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Los apicultores Miguel Martínez, Antonio Vicente y Ponciano de la Viuda cuidan de las colmenas en la finca Matallana, de la Diputación. Gabriel Villamil

La «óptima y tardía» floración dejará este año una media de tres kilos más de miel por colmena

Los apicultores se hacen en parte cargo de los enjambres que retiran este año los bomberos y que les ayudará a reforzar su colmenar

Lorena Sancho Yuste

Valladolid

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Sábado, 11 de agosto 2018, 17:09

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Hace cerca de medio siglo, siendo apenas un adolescente, Miguel Martínez atendió a la petición de su padre: «Tengo hernia discal y no me puedo hacer cargo del colmenar que tengo. O te haces responsable, o no podemos seguir con él». No lo dudó. Y con solo 14 años decidió estrenarse en su ahora apasionante afición a la apicultura. Han sido varios los enjambres retirados, varias las colmenas creadas y vigiladas, numerosas las picaduras recibidas y múltiples las anécdotas que en todos estos años ha acumulado en su dilatada experiencia como apicultor. Pero jamás había conocido un año similar a éste, en el que los bomberos de Valladolid y de la provincia casi no dan abasto en la retirada de enjambres que han creado colonia en los lugares más recónditos. «Nunca llegó a tanto, jamás», resume tajante el ahora presidente de la Asociación Provincial Vallisoletana de Apicultores, que aglutina a 192 socios.

En las lluvias que regaron la primavera vallisoletana, la óptima temperatura posterior y la gran floración que brotó, incluso algo tardía, desbordante de alimento y aromas encuentran los apicultores la respuesta al elevado número de abejas que este verano han generado cerca de 200 alertas a los servicios de emergencia para que los bomberos y especialistas en la materia acudieran a retirar enjambres. «Como la floración ha sido tardía, el campo sigue teniendo alimento», precisa Miguel Martínez.

Y son las buenas floraciones y el consiguiente «buen alimento» que han tenido las abejas lo que precisamente contribuirá a que este año la producción de miel en la provincia se vea incrementada unos tres kilos de media por colmena. No son cifras exactas, pues las primeras catas de este dulce producto se están empezando a realizar estos días, pero la previsión es que si lo habitual hasta ahora era que cada colmena produzca entre 10 y 15 kilos de media, este año se pueda llegar a 18 kilos. «Hablamos de que es algo muy irregular, pero este año el campo estuvo óptimo, hubo buenas lluvias que trajeron buenas floraciones y buen alimento para las colmenas, con lo cual, podremos hablar de 17 ó 18 kilos de media», puntualizan desde la Asociación Provincial Vallisoletana de Apicultores, con cálculos también de Antonio Vicente, secretario de la misma.

La provincia podría albergar alrededor de 4.000 colmenas, que a su vez están reunidas en unos 250 colmenares, de tal forma que la producción anual media ronda normalmente los 60.000 kilos de miel. Y sin embargo, pese a que el número de enjambres parece este año mayor, en apicultura descartan que la producción de miel se incremente por el mayor número de abejas. «Muchos, sobre todo los últimos enjambres aparecidos, ya no son viables, no se han desarrollado bien porque son tardíos. La producción crece porque el alimento es mejor», precisan.

Refuerzo de colmenas

¿Qué ocurre no obstante con todos aquellos enjambres que los bomberos de Valladolid y de la provincia han retirado en lo que va de año? Según matiza el diputado responsable del Servicio de Extinción de Incendios, Guzmán Gómez, cuentan con un grupo de apicultores a los que avisan; primero para que acudan a retirar aquellos a los que no pueden llegar los bomberos, y después para que incorporen los enjambres a sus colmenas. Entre ellos está la asociación provincial, que contacta con los socios para conocer quién de ellos quiere reforzar su colmenar. Para ello, en ocasiones tienen que ir a retirar el enjambre, que en muchas ocasiones presenta una falsa alarma al ser confundido con un avispero. En el caso de que sí sea más o menos viable, lo meten en una caja y se lo llevan a su colmenar. «Pero eso no quiere decir que se incremente, porque después tienen que pasar el invierno, y esa es una tarea complicada», advierte Miguel Martínez.

Una de las últimas técnicas aplicadas trata de intensificar la alimentación de las abejas en el mes de octubre, con líquido estimulante a base de agua, azúcar y proteína que ayuda a la reproducción y procura que las abejas jóvenes puedan superar el invierno mediante la formación de una colmena fuerte. De esta forma, los enjambres incorporados este verano podrían contribuir a reforzar los colmenares del próximo. Pero ese resultado no se podrá conocer hasta finales de febrero del próximo año, después de invernar.

No obstante, los apicultores reciben con los brazos abiertos este refuerzo de abejas, pues en los últimos años aseguran que son numerosas las bajas que tienen en sus respectivos colmenares. Una incidencia que relacionan con algún producto de los que se vierten en el campo, principalmente insecticidas, y que en un futuro, de no poner solución, advierten de que podría poner en peligro la población de este insecto. «Si se mantienen las colmenas está claro que es gracias a los apicultores», denuncian desde la asociación.

Es actualmente la apicultura una afición que esta asociación constata que empieza a resurgir tras unos años de parón. De hace diez años a ahora, el perfil del aficionado al mundo de las abejas ha cambiado. Ahora son jóvenes y muchas mujeres las que se incorporan a la apicultura. Algunos como forma de redondear la economía agrícola. Otros por mera afición. Eso sí, siempre con el cuidado oportuno, pues son varios los socios que han tenido que aparcar sus panales por precaución ante las picaduras de estos insectos y presentar una reacción alérgica.

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