Los héroes vallisoletanos de la dana, un año después
La riada despertó una ola de solidaridad y muchos decidieron ayudar desplazándose a la zona cero con furgonetas cargadas de ayuda
Se ha cumplido un año de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana. Una tragedia que dejó a miles de familias aferradas a la esperanza ... de que alguien llegara para ayudarles. Y esa ayuda llegó. Desde todos los rincones del país. También desde Valladolid, donde surgió una gran ola de solidaridad.
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Empresarios, trabajadores y particulares cargaron sus vehículos con alimentos, herramientas y ropa seca, dispuestos a echar una mano allí donde más hacía falta. Limpiaron lodo, retiraron vehículos y enseres y también repartieron productos de primera necesidad.
Doce meses después, El Norte ha vuelto a hablar con varios de estos voluntarios. Todos siguen teniendo presente la magnitud del desastre, el cansancio, el barro…, y también la gratitud, la solidaridad y la certeza de que aquello les cambió para siempre.
Trabajadores de la entidad pública del Agua de Valladolid Aquavall
«Nuestro trabajo ayudó a devolver cierta normalidad a un municipio que lo había perdido todo»
La DANA anegó pueblos enteros y provocó que los colectores y redes de saneamiento de muchos de ellos, quedaran colapsados por el barro y los residuos. Aquello amenazaba con dejar a muchas localidades sin capacidad de evacuar aguas ni restablecer servicios básicos. Desde Valladolid, Aquavall enseguida se ofreció para llevar ayuda técnica especializada. «Vimos que el problema iba a ser muy grave. Si los colectores permanecían atascados, no se podría recuperar su vida normal. Las redes quedarían inservibles, no se podrían usar los baños, ni las duchas… Se paralizaría toda la vida cotidiana. Sería algo gravísimo», explica Pedro Arroyo, gerente de la empresa municipal.
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Ante esta situación, y en coordinación con el Ayuntamiento de Valladolid, Aquavall movilizó rápidamente un camión cisterna de última generación y tres equipos humanos que se fueron turnando durante las semanas que estuvieron allí trabajando. «Cada grupo estaba formado por un capataz, dos operarios y también personal de apoyo logístico. Consideramos que era fundamental no solo trabajar, sino garantizar combustible, repuestos o incluso un sitio donde dormir en una zona totalmente colapsada. Por eso enviamos apoyo logístico, porque había dos problemas, el trabajo en sí y conseguir los elementos necesarios para poder llevarlo a cabo», prosigue.
Durante tres semanas, los equipos de Aquavall trabajaron en el municipio valenciano de Aldaia, codo con codo con su Ayuntamiento y el servicio local de saneamiento. «Nos pusimos a sus órdenes y aportamos todos nuestros conocimientos, nuestra experiencia y nuestros equipos para desatascar los colectores, que son una infraestructura esencial», subraya Arroyo que, aunque él no se desplazó personalmente, aún le impresionan los testimonios de sus trabajadores. «Una cosa es lo que ves en televisión, pero la realidad era infinitamente peor. La magnitud y la extensión del desastre superaban cualquier previsión. Estaba todo colapsado, la electricidad, los ascensores, las tiendas… incluso conseguir un repuesto era imposible», relata. También destaca la colaboración entre administraciones y empresas públicas de todo el país. «Los militares y los bomberos hicieron un esfuerzo titánico, pero hacía falta más apoyo. La extensión era brutal. Nosotros nos centramos en Aldaia, pero el resto de los municipios estaban igual o peor», subraya.
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Un año después, el contacto con Aldaia sigue siendo muy frecuente. «Entre ambos ayuntamientos hay comunicación muy directa y el vínculo personal entre quienes trabajaron allí sigue. El problema más grave está solucionado, pero queda el temor de que pueda repetirse de nuevo», admite el gerente de Aquavall. «Fue duro, pero también reconfortante saber que nuestro trabajo ayudó a devolver cierta normalidad a un municipio que lo había perdido todo».
Los amigos Marco Muelas, Carlos de la Cuesta, Adrián Casado, Álvaro San Juan y Luis Antonio Anta fueron de los primeros vallisoletanos en prestar su ayuda
«Nos gustaría volver a ver si se han recuperado»
Hace un año, cinco amigos de la comarca de Mota del Marqués cargaron dos todoterrenos y una grúa de rescate con alimentos, productos de limpieza y artículos de primera necesidad para trasladarlos hasta la zona cero de la Dana: Paiporta, Catarroja y Benetússer. Fueron de los primeros en la provincia en tomar esa decisión. Lo hicieron movidos por la impotencia de ver las imágenes en televisión y por una necesidad casi instintiva de ayudar. Hoy, doce meses después, recuerdan que aquella experiencia les marcó un antes y un después. «Lo que vimos allí no se olvida fácilmente. Las calles estaban cubiertas de barro, los coches amontonados unos sobre otros, un olor terrible… Era insalubre. Veías a la gente sin casa, sin nada, y te dabas cuenta de que era una auténtica catástrofe», comenta Marco Muelas, uno de estos jóvenes voluntarios.
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El grupo lo formaban Marco y su primo Carlos de la Cuesta, ambos de Mota del Marqués, Adrián Casado de Villamarciel, Álvaro San Juan de Fuensaldaña y Luis Antonio Anta de Cerecinos de Campos. Salieron de noche, sin saber qué se iban a encontrar. Llevaban la grúa cedida por la empresa motana Grúas de la Cuesta cargada con toneladas de ilusión. «Fue todo muy rápido —recuerda Marco—. En cuestión de horas teníamos todo preparado porque la gente respondió de inmediato. Los vecinos de nuestros pueblos se volcaron con la causa. Nos dieron agua, comida, ropa… Nos hicieron hasta 'Bizums' para que pudiéramos pagar la gasolina. Fue impresionante».
Ya en Valencia, estos jóvenes ayudaron a retirar vehículos, a despejar las calles y repartir alimentos. «Al final, calculamos que sacamos más de treinta coches. No dormimos casi nada, pero sentíamos que estábamos haciendo lo que teníamos que hacer», prosigue. «Nos gustaría volver para ver cómo está todo. Para comprobar si los pueblos se han recuperado de la catástrofe, si los negocios han vuelto a abrir, si la gente puede pasear otra vez por las calles limpias… Pero es difícil juntarnos todos, cada uno tiene su trabajo, sus horarios... ahora sería muy complicado», admiten. «Ojalá podamos volver a juntarnos y desplazarnos a aquellos pueblos para verlos limpios. Lo que más ilusión nos haría, sería ver a los niños jugando en las calles, las tiendas abiertas y los campos agrícolas recuperados. Eso sería lo más bonito. Porque cuando estuvimos allí, todo era suciedad y tristeza. Aquella experiencia nos marcó muchísimo y aprendimos sobre la fuerza de la gente y a valorar lo que de verdad importa. También aprendimos sobre nosotros mismos, que no dudamos en arrimar el hombro cuando vimos que era necesario. Aquel viaje tan duro nos recordó que siempre hay algo que se puede hacer por los demás», concluyen.
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Hakim Cherif, gerente de Pucela Express, viajó a Valencia con sus empleados durante tres fines de semana, para repartir ayuda humanitaria
«Lo que vi en Paiporta me cambió por dentro»
Hace ahora justo un año, las furgonetas de Pucela Express dejaron de repartir paquetes en Valladolid para transportar toneladas de solidaridad. Durante varios fines de semana consecutivos, los trabajadores de esta empresa de reparto se volcaron en ayudar a los afectados por la DANA. «Fuimos tres veces», cuenta Hakim Cherif, gerente de la empresa. «Llevamos muchísimos colchones, comida, ropa, productos de limpieza... y también artículos de bebé y electrodomésticos. Salíamos cuatro furgonetas cada vez. Íbamos turnando a los trabajadores para que no se agotaran, porque era un esfuerzo enorme, pero todos querían ir. Era una locura de trabajo, pero todos estaban entregados con la causa», dice orgulloso de su equipo. La empresa movilizó a empleados, familiares y amigos. «Nuestros proveedores y clientes aportaron lo que podían. Recogimos toneladas de colchones, sábanas, almohadas... lo que hiciera falta. Fue impresionante ver cómo se volcó la gente de Valladolid. Además, lo más llamativo es que los que más daban, lo hacían de forma anónima. Eso me parece de una generosidad maravillosa», recuerda.
Entre las muchas paradas de aquellas caravanas solidarias, Paiporta fue uno de los lugares que más les marcó. «Allí conocimos a una chica que tenía un centro de estética que había quedado destrozado. Una conocida de aquí nos puso en contacto con ella. Yo, que también tengo una peluquería, pude llevarle secadores, bancos, muebles... cosas básicas para que pudiera volver a trabajar. Hoy sigue allí, en el mismo local. Ha vuelto a la vida normal y eso me llena de alegría», expone.
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Un año después de aquello, Hakim confiesa que aquella experiencia le cambió la forma de ver las cosas. «Te hace reflexionar sobre lo poco que valen los bienes materiales. Un día tienes un coche, una casa, un negocio... y en unas horas lo pierdes todo. Y no es solo perder un coche, es perder años de trabajo, de vida. Ves eso y te das cuenta de que las cosas importantes no se compran», dice emocionado
Hakim mantiene el contacto con algunas de las personas a las que ayudaron entonces. «De vez en cuando hablamos. Me cuentan que poco a poco lo van superando. Y nosotros colaboramos en la medida de nuestras posibilidades. Todo sea por aportar nuestro granito de arena», subraya.
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En su nave de Valladolid, las furgonetas vuelven a estar llenas de paquetes, pero Hakim asegura que aquel viaje cambió la forma en la que su equipo entiende el trabajo y la vida. «Después de ver lo que vimos en Paiporta, todo se relativiza. Pero hay algo que todos tenemos muy claro, y es la sensación de haber hecho lo correcto», afirma.
Óscar Bahíllo, gerente de Maquiduero, recuerda los meses que pasó ayudando en Valencia
«Volveré para ver cómo ha cambiado todo»
Óscar Bahíllo no dudó un segundo en desplazarse a la zona cero de Valencia en los momentos más críticos. Sabía que toda ayuda era poca y por eso se llevó una excavadora y una oruga minicargadora de su empresa Maquiduero, que allí podían ser muy útiles. Las cargaron en el camión grúa de su amigo David Maroto, de Q-Service, y ambos, junto con Samuel Valencia, se desplazaron hasta Torrent para echar una mano. Lo que parecía una misión de unos días se acabó alargando en el tiempo. «Llegamos el quinto día después de la DANA y estuvimos allí hasta finales de marzo», cuenta. «Durante semanas trabajamos como voluntarios, pero al final firmamos un contrato para el Ayuntamiento de Paiporta y otros municipios. Había tanto por hacer que no podíamos marcharnos», cuenta este empresario.
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Durante meses, Maquiduero desplazó 22 personas para colaborar en Paiporta, Picanya, Alcàsser, Catarroja y otros municipios. «Retiramos toneladas de barro, muebles, coches, escombros. Era un no parar», recuerda. De todo lo vivido, hay un momento que todavía le emociona. «María, de 80 años, estuvo días encerrada en casa. Tenía una montaña de arena en la puerta y no podía salir. Los vecinos le subían agua y comida por la ventana. Le despejé la entrada con la pala y ella lloraba y me abrazaba. Eso no se olvida», confiesa.
También recuerda los trabajos en una guardería de Catarroja. «Al terminar de despejar el espacio se vinieron abajo las paredes. Después del esfuerzo, ver aquello otra vez destrozado, fue duro de digerir», asegura Óscar quien un año después, siente la necesidad de regresar. «La experiencia me cambió por dentro. Tengo intención de pasarme próximamente por allí para ver cómo ha cambiado todo. En su día lo vi todo destruido, y quiero comprobar que las cosas, un año después, van a mejor», dice.
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José Gaitán volverá a Valencia el próximo 5 de noviembre, coincidiendo con el aniversario de su llegada a Paiporta
«Lo que vivimos en Valencia nos ha marcado para siempre»
Hace un año que José Gaitán, propietario de Rehabilitaciones Gaitán en San Miguel del Pino, y su compañero Jonathan Gabarri, cargaban su furgoneta con materiales de limpieza, botas de agua, pañales y alimentos con destino a los afectados por la DANA. De aquella experiencia, asegura, lo que más le marcó fue la actitud de la gente. «Los chavales que estaban de voluntarios... estaban empapados, con los pies en carne viva, pero seguían ayudando. Les dábamos calcetines secos y botas y a pesar de la incomodidad, no paraban», añade.
Aunque no ha podido regresar todavía, Gaitán mantiene el contacto con Jorge, un vecino de Paiporta con el que colaboró estrechamente en la zona. «Él montó un puesto para hacer bocadillos y repartir comida a la gente. Nosotros le facilitamos una carpa y material para que no se le mojara nada. Todavía hablamos de vez en cuando. Me cuenta que por allí todo sigue muy mal. Muchos siguen sin garajes ni ascensores, que el Gobierno les ha dejado de lado», lamenta este empresario, que tiene la intención de visitar la zona pronto. «Quería acercarme el 5 de noviembre, coincidiendo con la fecha en que yo fui. Quiero ver cómo está la gente y si hace falta algo, se lo llevaré», indica. «A nivel personal me quedo con la humanidad que demostraron los voluntarios. Allí todos ayudaban sin mirar de dónde eras ni a quién tenías delante. Fue algo que me ha marcado para siempre», concluye.
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