Adolescentes torreños posan en la plaza. Laura Negro

Torrelobatón, la vida un año después del macrobrote

Los vecinos no terminan de recuperar sus rutinas tras la oleada de contagios que les llevó a autoconfinarse en agosto de 2020

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 29 de agosto 2021, 08:19

Los veranos en Torrelobatón huelen a pandillas en bicicleta. A risas en las terrazas y a tardes de piscina y de paseo. También huelen a ... noches sentados al fresco, con una buena conversación entre vecinos, sin más precaución que ponerse una chaqueta sobre los hombros. Sin embargo, por segundo año consecutivo, el coronavirus ha impedido que los torreños disfruten de algunos de sus grandes placeres estivales. Este mes de agosto el pueblo huele a saludos desde la distancia, a juegos infantiles con mascarilla, a chapuzones sin ahogadillas, a pandillas burbuja que buscan cómo matar mejor el tiempo de forma segura y también huele al miedo por revivir la pesadilla de 2020. Porque hace ahora justo un año, por cortesía de la covid, la villa torreña pasaba el peor verano de su historia.

Publicidad

Las calles del municipio, siempre repletas de chiquillos, en agosto del pasado año se tornaron tristes. El día 19 la alcaldesa, Natividad Casares, publicó un bando informando de la existencia de «al menos» un caso positivo de coronavirus en el municipio. Nada hacía presagiar entonces el severo brote que se avecinaba. El día 23, ya eran 12 los torreños afectados, entre ellos, varios menores. Por consejo del Consistorio, los bares de la localidad cerraron y los vecinos se autoconfinaron, justo cuando ya se apuntaban 35 casos. El asunto era grave, por lo que el centro de salud de Tordesillas propuso realizar el día 27 un cribado masivo para atajar lo antes posible el brote y evitar saturaciones. 420 pruebas se hicieron aquel día. Anteriormente se habían hecho más de 100. El resultado fue desolador: más de 120 casos en un pueblo de 400 vecinos censados. Aunque datos oficiales, ninguno.

«Las cifras que tenemos son las de las personas que lo hicieron público. Afortunadamente la mayoría de los afectados eran asintomáticos. Lo pasamos muy mal, porque veíamos que se nos iba de las manos. Lo que más nos preocupaba eran nuestros mayores. Tenemos mucha población vulnerable y no queríamos que se contagiasen. Desde el Ayuntamiento hicimos todo lo que pudimos, porque por parte de otras instituciones no nos daban alternativas. Para nosotros fue muy duro pedir a la población que se autoconfinara y sugerir a los bares que cerrasen, porque eran negocios que, tras un largo confinamiento, estaban subsistiendo», explica Casares.

De arriba a abajo y derecha: Luis Luengo y María Lorenzo, de 94 y 92 años, los vecinos de más edad contagiados en la localidad; Lourdes Ostega, responsable de la Oficina de Turismo y Natividad Casares, alcaldesa del municipio. Laura Negro

A través de las redes sociales, con el hashtag #EsteVirusLoParamosEntreTodos, los torreños insuflaban fuerza a los vecinos contagiados y a los confinados. También el grupo de Whatsapp 'Torre nunca falla', en el que participan más de 200 vecinos, fue un auténtico bálsamo aquellos días. En la actualidad, siguen compartiendo información sobre las fechas y horarios de vacunaciones. «Salimos adelante porque todos pusimos de nuestra parte compartiendo nuestros resultados por Whatsapp. Estábamos cada uno en nuestra casa y era nuestra única vía de comunicación. La gente fue muy generosa y eso facilitó mucho las cosas», dice Alberto Sandoval, un vecino de 44 años.

Publicidad

Un año después, el pueblo sigue tratando de reponerse de aquello. La covid golpeó duro y todos notan un vacío en las calles. «A los mayores les veo muy preocupados. Están como acobardados y apenas salen. En cambio, algunos jóvenes se lo toman como si esto no fuera con ellos. Ahora toca ser prudentes, porque ¿y si sale una variante nueva que las vacunas no cubren? ¿Nos tocaría volver a la casilla de salida? La verdad es que, dentro de la desgracia, en Torrelobatón hemos tenido una suerte enorme porque no ha habido fallecidos ni nadie grave, pero el brote ha hecho mella en el ánimo de la gente. No hay ganas de disfrutar. El miedo al contagio pesa mucho», concluye Alberto, quien echa en falta la alegría de antes en las calles.

Amparo Puerta, Tere Martín y Mari Carmen Rodríguez son tres vecinas que a diario salen a tomar el fresco en el barrio del Rollo. Lo hacen con distancia «y con toda la prudencia. Se sale menos, porque hay miedo. No nos reunimos tanta gente por si surge un nuevo brote. Estuvimos muy angustiadas y vemos que el pueblo ha cambiado. No se ven tantas reuniones como antes», dicen estas tres torreñas.

Publicidad

La covid no respetó en Torrelobatón a ningún grupo de edad. Luis Luengo y María Lorenzo, de 94 y 92 años, fueron los más mayores del pueblo en contagiarse y de los que peor lo pasaron. Ambos tuvieron que permanecer ingresados durante varios días. «Primero caí yo», cuenta María. «Cuando di positivo no tenía síntomas. Luego ya sí. En cuanto me dieron los resultados me aislé, pero ya había contagiado a mi marido. Mis hijas, mi yerno, mi nieta y mis biznietos también lo pasaron. Fueron unos días muy difíciles para toda la familia. Ahora prácticamente no salimos de casa y obedecemos a todo lo que nos dicen», prosigue esta veterana vecina.

Muchos de los que se contagiaron eran niños y jóvenes. David Lorenzo (17), David Valdés (16) y Luis Gordoncillo (14) fueron algunos de ellos. Los tres pertenecen a la misma pandilla, que ha mostrado un comportamiento ejemplar a la hora de cumplir con las medidas sanitarias durante toda la pandemia. «Primero pasamos una cuarentena preventiva de unos 11 días. Luego, en el test masivo, yo di positivo y el resto de mi familia no. Me tocó estar encerrado en una habitación otros 14 días hasta que di negativo», cuenta David Valdés . «La mascarilla a veces resulta un poco pesada, sobre todo porque no podemos jugar al fútbol cómodamente. Lo bueno es que este año podemos ir a la piscina. El hecho de estar todos vacunados nos hace estar más tranquilos», puntualiza su amigo David Lorenzo.

Publicidad

«No estoy de acuerdo con eso que dicen de que los jóvenes somos los más problemáticos por no llevar mascarilla. En nuestro grupo siempre la llevamos puesta, excepto en la piscina y cuando hacemos deporte al aire libre. Hay señores mayores que a veces van sin ella y luego se quejan de nosotros», apostilla Luis. Hugo Fernández es de los pocos del grupo que no estaban inmunizados. Hace unos días recibió la primera dosis de la vacuna.

El pasado fin de semana Torrelobatón debería estar celebrando sus fiestas en honor al Beato Padre Hoyos. Como alternativa, el Ayuntamiento organizó una semana cultural con actividades seguras para todos. Los bares de la localidad han notado, y mucho, la cancelación de los festejos, aunque miran con optimismo al futuro. «Poco a poco vamos viendo color en la hostelería. La gente está empezando a salir y a hacer vida normal, aunque todavía con mucho respeto a la situación. Lo que ha pasado nos sirve a todos de experiencia. Tengo que ser positiva y pensar que, gracias a la vacuna, el año que viene podremos celebrar nuestras fiestas como todos merecemos», dice Raquel Domínguez, propietaria del bar Los Castillos. «La gente joven sale más, pero los mayores, aunque están vacunados, siguen con miedo. Ha sido un año y medio muy duro, pero tenemos que tirar para adelante para volver a la normalidad cuanto antes. Gracias a la gente joven, nosotros lo llevamos mejor», subraya Rosa Fernández, propietaria del mesón el Rincón de Daniel.

Publicidad

Aunque los vecinos se cortan a la hora de salir, sin embargo, el pueblo recibe cada vez más turistas. «Cumplimos con todas las medidas sanitarias de forma escrupulosa. Las oficinas de turismo nos hemos convertido en la vía de escape. Una vez que se abrió todo, se notó una especie de diáspora de las ciudades a los pueblos que seguimos manteniendo. El verano está transcurriendo con muchísima afluencia», concluye Lourdes Ortega, responsable de la oficina de turismo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad