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Los obradores de los conventos endulzan el fin de semana amadrinados por la Virgen de las Angustias
Éxito del certamen organizado por la cofradía penitencial donde se han vendido más de 30.000 lotes de dulces, con ingredientes de primera calidad y elaborados con recetas ancestrales al amparo del sosiego y paz monacal
«La dulzura conventual es mutua». Las hermanas de los cenobios vallisoletanos participantes en la feria anual de venta de los afamados dulces coinciden ... en señalar que sus exquisiteces suponen un sustento muy importante para sus casas y los compradores aseguran que poner estos dulces en sus mesas es como llevar a sus hogares un aura «de espiritualidad, amor y paz». La sede de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias ha acogido este fin de semana la XII Feria de Dulces Conventos donde un total de nueve comunidades religiosas han vendido desde las refinadas pastas de té y delicadas galletas hasta las deseadas magdalenas y mantecados para el desayuno, sin olvidarse productos más navideños como turrones o mazapanes.
Esta feria monacal es un imprescindible en el calendario vallisoletano. Cada año suma nuevos adeptos, hasta el punto de que desde la cofradía revelan que en estos tres días de certamen han pasado por su Salón de Pasos más de 10.000 personas que se traduce, de media, en más de 30.000 artículos vendidos sobre un total de 70 dulces referencias. Y es que siempre hay un goloso para tan deliciosa oferta, como indican desde la hermandad, quienes se muestran especialmente felices de poder colaborar de esta manera con el sustento de los conventos vallisoletanos donde la falta de vocaciones es uno de sus «mayores hándicaps» en la actualidad. Así, con el paso de los siglos y del secreto de recetas casi ancestrales, realidad religiosa y disfrute culinario comparten espacio en las mesas y en la querencia vallisoletana ante los sentimientos mutuos e indisolubles de convivencia entre la sociedad civil y la conventual.
Los conventos y monasterios participantes reconocen que estas últimas semanas han sido de mucho trabajo, «tanto o más como en las propias navidades debido a que esta feria significa más de un 20% de nuestras ventas anuales», confirman desde el Monasterio de Santa Isabel de Hungría, que han vendido en esta feria numerosas bolsas de rosquillas, mantecadas, sobaos o magdalenas… Aunque recuerdan también que su producto más demandado a diario son los ochos de chocolate y las palmeras, además de exquisitas empanadas de atún. «Es una feria que a nosotras nos ayuda en muchos sentidos y con la que también hacemos misión para evangelizar, para hacer visible nuestro trabajo, nuestro carisma y nuestra vida religiosa», comenta sor Isabel de la Trinidad, quien explica que el éxito de su cocina es la utilización de una materia prima de primera calidad además de «mucho cuidado, mimo y cariño», siguiendo las mismas recetas de antaño.
Voluntarios de Las Angustias
Además de clarisas… También han participado en esta feria órdenes Concepcionistas, Carmelitas, Cistercienses o Agustinas. Todas con la característica común de integrarse en la vida de la capital a través de sus creaciones «que también saben a oración y llevan impregnado y espolvoreado uno de los ingredientes más necesarios en estos tiempos: conciliación y amistad». Tantos conventos como recetas y creaciones con presencia mayoritaria de la capital pero también provenientes de Viana de Cega, Cigales, Tordesillas o Medina del Campo. Una fe y un dulce resultado que vertebra capital y provincia con un notable éxito de ventas que ha estado respaldado por la colaboración de cerca de un centenar de voluntarios de la Penitencial de las Angustias para atender los puestos dado que, mayoritariamente, los conventos son de clausura y, por tanto, las monjas no podían atender directamente estos puestos.
Pero con el éxito confirmado de esta feria, lo cierto es que las hermanas recuerdan que sus tornos continúan abiertos para continuar ofreciendo sus productos en estas fechas navideñas con amplia variedad de turrones, mazapanes, almendrados o la cada vez más demandada sopa de almendra. También el resto del año para completar los desayunos o los postres en días de fiesta y celebraciones familiares insistiendo, en este sentido, que un dulce bocado ayuda a una mejor conversación, a un mejor entendimiento y unas mejores relaciones personales».
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