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La profesora Blanca Autrán enseña los días de la semana en lengua de signos a alumnos de segundo de Infantil. Alberto Mingueza
Innovación en el aula para hacerse oír

Innovación en el aula para hacerse oír

El Colegio San José adapta sus clases a nuevos alumnos con dificultades auditivas tras la integración de los escolares procedentes del Niño Jesús, que cerró sus aulas en junio

Víctor Vela

Valladolid

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Jueves, 1 de enero 1970

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La clase de Naiara (segundo B de Infantil en el colegio San José) ha aprendido a cantar con la boca cerrada, a entonar con dedos además de gargantas, a convertir la melodía en gestos y a que «sus manitas de trapo» sean capaces de hablar. «¿Hacemos la de los días de la semana?», propone Blanca Autrán, la profesora. Y los peques, apenas cuatro añitos, dicen lunes con golpes del índice y meñique de una mano sobre el puño cerrado de la otra, martes con la palma abierta sobre el puño contrario, sábado como una caricia que se pasea por la mejilla. Los días de la semana todos con lengua de signos. El ejemplo de que algo ha cambiado este curso en el San José.

El colegio se acaba de estrenar como centro de integración de niños con déficit sensorial auditivo, al asumir a los cerca de 150 alumnos que hasta el curso pasado estudiaban en el Niño Jesús, clausurado después de que la congregación que lo gestionaba (la compañía de las hermanas del Niño Jesús) anunciara en diciembre que no podía mantenerlo por la sequía de vocaciones. Entre ellos, hay treinta estudiantes con dificultades auditivas. Los hay con audífonos, con implante coclear, con una necesidad especial de atención que ha llevado al colegio San José a modificar sus pautas de trabajo, a formar a profesores, a implicar a alumnos para que las aulas no se conviertan para nadie en un ambiente hostil. Entre estas medidas está, por ejemplo, esa canción de los días de la semana con la que los más pequeños aprenden la lengua de signos. Apoyo visual como refuerzo oral.

«Estamos desde enero trabajando en el proyecto», explica Carlos Entrambasaguas, director del Colegio San José. Ha sido precisa no solo la adaptación de las aulas, sino también el diseño de una red de clases de apoyo y la figura del profesor de referencia (en algunos casos es necesario un segundo docente en el aula) para una mejor atención.

Discriminación auditiva

Marta Esteban es una de estas profesoras de apoyo, llegada desde el colegio Niño Jesús. «Para los niños con hipoacusia, trabajamos mucho la discriminación auditiva, que sean capaces de diferenciar los sonidos de la vida cotidiana (el motor del coche, el pitido de los semáforos) y que ese bullicio no contamine la recepción del mensaje», cuenta Esteban. En una clase, eso se traduce en el movimiento de sillas, el barullo del trabajo en grupo, en los cuchicheos. «Además, es importante el refuerzo desde un punto de vista emocional. En ocasiones, por esas dificultades auditivas, se sienten más vulnerables, aislados. A veces se ríen porque todos sus compañeros lo hacen, aunque no hayan entendido el porqué. Es importante también trabajar eso. Insistirles en que, si necesitan algo, tienen que pedir ayuda al profesor, pero también a sus compañeros».

Para eso, la implicación de los estudiantes es vital. El aprendizaje de palabras en lengua de signos es un apoyo. Pero no es el único ni tampoco el más importante (porque la mayoría de estudiantes con dificultades auditivas tampoco lo necesita ni usa a diario). Así, se ha puesto más énfasis en otras cuestiones. Los alumnos con problemas de audición se sientan en las primeras filas. Los profesores saben que han de hablarles de frente, que deben controlar el nivel de ruido en el aula, que han de mantener una iluminación adecuada para que puedan leerles los labios. Y, en algunos casos, los docentes imparten clase con emisores y micrófonos, sintonizados con los audífonos del escolar. «Esto es importante porque si el sonido no llega o llega distorsionado, el alumno puede tener problemas no solo para recibir la lección, sino también de ortografía o lectoescritura», indica Entrambasaguas. Hay otras medidas que se han tenido en cuenta. «Por ejemplo, si se pone un audiovisual en el aula, hay que cerciorarse de que el audio llega bien. Y si no, se pueden utilizar otros recursos, como destacar por escrito los datos más importantes», indica Blanca Autrán. También en el comedor escolar se cuenta con personal de refuerzo. «En educación hay pocas certezas, pero una clara es que se aprende lo que se vive. Y esta experiencia será buena para todos», concluye el director.

Incertidumbre en las familias, normalidad en los alumnos

Elena y Teresa se han conocido este curso. La primera viene del Niño Jesús, es una de las alumnas con dificultades auditivas. La segunda ya estudiaba en el San José. Ahora comparten pupitre. «Somos amigas», dicen en el patio. «En este colegio hay más gente, es mucho más grande, pero todo va muy bien», dice Elena, sorprendida los primeros días por la inmensidad del lugar. «En realidad -cuentan los profesores- los chavales han vivido el proceso con mucha normalidad». La mayor incertidumbre recaía en sus familias. Adela Pereda es la madre de Elisa (tercero de Primaria) y Carlos (tercero de Infantil). «Cuando empezaron los rumores de que el Niño Jesús cerraba, lo vivimos con temor. Aquel era un colegio pequeño, como una familia, con una red de apoyos importante». Llevaba cincuenta años de historia educativa. «Nos daba miedo perder esa cercanía... pero la acogida ha sido muy buena», indica Pereda. Silvia García, madre de Paula (cuarto de Primaria) y Emma (tercero de Infantil), es una de las veteranas del San José: « Yo estudié lengua de signos y me parece una experiencia muy buena que los niños, desde pequeños, la aprendan a utilizar, aunque sean unas pocas palabras, porque es un conocimiento que les ayuda a aprender de los demás».

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