Borrar
María Morán, Inés Portillo y Miriam González, voluntarias del programa de buena vecindad en La Rondilla. GABRIEL VILLAMIL
Voluntarios vecinales para luchar contra la soledad en Valladolid

Voluntarios vecinales para luchar contra la soledad en Valladolid

Residentes de Belén, Pilarica y La Rondilla acompañan a personas mayores que viven sin compañía en sus barrios

Víctor Vela

VALLADOLID

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Lunes, 8 de abril 2019

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Son la versión renovada del 'me prestas sal'. La edición 2.0 del 'cuídame las plantas'. La voz amiga que rompe el incómodo silencio de ascensor. María, Inés y Miriam son tres residentes de La Rondilla que forman parte de los escuadrones de buena vecindad, una iniciativa que, también presente en Pilarica y Belén, lucha contra la soledad de las personas mayores. Su labor es, en resumen, tejer lazos con sus vecinos, acompañar a aquellos que viven solos, ofrecer conversación de rellano, amistad de portal, un café de compañera de bloque, calle y barrio. Su misión es estar al tanto de aquellos que necesitan que haya alguien que, más que cosas, les hagan caso.

«Una vecina vale más que cien familiares a mil kilómetros», dice InésPortillo, voluntaria del programa, impulsado por el Ayuntamiento, coordinado por los Centros de AcciónSocial (Ceas) y desplegado en los barrios por la federación vecinal Antonio Machado (983 305 148). «Es un asunto que nos preocupa», reconoce Miguel Ángel Niño, presidente de la asociación de La Rondilla.

«Hay muchas personas mayores que viven solas y, lo que es peor, las hay que mueren solas. Lo hemos visto en el periódico hace unos días. Por eso es importante el apoyo que podamos prestar los vecinos. Hace años, todo el mundo se conocía. Sabía si la señora María estaba mal o si el señor Pepe necesitaba ayuda. Aquí, en La Rondilla, por ejemplo, hemos tenido siempre muchos problemas de aparcamiento. Dejábamos los coches en doble fila, con el freno de mano quitado y los vecinos nos avisábamos unos a otros si había que moverlo para que el otro pudiera salir», rememora Niño. Hoy, añade, eso es impensable. Porque no se sabe de quién es cada coche y porque, en muchos casos, ni siquiera se conoce al vecino que vive tres pisos más arriba. O no hay confianza para conversar con él.

«Muchas de esas relaciones se han perdido porque el barrio ha cambiado. Las usuarias nos lo comentan. Empiezan a repasar las vecinas con las que llegaron hace cuarenta años y a lo mejor ya solo quedan ellas», cuenta Inés. Algunas porque se han ido a vivir con sus hijos.Otros porque han ingresado en una residencia.Muchos porque han muerto. Y esas viviendas:o vacías o ahora ocupadas por personas con las que no tienen ninguna relación.

«Y, además, nos hemos vuelto más independientes. Antes, quedábamos en casa de los amigos para tomar un café o para charlar. Ahora es muy raro eso, se va a una cafetería, a un bar, muy pocas veces a la casa de otro», añade María Morán, también integrante del comando de buena vecindad.

«Y creo que también influye la forma de ser de los vallisoletanos», apunta Miriam González, otra de las voluntarias, quien ahonda en la idea: «Yo llegué hace quince años. Venía de Talavera de la Reina, y allí es todo más abierto. La gente habla más con los vecinos y son mucho de visitar la casa de los demás. Mi familia, cuando viene, me dice que nota el cambio.Son formas de ser y formas de vida».

Y eso unido (envejecimiento, personas sin familia, vecinos nuevos) esboza muchos problemas de soledad. «En su mayor parte son mujeres», cuentan desde La Rondilla. Y lo refrendan los datos municipales. El 71% de las personas con más de 80 años que viven solas son de sexo femenino. Ellas viven más y, además, con pensiones más bajas.

Buena parte de las personas a las que visitan las voluntarias del programa de buena vecindad proceden de los Ceas. Son los trabajadores sociales quienes les ponen en la pista de aquellos que podrían necesitan compañía en su casa. «Pero nos gustaría llegar a más gente, porque no todo el mundo accede a los recursos de los Ceas», explica María.

Por eso, visitan los centros de personas mayores, tienen pensado colocar carteles en las farmacias o peluquerías, para informar de un servicio gratuito, cuyos voluntarios cuentan con seguro de responsabilidad civil y curso de formación impartido por profesionales del Ayuntamiento. «Este punto es importante, porque también hay desconfianza, por desconocimiento, a la hora de contar con alguien que quiera echarles una mano para que no estén solos», dicen.

«Ofrecemos sobre todo compañía. No trabajos en el hogar (de limpieza o cocina) porque para eso están los profesionales de la ayuda a domicilio. Pero sí que podemos ir con ellos al hospital, al centro en autobús o dar un paseo por el barrio. Hay muchas personas que tan solo dan la vuelta a la manzana. Que si salen de casa es para ir a comprar el pan, a la peluquería o poco más», asegura Inés, segura de que «si el programa se conociera más, mucha más gente se apuntaría, porque hay muchas personas que viven solas, que no saben dónde acudir y necesitan hablar».

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios