De vuelta a la gran referencia del mundo vacceo

¿En qué cimenta tan rotunda afirmación Carlos Sanz Mínguez?, director del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg (de la Universidad de Valladolid) así como del proyecto Pintia, cuya principal razón de ser es el yacimiento arqueológico de la ciudad vaccea que da nombre al proyecto, ubicada en Padilla de Duero (Valladolid). Pues simple y llanamente en los mejores avalistas que existen: el tiempo y los hechos.

Hechos son amores y en este caso se dan ambas cosas: constancia y resultados. Los amores no son metafóricos, ya que estos alimentan la pasión que mueven a Sanz y su equipo.

La gran labor realizada ha sido reconocida este año con uno de los prestigiosos reconocimientos de Hispania Nostra. Una labor que abarca la investigación, la divulgación, la implicación con el territorio y la sostenibilidad, el valor social y, por supuesto, la protección del patrimonio y la concienciación de la población sobre su riqueza.

«Cuarenta años. Ese es el valor añadido de Pintia, porque ciudades como esta hay varias, pero cuarenta años de trabajo nos permiten tener en este lugar, como en ningún otro, una fuente de información fantástica sobre el legado vacceo», remarca Sanz.

Pintia, una ciudad que se fraguó a finales de siglo V a. C., logró su esplendor «a mediados del siglo segundo antes de Cristo, alcanzado el florecimiento de la cultura vaccea. Ahí ves el éxito de ese modelo económico y social, algo que creo que se ha mantenido prácticamente hasta nuestros días». Los vacceos, pueblo prerromano, ocuparon el valle medio del Duero.

La campaña de excavación arrancó el 6 de julio y, como explica Sanz, esta será de «apenas 25 días y limitada en espacio» de trabajo, centrándose en solo un sector de excavación de 16 metros cuadrados.

Menos tiempo, y superficie, de trabajo de campo y un equipo más menguado debido a las actuales circunstancias. De las 20 personas –arqueólogos, estudiantes y voluntarios– que últimamente participaban en cada campaña, esta vez el número se divide por dos. Entre los ausentes están los estudiantes extranjeros, los cuales han sumado hasta 40 alumnos en alguna de las campañas –distribuidos en tres turnos–, procedentes de Canadá, EE UU y Australia. En esta ocasión tenían alguna reserva de universidades de California. Asimismo, han tenido que reducir el número de participantes habituales, inluyendo solo «a alguno del año pasado que ya tenía ciertas habilidades y conocimientos. Y también hay quienes están realizando el máster o el doctorado».

Igualmente, las actividades paralelas a la excavación se han suprimido. Una agenda de propuestas lúdico-didácticas como las visitas, el festival de cine arqueológico internacional o las actividades específicas para colegios, como es arqueología para niños, que el año pasado atrajo a mil alumnos. Esto supone un revés «pues a la postre son ingresos para el proyecto, por lo que este año el presupuesto también es menor. Vamos a acusar estos déficits».

Sanz recalca que siempre ha pensado «que tener una zona arqueológica, un Bien de Interés Cultural, es una lotería. Cuando te cae has tenido una suerte muy importante». Por ello, tras 4 décadas, «lo que he echado en falta ha sido un apoyo decidido de las administraciones; una inversión, no me gustan las subvenciones. Después de este tiempo si hubiésemos tenido ese impulso, aún siendo importante lo que hemos hecho, podríamos estar mucho más allá. No es solo un yacimiento de patrimonio arqueológico, sino también un yacimiento de creación de empleo, de generación de riqueza para la comarca. Nosotros hemos puesto toda la carne en el asador y, sin embargo, no ha habido esa correspondencia por parte de las administraciones».