Patricio Duque: «En la nevada de 1971 la Casa de Socorro no daba abasto para atender caídas»
Ex policía municipal de Valladolid,
Son muchos los que tienen grabado en su mente la curiosa estampa del Pisuerga congelado a su paso por Valladolid. Corría el año 1971 y ... la provincia alcanzó la temperatura más baja de su historia. El 3 de enero, el mercurio marcó -18,8ºC en el observatorio de Villanubla. A sus 83 años, Patricio Duque Mazón lo recuerda bien. En sus 42 años de servicio en el cuerpo de la Policía Municipal, dice que no ha visto cosa igual. «He trabajado durante el mandato de 11 alcaldes y 8 jefes de policía, así que he vivido mil anécdotas que merecen ser contadas», arranca este veterano.
Uno de los episodios más complicados que recuerda de su larga vida profesional fue el temporal de frío, nieve y hielo de aquel enero de 1971. «Después del día del año, nevó una barbaridad. Pero la nieve no fue lo peor. Lo peor fueron las heladas que hicieron que las calles parecieran un cristal. Hubo muchísimos resbalones y caídas y, por tanto, muchos esguinces y roturas de hueso. La Casa de Socorro, que entonces estaba en la calle López Gómez, no daba abasto para atender a todos los peatones que acudían con lesiones. Desde la policía estuvimos muy atentos para colaborar como buenamente se podía, porque los medios eran muy limitados. Cuando en la policía recibíamos un aviso de una caída, acudíamos en nuestros coches, que en aquel momento eran Land Rover, para llevar al ciudadano donde procediera. Bien a la Casa de Socorro o al hospital. Tampoco podíamos hacer mucho más», cuenta.
La mayor actividad que se veía en las calles en aquellos días blancos, era la de los vecinos que sacaron a relucir sus palas para apartar la nieve. «Entonces no había máquinas quitanieves», aclara este policía jubilado hace 18 años. «La vida era totalmente distinta a la de ahora, tanto para los ciudadanos, como para los policías. No había medios ni para poder andar, ni para circular, ni tampoco para servir. Todo se paralizó. Los colegios permanecieron cerrados y hasta el pan se dejó de repartir». Según relata, era el servicio de limpieza del ayuntamiento el que se encargaba de echar sal en las calzadas y aceras. «Iban con un camión tirando cubos de sal allí donde había nieve acumulada o hielo. Yo entonces vivía en el barrio de los Pajarillos y aquello estaba completamente intransitable. Allí no llegaba la sal. Sólo se tiraba por el centro de la ciudad».
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