Valladolid
Muere Óscar Morencia, el riosecano que no podía salir a la calle, tras casi dos años en su casaSu madre, Antonia Castaño, ha expresado con amargura y dolor que «nos hemos sentido olvidados, nadie nos ha hecho caso, como si no existiéramos»
Dignidad para vivir y dignidad para morir. Es quizás lo mínimo que puede pedir una persona en su paso por la vida. Es sin duda ... lo que deseó Óscar Morencia, de Medina de Rioseco, quien falleció a los 51 años al inicio de esta semana tras casi dos años sin no poder salir de casa después de que no se atendieran las peticiones de sus padres para recibir ayuda de alguien que supiese manejar la oruga salvaescaleras para acceder a la calle desde un segundo piso con más tramos de escaleras de los normales.
Publicidad
Dignidad para vivir tuvo este riosecano, que llevó una vida normal, con una infancia y una juventud junto a sus padres, Ignacio Morencia y Antonia Castaño, y su hermano, José Ignacio. Óscar Morencia asistió a clase en el colegio de San Buenaventura, disfrutó de las fiestas de San Juan con la peña Pájaro Loco, jugó al fútbol sala, fue primero cofrade y después mayordomo–en la Semana Santa de 2013– de la Hermandad del Sepulcro, aunque también fue hermano del Ecce Homo. Se casó y fue padre de su hijo, Raúl, que ya tiene 18 años y ha empezado a estudiar Biología en Salamanca. Todo ello hasta que hace cuatro años, en plena pandemia, toda esta vida de feliz normalidad se truncó cuando le fueron diagnosticados dos tumores cerebrales que le hicieron pasar dos veces por el quirófano, perdiendo la vista en casi su totalidad en la primera.
Casi sin vista, pudo salir a pasear acompañado de su padre, hasta que una caída en casa en el cuarto de baño y una posterior mala práctica en un traslado de la ambulancia que le llevaba a Valladolid a fisioterapia hicieron que acabara perdiendo la vista en su totalidad, además de, con el tiempo, quedar postrado en una silla de ruedas sin movilidad alguna. Al principio fue su padre, operado de cáncer de garganta con una traqueotomía, el que le bajaba a la calle en la oruga salvaescaleras, con alguna ayuda que se buscaba. Sin embargo, a sus 78 años, su padre, al que le ha visitado de nuevo el cáncer, no se veía ya capacitado para tan importante esfuerzo.
Óscar llevaba casi dos años esperando una ayuda que le permitiera que una persona le bajara a la calle y poder pasear, respirar el aire fresco del día y saludar a amigos y vecinos. Es posible que lo único que quisiera fuera sentirse vivo, y uno se siente vivo con los demás. Con su mirada triste, pero de aceptación, tenía un soplo de esperanza para conseguir algo que era posible, que podía haberle hecho sonreír de nuevo, con el solo consuelo de poder escuchar la radio, algunas veces cantando y con su gran afición al fútbol como forofo del Real Madrid. Óscar tampoco llegó a tiempo a la instalación de un ascensor en el edificio que vivía y para el que sus padres habían hecho un adelanto.
Publicidad
Ahora, su madre, Antonia, tras el funeral, reconoció, con gran tristeza y dolor, que se han sentido olvidados. «Nadie nos ha hecho caso, como si no existiéramos», señala para recalcar después lo sieguiente: «No he tenido ningún apoyo cuando he ido a pedir ayuda para mi hijo, no se han molestado, y eso es muy doloroso para una madre». Una ayuda que lleva pidiendo desde hace casi dos años, «llamando a todos las puertas, las más cercanas y las más lejanas, sin que nos hayan hecho ningún caso, solicitando a alguien que pudiera bajar a mi hijo a la puerta, y cuando lo ha hecho ha sido muerto». Además, expresó con amargura, el no haberse podido despedir de su hijo, con el que habló a las cinco de la madrugada del pasado lunes, antes de que por la mañana la mujer de ayuda a domicilio le encontrara muerto.
Óscar ha fallecido sin que nadie fuera capaz de que viera cumplido ese último deseo que tenía, aunque quizás sea mejor decir derecho. Algo que hace pensar que la situación que ha tenido y la de sus padres hagan tambalear el estado de derecho.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión