Borrar
Fernando Villa, Manuel Fontecha y Jesús Calvo, con la furgoneta. M. G. M.
Coronavirus en Valladolid: «Todos tenemos que aportar, porque si no, esto no lo sacamos adelante»

«Todos tenemos que aportar, porque si no, esto no lo sacamos adelante»

Fernando Villa, Manuel Fontecha y Jesús Calvo, operarios municipales, trasladan a los sanitarios, desinfectan calles y ayudan en los entierros

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 2 de mayo 2020, 08:30

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

San Cristóbal es el patrón de viajeros, conductores y transportistas porque, según cuenta la tradición, se dedicó a ayudar a los caminantes a cruzar un río gracias a su gran altura y fuerza. Es quizás esta voluntad de ayudar a los demás, de tener empatía, la que se esconde detrás del trabajo diario de miles de personas que, junto a sus obligaciones profesionales, suman el riego constante de poder contagiarse con el coronavirus. Un riesgo que corren los operarios del Ayuntamiento de Medina de Rioseco Manuel Fontecha y Fernando Villa, que están a disposición del personal del centro de salud de la localidad para llevarles a atender las citas no urgentes a domicilio, tanto de Rioseco como de la comarca, con el vehículo de la Diputación de Valladolid que hasta hace casi dos meses se usaba para desplazar a los alumnos del taller ocupacional.

Manuel Fontecha reconoce que las dos primeras veces que hizo un traslado sintió temor al ver al médico y al enfermero con sus equipos de protección individual, que es doble si acudan a tratar un posible caso de coronavirus. Ahora ya «voy sin miedo, y cuando estás en la furgoneta se te olvida todo». Aunque con la preocupación de infectarse, Fontecha tiene claro que «ahora más nunca hay que ser altruista y según está la situación hay que mirar por los demás, hay que tener empatía».

«La gente se tiene que volcar más y ser más solidaria, porque la situación lo requiere»

Fernando Villa

A esta labor de llevar a los sanitarios, Manuel Fontecha une la no menos peligrosa de recoger a diario las bolsas de basura de las puertas de los domicilios en los que hay personas aisladas por padecer la enfermedad. Un trabajo que también tiene sus pequeñas satisfacciones, como recibir el aplauso de los vecinos. Cuando lo experimentó por primera vez, «se me saltaron las lágrimas». Fontecha sabe que es un trabajo que alguien tiene que hacer, por lo que es «mi particular granito de arena para que esto sea más llevadero». En este sentido, envía a la sociedad el mensaje en el que coinciden sus compañeros de que «todos tenemos que aportar, porque si no, esto no lo sacamos adelante».

Fernando Villa es el otro trabajador del Ayuntamiento de Medina de Rioseco que también está pendiente –las 24 horas del día– de que suene el teléfono del centro de salud, para llevar a médicos y enfermeros a las visitas domiciliarias. Villa recuerda que la primera vez tuvo cierta incertidumbre, pero los sanitarios le hicieron ver que no se preocupara, pues no era a un caso de coronavirus. Es seguro que para llevar a cabo esta labor, en Fernando Villa hayan pesado sus 33 años como voluntario de Cruz Roja, cuya asamblea local contribuyó a fundar junto a Manuel Vián y Araceli Lobato, para los que tuvo un especial recuerdo al haber fallecido. En la actualidad es su vicepresidente, y en estos días de pandemia ayuda al reparto de alimentos a familias necesitadas de Rioseco y otras localidades de la zona, cuyo número se ha incrementado de forma ostensible con llamadas al 012. Al hilo de esto, Villa constata que «es muy duro tener que pedir alimentos».

«Ahora más que nunca hay que ser altruista y mirar por los demás, tener empatía»

Manuel Fontecha

El empleado municipal y voluntario de Cruz Roja indica que «la gente se tiene que volcar más y ser más solidaria, ya que la situación lo requiere». Y recuerda que ha estado «en contactos con casos de sida, ibas protegido, como lo voy ahora con el coronavirus, pero lo que prevalece siempre es tu espíritu solidario». Por eso aplaude a las personas que se han ofrecido como nuevos voluntarios de la organización. Una solidaridad que también se puede llevar a cabo mediante la donación de alimentos o la aportación económica, «porque la situación poco a poco va empeorando con más familias necesitadas», explica Fernando Villa.

Son «los más desinfectados»

Otra de las funciones del trabajo diario de Villa es desinfectar todos los días las calles y el mobiliario urbano, tanto en Medina de Rioseco como en Palacios de Campos Lo hace desde el camión del Ayuntamiento que conduce Jesús Calvo, quien también ayuda a su compañero a desinfectar desde el suelo cuando hace falta. Calvo reconoce con simpatía que «somos los más desinfectados, porque cuando cambia el aire, nos viene encima todo lo que se pulveriza». Por eso no es de extrañar que cuando llega a casa su esposa le haga ver que trae un intenso olor a lejía.

Mientras que llega el tan ansiado fin de la pandemia de coronavirus y el retorno a lo que llaman la nueva normalidad, siguiendo el ejemplo de su patrón San Cristóbal en ese ir y venir ayudando a la gente a pasar de un lado a otro del río, Manuel Fontecha, Fernando Villa y Jesús Calvo ponen su granito de arena, dentro de sus obligaciones profesionales, para hacer frente a la covid-19. Cuando llegue el fin de todo, los tres trabajadores volverán a hacer sus trabajos municipales, siempre al servicio del ciudadano.

«Lo piensas y te imaginas que te puede pasar a ti, que estés solo y no te pueda acompañar la familia»

Jesús Calvo y Manuel Fontecha también se encargan, junto a otros compañeros municipales, de realizar los entierros en un trabajo que «es durísimo, muy triste». En el cementerio riosecano ya se han enterrado varias personas con coronavirus, que murieron en otras ciudades pero tenían sepultura en la localidad. Calvo asegura que, pese a llevar los equipos de protección y saber que el féretro viene precintado y el cadáver lleva varios sudarios estancos, tiene temor, ya que «lo puedes coger y tienes una familia a la que puedes contagiar». El trabajador del Ayuntamiento, de 63 años, recalca lo triste de cada momento, y recuerda que en un entierro uno de los familiares les pidió quedarse un poco más para despedirse si no les parecía mal, «porque creemos que es mi padre», a lo que accedieron hasta que oyeran tocar la campana que hay a la entrada del cementerio, durante el tiempo en que se quitaban los equipos de protección.

Calvo señala que se hace duro ver a los pocos familiares que pueden acudir, sin el apoyo de amigos y conocidos, algo que era normal antes en los entierros. Entonces «lo piensas y te imaginas que te puede pasar a ti, que estés solo y ni siquiera te pueda acompañar la familia».

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios