Borrar
Urgente La jueza decreta el ingreso en prisión del jefe de Estupefacientes de Valladolid
La familia Hasburgo

Entrada del Archiduque Carlos en Valladolid (II)

Las rutas de Carlos V por Valladolid ·

Fernando de Hasburgo fue ordenado caballero de la Orden del Toisón de Oro

José Luis chacel

Lunes, 27 de noviembre 2017

Comenta

Los dos días de íntima convivencia que mantuvieron en Mojados tres de los seis infantes de Habsburgo -Leonor, Carlos y Fernando- contribuyeron a estrechar sus lazos familiares. Lazos, por cierto, muy deshilachados por los crueles designios de un destino que mantuvo a los hijos de la Reina Juana desperdigados y sin contacto, cuatro en Flandes y dos en Castilla. Si resultaba sorprendente que, en los momentos previos al primer viaje de los dos Habsburgo mayores a nuestras tierras, sus hermanos castellanos -Fernando y Catalina con 14 y 11 años de edad-, no conocían al resto, no debemos olvidar que las circunstancias posteriores, también fueron especialmente insólitas en cuanto a la relación familiar, dándose el caso de que María e Isabel, las dos hermanas que nacieron en Flandes, murieron sin conocer a su hermana pequeña Catalina y aún resulta más increíble el hecho de que los tres hermanos mayores que nacieron en Flandes, murieran en España: Leonor en Talavera, Carlos en Yuste y María en Cigales- y los tres estén inhumados en el Monasterio del Escorial, mientras que los dos pequeños nacidos en Castilla, estén sepultados en el extranjero: Fernando, en la catedral de San Vito en Praga y Catalina, en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa. Isabel, la cuarta hija de Juana que nació en Bruselas y falleció a los 24 años, descansa en la iglesia de San Pedro en Gante. El 13 de noviembre, cuando Leonor, Carlos y Fernando salieron de Mojados, en el camino hacia el Monasterio del Abrojo, situado a orillas del río Duero, fueron cumplimentados por el Marqués de Villena, Don Diego López Pacheco y Portocarrero, quien se presentó deslumbrantemente vestido y al frente de un lujoso séquito compuesto por más de cincuenta nobles a caballo y cuatrocientos alabarderos. El Marqués, que fue comparado por el cronista Laurent Vital como un Rey Mago, debido a su avanzada edad -70 años- se desplazaba a lomos de una mula. En el Monasterio Franciscano que había sido fundado por el santo vallisoletano Pedro Regalado y remodelado por la Reina Isabel, abuela de los infantes, residieron durante cinco días que aprovecharon para pasear por el campo y cazar.

En el monasterio franciscano residieron durante cinco días para pasear y cazar

Al enterarse Carlos que la Reina Germana, viuda de Fernando el Católico, viajaba con destino a Valladolid y se encontraba muy cerca, salió a su encuentro acompañado de su hermano y otros nobles. Al estar frente a Germana, la saludó y besó, lo mismo que hizo con las señoras y señoritas de compañía, algunas de las cuales destacaban por su hermosura. El día 18 de noviembre, aprovechando el clima de fraternal y armonía que se respiraba en el Abrojo, Fernando de Habsburgo fue ordenado caballero de la Orden del Toisón de Oro. Después de comer la comitiva partió con dirección a Valladolid. La entrada en la capital fue muy celebrada por la nobleza y la ciudadanía, ambas deseosas de que, por fin se concretara el nombramiento de Carlos como nuevo Rey de Castilla.

El cronista Laurent Vital se deshizo en elogios con la entrada triunfal en la capital castellana, cifrando que al archiduque le aclamaron en las calles más de cuarenta mil almas y destacando: el elevado número de los integrantes del séquito, compuesto por más de seis mil hombres a caballo; el lujo de sus ricos vestuarios donde abundaban las sedas, los terciopelos, los rasos y las telas de oro y plata y el suntuoso ornamento que lucían las calles. En referencia a su señor, destacó: «Montado en un brioso corcel, llevaba un coselete de acero, muy luciente, con la gorguera, antebrazo y arnés de pierna y, por encima una rica casaca de los colores de su casa: amarillo, blanco y rojo. Armado con su gola, peto, quijotes, guardabrazos, grebones y antepechos y en su cabeza una montera negra de terciopelo, con una pluma de avestruz». Después de atravesar la plaza del mercado, el heredero se dirigió a la Iglesia de Santa María la Mayor, se apeó, entró en el templo, oró ante el Señor y su Santa Madre y besó los evangelios. Retornó a la calle, subió de nuevo a su caballo y enfiló hacia la casa de don Bernardino Pimentel, un moderno palacio edificado sobre unas casas que este regidor había comprado al Marqués de Astorga nueve años antes, esta residencia presentaba el atractivo de estar muy próxima a la iglesia de San Pablo lugar donde habitualmente se reunían las Cortes de Castilla.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Entrada del Archiduque Carlos en Valladolid (II)

Entrada del Archiduque Carlos en Valladolid (II)