Un joven camina hablando por teléfono en Valladolid. A la derecha, Soraya Gijo, jefa de Psiquiatría Infantil del Clínico. A. M. / R. J.

Valladolid

El Hospital Clínico atiende todas las semanas «varios casos» de acoso escolar, la mayoría en el ciclo de ESO

La jefa de la Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil muestra su preocupación porque las secuelas emocionales «son cada vez más profundas»

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 26 de octubre 2025, 08:31

En el Hospital Clínico de Valladolid el acoso escolar se ha convertido en un motivo de consulta frecuente. Así lo confirma la jefa de la ... Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil, Soraya Geijo, quien ha visto demasiadas veces el sufrimiento que trae consigo el bullying en niños y adolescentes. «Todas las semanas atendemos varios casos relacionados con el acoso escolar. Todas las semanas. El problema es serio», recalca esta especialista, quien también añade que, aunque el fenómeno no es nuevo, sí ha cambiado su intensidad y sus consecuencias. «Lamentablemente, acoso ha habido toda la vida, pero quizá no con la persistencia ni con la gravedad que vemos ahora. Y lo más preocupante, es que las secuelas emocionales son cada vez más profundas». La mayoría de los casos se concentran en la etapa de la ESO. En Primaria también se registran situaciones de acoso, «pero es en la adolescencia cuando se vuelve más intenso y dañino».

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A la hora de ejercer la violencia, hay diferencia entre ellos y ellas. «Los chicos tienden a un acoso más evidente, más físico o directo. En cambio, entre las chicas lo habitual es que el acoso sea más soterrado. Tienden a aislar a la persona a la que quieren fastidiar, hablan mal de ella…, o sea, es una violencia en ese sentido más indirecta, pero no por eso es menos dañina», afirma.

Detectar el acoso no siempre es fácil. Según esta psiquiatra, muchas veces las víctimas no son capaces de expresar lo que les pasa. «Se encierran, se vuelven más introvertidos, bajan sus notas o empiezan a quejarse con excusas para no ir al colegio, que les duele la barriga, la cabeza… Esos pequeños cambios pueden ser la primera señal de que algo va mal. Pero incluso en consulta, a veces pasan semanas hasta que el niño o la niña logra contar lo que está viviendo», dice esta especialista, que en la Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil también atiende casos de muchos acosadores. «Muchas veces vemos las dos caras del problema», explica. «Los agresores también suelen tener historias personales difíciles, entornos familiares complicados o con cierta violencia. Son chicos muy impulsivos, que actúan sin filtro y que, muchas veces, también necesitan ayuda», subraya.

Las secuelas a lo largo del tiempo

El primer paso, cuando llega un caso a la Unidad del Clínico, es evaluar el daño psicológico y contactar con el colegio para activar los protocolos. Sin embargo, Geijo lamenta que «muchas veces la solución pasa porque sea la víctima la que cambie de centro, lo cual es injusto. Después de todo lo que ha sufrido, es ella quien tiene que marcharse para alejarse del conflicto. Y claro, llega a un sitio nuevo, sin amigos, con la autoestima baja y todo el bagaje que lleva consigo… A veces el problema se repite y se perpetúa. No es tan extraño encontrar en consulta niños que te cuentan que han cambiado dos o tres veces de centro y que han pasado por una situación de acoso en más de un centro», indica.

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En cuanto a las secuelas psicológicas del bullying, éstas pueden acompañar a una persona durante toda su vida. «La víctima del acoso sufre mucho, tiene una autoestima mermada, va perdiendo a veces la confianza en sí mismo y eso a veces se resuelve bien y no deja ninguna secuela, pero otras veces, claro, eso va forjando un perfil en una personalidad más insegura, más inestable», informa. En los casos más graves, el acoso puede derivar incluso en un trastorno por estrés postraumático. «Cuando el acoso ha sido muy violento y sostenido en el tiempo, deja huellas difíciles de borrar», prosigue.

Y ante la mínima sospecha de acoso, esta especialista aconseja a los padres mantener la calma y mostrarse disponibles para sus hijos. «Lo más importante es crear un espacio de confianza para que el niño hable. Si no lo hace, no hay que forzar. A veces está tan bloqueado que no puede contarlo». También recomienda acudir al centro escolar y colaborar con los docentes en la búsqueda de soluciones.

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También cada vez más ciberbullying

La frontera entre el aula y la vida personal está cada vez más desdibujada ya que, en muchos casos, el acoso continúa en los teléfonos móviles y en las redes sociales. «Es sorprendente ver a niños que todavía no deberían tener WhatsApp y ya lo usan en grupos de clase donde se sigue machacando a la víctima», opina. Instagram, añade, es la red más popular entre los adolescentes y uno de los principales canales de hostigamiento. «El acoso se perpetúa ahí, día y noche. No debería haber prisa para que los menores tuvieran redes sociales. Y si las tienen, los padres deben ejercer cierto control, saber qué páginas visitan y con quién se comunican. Porque, por desgracia, el acoso también sigue en las redes», concluye.

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