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Una clienta sale del restaurante Martín Quiroga mientras otras aguardan su turno sentadas y al fondo un grupo espera de pie. Rodrigo Jiménez

Valladolid

«Locura» por el restaurante Martín Quiroga: hasta 21 horas de cola para conseguir reserva

La pasión de sus incondicionales va a más, impulsada por el premio al mejor establecimiento hostelero de Castilla y León, y llena en pocas horas las mesas para los fines de semana de 2026

Martes, 4 de noviembre 2025, 19:28

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«Es una locura. El año pasado se batió un récord, que fue que el primero llegó a las tres y cuarto de la madrugada, y éste ha sido a las 12:00 de la mañana del lunes. Y hasta el martes a las 9:00 no abríamos», explicaba todavía sorprendido –pero sobre todo «muy, muy agradecido»– Nicanor Martín Quiroga, el artífice junto a su hermano Marcos del pequeño restaurante de Valladolid que bautizaron con los apellidos de ambos hace más de una década (lo abrieron el 2 de diciembre de 2011).

Cocineros autodidactas o «callejeros», como suelen decir, llevan la friolera de «40 años dedicados a la hostelería», pero el MQ es su primer negocio propio «y espero que el último, porque al parecer va bien», según expresaba con gracia Nicanor. La prueba más evidente han sido una vez más las largas colas de hoy delante de su local de la calle San Ignacio, 17 para conseguir mesa para 2026, puesto que siguiendo su costumbre el primer martes de noviembre abren el libro de reservas para el año siguiente.

La pujanza del fenómeno Martín Quiroga, con el impulso adicional del reciente Premio al Mejor Restaurante de Castilla y León, ha marcado un nuevo hito en la trayectoria ascendente del establecimiento: hasta 21 horas de guardia ha hecho el que estaba en cabeza para garantizarse los días deseados, el triple de tiempo que su homólogo de 2024. Así las cosas, no es extraño que haya aprovechado el turno. «Por lo menos ha hecho 80 reservas», decía una testigo presencial, es de suponer que no solo para él sino también para otros. Es más, ha habido quien ha acudido a hacer la gestión por encargo de otra persona a cambio de un precio.

Sea como sea, lo cierto es que el éxito de esta fórmula no deja de maravillar a los dueños del negocio. «Nosotros alucinamos y estamos agradecidos, obviamente», reitera Nica, que insiste en que «estamos encantados siempre por el esfuerzo que hacen los clientes por venir». De hecho, en torno a las 13:30 horas se había cubierto la práctica totalidad de las plazas para los fines de semana. ¿Se plantean mudarse a un lugar más grande? «No», responde rotundo el portavoz de los hermanos, que defiende que «si algo funciona, no hay que cambiarlo». A esto añade la dificultad para conseguir personal «que quiera trabajar, que es el gran problema que tenemos en esta profesión y en otras».

A falta de más espacio –solo hay cuatro mesas– a los incondicionales no les queda otra que armarse de paciencia una vez al año, y entre las que nunca fallan está Alicia Martín. Su marido acudió a hacer guardia a las 3:30, dos horas antes que el año pasado, equipado con una manta para el frío y una silla para la espera, y a pesar del madrugón «cuando llegó ya era el noveno». Ella le dio el relevo a las 8:45 y hasta las 12:30 no entró a hacer sus reservas. Para entonces la mayor parte de las comidas de los sábados estaban completas, «porque los primeros copan todos los fines de semana», pero aun así estaba satisfecha de haber podido encontrar hueco para festivos como el 23 de abril, en fechas próximas a los cumpleaños de sus dos hijos, a los que «les gusta muchísimo», e incluso para dar una bonita sorpresa a sus amigas un viernes de marzo.

Marcos Martín Quiroga atiende a dos clientas libro de reservas en mano. R. J.

En el caso de Pelayo, un gaditano que lleva cuatro años trabajando en la ciudad, las mesas que esperaba conseguir no solo eran para él, sino también para hacer frente a compromisos de empresa, porque «se come muy bien y no es caro». Había llegado a las 5:30, era la tercera vez que acudía y por eso conocía a muchos de los habituales, con los que compartía café y cañas para amenizar la espera y con quienes tiene incluso un grupo de WhatsApp. A su lado Alberto Domínguez, otro aficionado al MQ que en esta ocasión había acudido más tarde que de costumbre por motivos de trabajo, coincidía en la «buena relación calidad precio» y destacaba platos como «el rabo de toro al vino tinto, los ceviches, los tartares y, según la temporada, las setas, la caza, los calçots o las almejas», no sin lamentar que «cada año es más difícil reservar».

Un sentimiento en el que coincidía unos metros más allá Ana Raquel Calleja, que después de nueve horas en la puerta –a pesar de haber adelantado la llegada a las 4:40– comenzaba a plantearse si en el futuro no será mejor «pedir la comida para llevar», a sabiendas de que el restaurante tiene como valor seguro «la materia prima, que es de gran calidad y muy bien cocinada, perfecta». Entre sus favoritos están «el rodaballo, los chipirones, y la palometa», que disfruta en compañía de su familia. Ahora bien, lo que más aprecia es «la simpatía de los dueños». «Son muy amables, no dejes de ponerlo, por favor», insistía, secundada con gestos de asentimiento por todos los que estaban a su alrededor.

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