Valladolid
Hortelanos con siglos de tradiciónTorrelobatón fue un gran centro de producción de especies hortícolas. Hoy sus vecinos, a los que llaman 'cebolleros' continúan cavando sus huertas
Hasta principios de la década de los 40 del siglo pasado, Torrelobatón fue un gran centro productor de especies hortícolas. De hecho, ya en agosto ... de 1787, el Diario Pinciano, primer periódico que tuvo Valladolid, mencionaba que el «terreno de cerros» que rodeaba la villa, «era bastante húmedo y casi todo era de huertas y frutales». Allí, principalmente en las zonas de El Ejido y El Pisón, se cultivaban cebollas y coles. Aquel antiquísimo diario mencionaba también la existencia de 16 fuentes para regar los prados y cuyo sobrante aprovechaban los 7 molinos de harina con los que contaba la villa entonces.
Torrelobatón era, por tanto, un vergel y para sus habitantes, su relación con la tierra siempre ha ido más allá de la mera subsistencia. De hecho, a finales del siglo XVIII existía hasta un jardín botánico, en la zona denominada El Ejido. El cultivo de la tierra fue durante mucho tiempo motor de desarrollo del municipio, dejando un legado que se mantiene vivo en la actualidad. Exquisitas alubias, patatas, cebollas y repollos, salían durante todo el otoño y parte del invierno, con destino a Valladolid, Tordesillas y Medina de Rioseco, donde los productos de la huerta torreña eran muy apreciados.
Torrelobatón era un pueblo con clara fisonomía huertana, donde existían muchas y muy pequeñas empresas familiares, en las que todos colaboraban labrando la tierra. Hombres, mujeres y antaño también niños, se han afanado durante siglos para mantener viva esta tradición agrícola. Fueron varias las causas de la desaparición de las antiguas huertas que dieron carácter a este pueblo y enormes ingresos económicos. La principal fue la sequía vivida en los años 40 que obligó a abandonar las jugosas tierras de las márgenes del Hornija. También la rapidez del transporte por carretera, que en poco tiempo ponía los productos a la venta en los centros de consumo, mientras que en este pueblo el transporte se seguía realizando en carro o a lomo de caballerías y, sobre todo, la principal causa, fue el incremento de los regadíos que dio paso a otro tipo de cultivos, como la alfalfa. Quedan pocas de aquellas huertas de antaño en el pueblo, pero las que hay, se trabajan con ilusión y con gran empeño.
Jesús Gordoncillo, Toño Lorenzo y Julián Rosón, son tres torreños que forman parte de ese bucólico paisaje y paisanaje hortelano que hace siglos era mucho más habitual que en la actualidad. Cada día madrugan para acudir al terreno que los tres comparten. Unos 3.000 metros cuadrados en los cuales, una gran variedad de cultivos crece en perfecta armonía. Los pepinos, los tomates, los calabacines, las alubias, sandías, melones… forman un verde y perfecto manto, que los ayudará a mantener la despensa llena para buena parte del año.
Jesús lleva la huerta en su adn. Su abuelo materno era hortelano. Él ha dedicado toda su vida al oficio de sastre y tras su jubilación, cambió la aguja y la tijera, por el rastrillo y el azadón. «Mi madre, que actualmente tiene 106 años, todavía recuerda cómo de pequeña venía a echar una mano en la huerta para recoger patatas, alubias, cebollas y sobre todo, repollos», cuenta este veterano. «Estamos empezando a recoger las cebollas más tempranas y también las patatas. Da gloria trabajar en estos días, porque ves los resultados de muchas semanas de trabajo. Es una maravilla llevar a diario a casa una cesta de hortalizas bien frescas», continúa.
Su cuñado y compañero de fatigas Toño, es también un apasionado de hacer cerros y arrancar malezas. «Es un trabajo muy gratificante. ¡Mira qué hermosura!», comenta éste mostrando una enorme cebolla, que es el producto estrella de Torrelobatón. «Éstas son las cebollas matanceras, las típicas que se usaban para la matanza del cerdo. Son más chatas, grandes y tienen los cascos interiores muy gruesos. Su sabor y su aroma son espectaculares. No hay otras como éstas y como son tan famosas, a los torreños siempre se nos ha llamado cebolleros», comenta Toño. «Fíjate cómo serán de buenas, que en alguna ocasión hemos visto en mercados de Valladolid que anunciaban cebollas de Torrelobatón, pero no lo eran porque los hortelanos que las plantamos son para consumo propio», añade su cuñado Jesús.
Tenían terreno de sobra y por eso, decidieron compartirlo con su primo y amigo Julián. «Era mucha tierra para nosotros solos. Viniendo los tres, también es mucho más entretenido. Somos la alegría de la huerta», bromean ambos cuñados. «Somos jubilados, pero en lugar de quedarnos en la cama, queremos hacer alguna actividad que nos entretenga y nos mantenga activos. Por eso venimos a cavar, que nos encanta. Nos ahorramos el gimnasio y hacemos ejercicio con el azadón», bromean.
Así que desde hace unos años, Julián acude a diario a cavar con brío, aumentando así la producción de la huerta, que abastece a tres familias. «Es un oficio que me encanta. Lo disfruto muchísimo. Me mantiene la mente ocupada y el cuerpo en forma. Es una pena que se perdieran tantas huertas como había antaño. Ahora todos esos terrenos se dedican a la producción de alfalfa», comenta Julián, que es el más madrugador de los tres porque «el calor no le hace bien».
A media mañana, dejan descansar la azada y se disponen a almorzar, una tarea obligada para estos hortelanos. Lo hacen bajo la sombra de una parra y junto al pozo que riega el terreno. Una tortilla, embutido y unos torreznos suelen ser el maridaje perfecto para cada jornada de trabajo. «No damos abasto para consumir todo, por eso, damos productos de la huerta a toda la familia y amigos. Las alubias verdes las congelamos y tenemos para todo el año. Lo mismo pasa con los puerros, la calabaza, los ajetes, pimientos y calabacín. Las cebollas y las patatas también nos dan para muchos meses», comentan estos tres hortelanos. «Hay muchas circunstancias que nos animan a venir a la huerta a diario. Llegamos a la huerta ansiosos por ver si ha pasado algo en la huerta, si hay que regar con el agua del pozo, ver si lo sembrado ha agarrado… Con esto no ganamos dinero, pero estamos a gusto», dice Toño.
Ellos mismos se autoabastecen de la mayoría de las semillas, para ello, eligen los mejores ejemplares, los más grandes, los más regulares, sanos…etc. con el fin de ir poco a poco mejorando la planta y conseguir una excelente cosecha. «En febrero hicimos un semillero de cebollas autóctonas de Torrelobatón, que ahora mismo están en flor. De cada flor pueden salir cientos de cebollas. Con los tomates, ocurre lo mismo. Cogemos semillas de los mejores y las guardamos. De esta manera, tenemos tomates que rondan los 700 gramos. Eso sí, son los que más se hacen de rogar. Hasta bien entrado el verano, no podemos disfrutar de ellos», presume Julián.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión