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Varias personas revisan la ropa reunida para su trueque en El Penicilino Rubén V. Justo
Una ONG promueve el intercambio de ropa usada para evitar la basura textil en Valladolid

Una ONG promueve el intercambio de ropa usada para evitar la basura textil en Valladolid

Sodepaz celebra en El Penicilino una jornada de trueque para reducir el número de prendas que acaban en el vertedero

rUBÉN V. JUSTO

Domingo, 16 de diciembre 2018, 21:15

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La industria textil es el segundo sector que más contamina en el mundo. Solo el petróleo la supera, según los últimos datos de Naciones Unidas. Por esa razón, la organización vallisoletana Sodepaz Valamil ha puesto en marcha una programa de trueque de ropa usada en el céntrico bar El Penicilino. Con la iniciativa, pretende concienciar del impacto medioambiental que generan los casi 6,2 millones de basura textil que se vuelcan cada año sobre los vertederos de la provincia, según las estimaciones de población y residuos de ropa.

Entre los cafés y cervezas de media mañana, en el bar podían avistarse percheros repletos de chaquetas, jerséis y camisetas. Rocío Berciana se enteró de la propuesta gracias al anuncio que hizo Sodepaz a través de su página de Facebook. La idea le resultó atractiva porque, en su opinión, contrarresta una tendencia social «de gran consumismo». Y es que para la vallisoletana, esta iniciativa evita gastos innecesarios al «permitir que la gente pueda reutilizar la ropa que otros no quieren».

Pero la acción no surge únicamente como una medida para frenar las consecuencias negativas del despilfarro sobre la economía doméstica. La organización pretende concienciar de que la compra de ciertos artículos generan contaminación y favorecen la explotación laboral –a veces infantil– en otros países.

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Sodepaz es una una oenegé laica y de aires independientes que surgió hace 30 años. Se presenta como una organización que lucha «para la emancipación de los pueblos oprimidos». Al frente de ella está Silvia Iglesias, una mujer que interpreta el comercio justo como una «alternativa viable para adquirir las prendas de vestir». Y es que a la vallisoletana le toca la fibra sensible la desigualdad social entre oriente y occidente. Para ilustrar su ideas, en más de una ocasión, recordó el derrumbamiento del edificio Rana Plaza en Bangladesh. Un suceso que segó la vida de mil personas –muchos de ellos niños– y que clarificó la situación de explotación laboral que se producen en algunos países de Asia.

Pero en un intercambio, no vale todo. Para poder proceder al trueque las prendas deben estar en «perfecto estado», porque la iniciativa «no surge con la idea de que el Penicilino sea un punto limpio, sino que se busca que la gente tenga el hábito de intercambiar». La ropa infantil que no encontró nuevos usuarios se donó al colectivo vallisoletano que lucha por la defensa de los derechos de los refugiados, Accem. El resto, se entregó a distintas entidades, como el Grupo Solidario Viana de Cega. En palabras de Iglesias, «la reflexión de jornada es que si dejas más de lo que te llevas es que realmente no necesitas esa ropa».

Diez años de agua

Según Sodepaz, para confeccionar un vaquero se utiliza la cantidad de agua que un humano bebe en diez años: 7.000 litros. La elaboración, lavado y el desecho del textil derivan en el 20% de todos los tóxicos que se vierten en los mares y océanos. Pero reducir el vertido de tóxicos sobre el mar no es el único argumento que presenta Sodepaz para animar a la gente a que proceda a intercambiar piezas de su atuendo. Según afirman, la mayoría de las prendas –un 80%– proceden de talleres ubicados en Asia, «con explotación, infantil y salarial».

La última razón que esgrime el colectivo para emprender iniciativas de este calado es que «el tiempo de uso que le damos a las prendas ha disminuido un 36%, y el 40% de ellas no se llegan a usar». De hecho, en el evento pudieron verse muchas chaquetas, camisetas, pantalones, jerséis y calcetines con la etiqueta aún puesta. Silvia Iglesias, representante del colectivo, espera que en el futuro pueda popularizarse el intercambio de prendas de cara a restar el impacto medioambiental y reducir.

Parte del Mercado de comercio Justo en Plaza España R. V. J

La plaza de España plantea una alternativa al mercado navideño

En la plaza de España, varias entidades quisieron demostrar que existen distintas opciones a las compras navideñas. El evento –titulado 'Comercio responsable versus despilfarro navideño'– reunió a ocho organizaciones locales que ven en el comercio justo y en la economía circular una alternativa a los negocios más tradicionales. Bajo ese pensamiento se agruparon todo tipo de artículos: libros, ropa, mermeladas e incluso una degustación de chocolate pacari, un compuesto de cacao biológico que proviene de Ecuador y que ha recibido varios reconocimientos gastonómicos de alcance internacional.

José Antonio, portavoz de la Plataforma Comercio Justo, anotó que la iniciativa busca «ayudar a que las comunidades den más salida a los productos» y a «eliminar las barreras de entrada». A su vez, destacó que no están en contra del mercado navideño, pero sí opinan que existe «cierto derroche» durante estas fechas.

Otro de los objetivos de la cita fue comercializar bienes elaborados por personas que han recibido un salario digno. Es el ejemplo de las mochilas que comercializa la onegé Proyde y que han sido elaboradas por mujeres centroamericanas a través de la reutilización de bolsas de basura. Según sostienen voces de Proyde, «el beneficio es sobre todo social».

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