Nosotros tenemos radiadores grandes, de esos antiguos y gordos. Y los alumnos que otros años se sentaban a su lado se quejaban de que hacía mucho calor», cuenta Pérez. En esta escuela, las ventanas están también «muy altas, por lo que a la hora de ventilar la corriente no da directamente».
En muchos centros, se abren de par en par las ventanas de los pasillos (si es que las hay) para facilitar la circulación del aire y durante las clases se deja la ventana del aula abatida o con un pequeño resquicio, con la puerta sin cerrar.
«Hay profesores que se sienten más seguros si la ventana está abierta todo el día», admite Milagros Juanes, del Sagrado Corazón-Anunciata. Por eso, desde la asociación de directores de institutos han reclamado a la Junta que sea más concreta en los protocolos de ventilación, para que no haya «conflictos» entre quienes quieren tener la ventana abierta de continuo. La Consejería de Educación recuerda que el texto dice: «Se ventilará periódicamente el aula. De manera prescriptiva, esta ventilación se realizará entre 10 y 15 minutos antes de la llegada del alumnado, al final de cada periodo lectivo, durante el recreo y al acabar la jornada».
Aparte de la bajada de la temperatura (también las puertas de la calle están más tiempo abiertas por las entradas y salidas escalonadas, como recuerda Raquel Alonso, directora del Miguel Hernández), otra consecuencia es el incremento del ruido, tanto del que viene del exterior como de otros grupos (algo que se hace evidente, por ejemplo, en asignaturas como Música).
El refuerzo de las calderas obligará a incrementar la partida destinada al gasto de calefacción. «Aumentará lo que sea preciso», asegura Victoria Soto, concejala de Educación. El Ayuntamiento se encarga del suministro de calor en 39 edificios de Infantil y Primaria. Todas las calderas son de gas (salvo Puente Duero, que se calienta con biomasa) y en algunos centros son necesarias dos instalaciones, bien porque cuentan con varios edificios (Vicente Aleixandre, Pablo Picasso...), bien porque se trata de un inmueble tan grande que una sola caldera no es suficiente, como ocurre, por ejemplo, en el García Quintana.
En 2018, el Ayuntamiento invirtió 527.954,78 euros en la calefacción de los colegios públicos del la capital. En 2019, el recibo subió hasta 556.174,83 euros. Hasta octubre de este año se habían gastado 441.678,18 euros. Hay que recordar que durante la primavera hubo instalaciones cerradas por el confinamiento y que todavía faltan las facturas de noviembre y diciembre. La de octubre fue muy similar a la del año pasado. Y noviembre no ha sido un mes especialmente frío.
«La calefacción está a una temperatura mayor que otros años, pero también es verdad que al no haber actividades por la tarde (las extraescolares están suspendidas por la pandemia), no está tantas horas a niveles altos», apunta Milagros Juanes, del colegio Sagrado Corazón-Anunciata, quien añade que los principales comentarios sobre el frío llegan de Secundaria, de los alumnos adolescentes. «Si hay que quejarse por algo, ahora es por el frío. Algunos se ponen la cazadora en clase pero luego salen al recreo sin ella», apunta.
«Los niños van más abrigados, con camisetas térmicas... pero tampoco hemos recibido ninguna queja concreta de las familias. Sí alguna sugerencia para instalar filtros. Sabemos que es la situación que toca este año para tener más seguridad en clase», apunta María Capellán, de Fapava, la federación de ampas de Valladolid. «Es lo que marca el protocolo, tiene que haber algo de corriente para airear las clases», insiste Ángela Melero, de Fecampa, la federación católica de asociaciones de padres y madres de Valladolid.
«Las familias son comprensivas», reconoce Francisco Otero, de La Enseñanza, aunque lo difícil vendrá después de la Navidad, con bajas temperaturas en la calle, pocas horas de luz. «Durante el principio del curso, siempre que fue posible, se hicieron clases en la calle, no solo de Educación física, también de Plástica. Pero ahora es imposible. Esto no es Andalucía, no es Valencia. Aquí las clases en el exterior y la ventilación es más complicada».
En algunos centros, como las Teresianas, las familias han invertido en medidores de CO2. También los han comprado en el instituto Arca Real. Y en el colegio del Carmen, los han fabricado los alumnos de tercero de ESO, en su asignatura de Control y Robótica. A falta de un indicador que alerte sobre la elevada presencia de aerosoles en el aula, el medidor de CO2 puede ser una buena alternativa como señal de cuándo un espacio necesita ventilar su ventilación.
«La concentración de CO2 en espacios interiores cerrados aumenta rápidamente en presencia de personas, que exhalan CO2 al respirar», indica la guía sobre buena ventilación del CISC. «La renovación del aire con aire exterior reduce las concentraciones de CO2 en el interior. Esto favorece la atención y rendimiento escolar, ya que la exposición a niveles de CO2 demasiado elevados produce aletargamiento y dificulta la atención», añade el informe de los expertos.
Se recuerda además que el CO2 es un indicador «indirecto» de la necesidad de ventilación, pero también se incide en que «el CO2 no se degrada con el tiempo, mientras que el virus en aire sí, por lo que las concentraciones de virus decrecerán más rápidamente que las de CO2». «Nosotros hemos distribuido estos medidores por varias aulas y no vemos que haya una mayor concentración de CO2, es una buena señal», apunta Daniel Encinas, del colegio del Carmen.
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