Valladolid
El renovado entorno del viaducto de Arco de Ladrillo crea un peligroso islote sin pasos para peatonesUsuarios de taxis, conductores y viandantes se ven obligados a cruzar por la calzada por el lateral de la estación de autobuses y a esquivar vallas y bolardos para caminar por la estrechez de las aceras
«La verdad es que se generan situaciones complicadas en ocasiones, sobre todo, cuando llegan algunos autobuses y sale mucha gente de la estación», coinciden ... en señalar los taxistas mientras esperan en la reserva de aparcamiento destinada para ellos al borde del viaducto de Arco de Ladrillo, cuyas recientes obras de reurbanización a sus pies, al margen de las ejecutadas con anterioridad en su tablero. Y lo dicen en alusión a la creación, fruto de las nuevas miniaceras hormigonadas que rodean los pilares a este lado del paso elevado, de una suerte de islote peatonal que carece de pasos de cebra por los cuatro puntos cardinales para facilitar que los viandantes puedan cruzar la calzada por seguridad en un entorno tan transitado como es de la estación de autobuses.
Y no solo eso, a la ausencia de puntos seguros para salir de esta 'isla urbana', se suma la incorporación de una serie de sorprendentes elementos que dificultan notablemente el tránsito por unas aceras, que según justificó semanas atrás el propio Ayuntamiento, no son tal sino meros separadores de los muros del viaducto. Pero el caso es que se asemejan mucho y, de hecho, son utilizadas por los peatones, sobre todo, del citado lado de la estación, donde hay treces plazas de aparcamiento (de zona azul) y media docena para taxis. Y allí se han colocado bolardos a los pies de las bases de tres farolas, a dos por peana, para evitar precisamente que los viandantes se golpeen en la cabeza contra ellas al sobresalir unos centímetros del tablero. Eso además de la incorporación de una valla, que cierra parcialmente uno de los vanos, el primero del lado de Recondo, y que reduce a la mínima expresión (poco más del ancho de un bordillo) el espacio de paso para los peatones del lado que mira a la vía de servicio que conduce hacia Filipinos.
«Pintar una cuadrícula amarilla para despejar el cruce de la estación y habilitar pasos sería bueno para mejorar la seguridad de todos», proponen los taxistas
El caso es que a estos escollos urbanísticos, de reciente incorporación, se suma la imposibilidad de salir por un punto seguro de este islote peatonal, al que acuden usuarios de taxis -cuando se satura la parada, que cuenta con tan solo seis plazas, de la entrada a la estación por la calle San José-, al margen de los propios chóferes y de los conductores que estacionan a continuación en las plazas de zona azul.
Y eso que al final, hacia el cruce con Puente Colgante, se han habilitado rebajes a los dos lados de las aceras que rodean el último pilar. Pero sobre la calzada no hay paso de cebra alguno e, incluso, se puede leer dos 'noes' pintados sobre la misma durante las obras de reurbanización de la parte inferior del paso elevado, que concluyeron en agosto y que después fueron sumando distintos parches, como la colocación de los citados bolardos en las aceras bajo las bases de cinco peanas de las farolas que sobresalen del tablero y el cierre del citado vano entre los pilares, donde se cortó con posterioridad un pequeño tramo de valla, por el lateral que mira a la estación, destinado en apariencia a facilitar, al menos, el acceso a los operarios de limpieza (al otro lado no hay salida) y que en la práctica utilizan los peatones para resguardarse puntualmente de la lluvia.
Este entorno peatonal, que lo es, carece de señalización alguna que advierta de la prohibición de paso a los peatones. Y lo utilizan, claro. Por un lado, el del lateral de la vía de servicio (donde se encuentra el bar Aljarafe), se dan situaciones surrealistas con relativa asiduidad al toparse los viandantes que utilizan esta acera de hormigón, que ronda los dos metros de ancho, con la valla que impide el paso al final de la misma hacia Recondo. Y eso les obliga o bien a cruzar por la calzada o bien a pasar de mala manera por el bordillo sujetándose a la valla. Al inicio, además, han de sortear la más peligrosa de las bases de las farolas, situada a entre 1,60 y 1,80 metros de altura sobre la acera y rodeada de dos bolardos para evitar golpes.
El caso es que aún llegando al final del trayecto, en el caso de bordearse la citada valla, después tampoco hay salida segura para los peatones. Al rodear el pilar, ya que al vano no se puede entrar desde esta parte, salvo saltando la valla, los peatones se encuentran con el citado rebaje sin paso de cebra que impide atravesar la calzada hacia la acera que da a Puente Colgante y Recondo, en la que sí hay pasos regulados por semáforos.
Así que si deciden continuar hacia la parada de taxis, donde la acera, también de hormigón, se ensancha hasta superar los tres metros al inicio para después ir menguando progresivamente hasta morir en el otro extremo del tablero, donde de nuevo hay una peligrosa farola a menos altura aún que la del otro lateral del viaducto (por debajo de 1,60 metros), justo a la altura de la citada parada. Allí la acera apenas alcanza el medio metro de ancho, y entre bolardos, señales y taxis aparcados marcha atrás, la zona de paso se reduce a centímetros con el añadido de que el adosado de hormigón con el que se reforzó el tablero del viaducto forma una suerte de cueva más peligrosa aún (para las cabezas) en este punto.
Y, ¿cómo cruzar hacia la estación? Pues no queda otra que por el doble carril de la calzada del paseo del Arco de Ladrillo. Y la cuestión no es sencilla no solo por la alta densidad de circulación en este nexo de unión con el paseo del Hospital Militar y la calle Puente Colgante. Los conductores, y así lo indica una señal al inicio de la zona de aparcamiento de taxis (seis plazas) y particulares (trece), están obligados a aparcar allí marcha atrás para facilitar su posterior salida a la calzada. Y, dado que solo cumplen dicha obligación habitualmente los taxistas, eso hace que la mayoría de los conductores acaben saliendo marcha atrás con peatones cruzando la calzada o vehículos transitando por ella.
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«Se producen situaciones peligrosas», reconocen los taxistas antes de explicar que muchos de sus clientes, procedentes de la estación, acaban cruzando hacia aquí cuando los taxis de la parada de San José, situada justo enfrente, con maletas y demás sin esperar a que pasemos. «En principio, debemos cogerlos junto a la puerta de la estación, pero qué haces cuando están aquí ya con el equipaje», se preguntan.
Los propios taxistas proponen que para minimizar, al menos, riesgos se habilite una cuadrícula de líneas amarillas en el cruce entre su zona de estacionamiento y la calle San José para despejar la intersección y facilitar sus maniobras a la hora de aparcar o de cruzar la calzada hacia la estación. «Sería bueno y nos daría más seguridad y, aunque es cierto que nunca ha habido esa zona para que dejar despejado el cruce, como tampoco había pasos de cebra, que no estaría mal que los pintaran entre los rebajes, lo cierto es que creo que tampoco lo hemos pedido nunca», proponen y confiesan los chóferes. Su propuesta, dirigida al Ayuntamiento, queda así reflejada.
Peatones y conductores, de momento, continuarán cruzando la calzada de manera irregular -no les queda otra- para salir del islote de aceras de hormigón que rodea los pilares y la base del estribo del viaducto de Arco de Ladrillo por tres de sus cuatro costados, los que dan a la estación de autobuses, a la vía de servicio hacia Filipinos y al cruce con Puente Colgante y Recondo. Por el cuarto, al norte, tenían que atravesar directamente los cuatro carriles de la calzada al inicio del paso elevado. Y eso es jugársela aún más. Allí, por descontado, tampoco hay puntos de pasos para los viandantes.
Un año de obras y 2,3 millones
Las obras de remodelación del tablero del viaducto comenzaron en mayo del año pasado y se prolongaron durante doce meses, hasta su repartura en dicho mes de 2025, y contaron una inversión de 2,3 millones de euros para afianzar su tablero, renovar los quitamiedos e instalar las farolas acopladas a sus laterales.
Después se procedió a la urbanización en superficie de todo su entorno a los dos lados de la vía. Y luego llegaron los añadidos en forma de bolardos en las aceras, el vano vallado -y posteriormente abierto por un lado-, se rebajó la acera de la vía de servicio desde Recondo al no poder girar los autobuses y se cubrió de mallas la parte inferior del propio tablero. Y falta, según anunció en su momento el alcalde, por revestir los descarnados muros de hormigón de los pilares y estribos del paso elevado.
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