Sobrevivir en el Hospicio de Valladolid
Un libro rescata espacios con historia de la ciudad como el antiguo orfanato, el Campo Grande, la Plaza Mayor, el patrimonio desaparecido y el abastecimiento de agua
«Tenemos un Hospicio (…) cuya alimentación ha sido mil veces incompleta. La talla de nuestros pobres hospicianos es bajísima, niños hay de doce y trece años que parece no han llegado a nueve». El lamento de El Norte de Castilla, publicado en 1901, no era sorprendente. Desde hacía tiempo, la situación del Hospicio vallisoletano, ubicado en el antiguo Palacio de los Condes de Benavente (hoy biblioteca pública de Valladolid), dejaba mucho que desear, pues a la penuria material se sumaban problemas eternos como el déficit presupuestario o las graves deficiencias higiénicas. Es una de las cinco historias particulares que desvela el libro 'Espacios con historia en la ciudad de Valladolid', coordinado por Arturo Balado Pachón y que acaba de ser publicado por el Ayuntamiento capitalino con la colaboración de Patrimonio Inteligente.
Fruto de las terceras jornadas de «Patrimonio y Ciudad Villa de Prado» celebradas el pasado año en el centro cívico 'José Luis Mosquera', organizadas por Patrimonio Inteligente y la Asociación de Vecinos 'Villa de Prado' en colaboración con el Ayuntamiento, el libro repasa el devenir del antiguo orfanato vallisoletano desde su creación hasta el primer tercio del siglo XX; la historia del abastecimiento de agua en la ciudad, a cargo de Jesús Anta; el urbanismo y la arquitectura de la Plaza Mayor, de lo que se encarga Alejandro Rebollo Matías; la destrucción del patrimonio urbano en el casco histórico, que describe Eduardo Carazo Lefort; y la historia del Campo Grande y su entorno, sobre lo que escribe María Antonia Fernández del Hoyo.
El primer capítulo, dedicado al antiguo Hospicio, repasa sus inicios a partir de la unificación, en el vetusto Palacio de los Condes de Benavente, de tres centros benéficos preexistentes: la Real Casa de Misericordia, la Casa de Expósitos y la Casa de Maternidad. La primera, creada en 1783, tenía como misión «recoger los verdaderos pobres en una Casa en donde se les mantenga con lo necesario para su vestuario y alimento, enseñándoles la doctrina cristiana y aplicándoles a los oficios que pudiesen exercitar para que no estén ociosos y cumplan con las obligaciones de cristianos». La Casa de Expósitos hundía sus raíces en el Hospital de San José y Niños Expósitos, creado en 1540 por la Cofradía de San José, frente a la iglesia de San Lorenzo, «viendo el daño que las malas mujeres hacían en echar los niños en los ríos, muladares y otras partes». Finalmente, la Casa de Maternidad comenzó a funcionar en 1839 por la Junta Municipal de Beneficencia como refugio de mujeres «embarazadas ilegítimamente, que solicitaran ingresar por falta de medios para subsistir o para ocultar fragilidades».
Niños menesterosos
Como ha escrito María Ángeles Barba en una tesis doctoral modélica, estas tres instituciones terminaron confluyendo en un solo edificio, el antiguo Palacio de los Condes de Benavente, que hoy es la biblioteca pública de Valladolid y Castilla y León, en la plaza de la Trinidad. Fue así como en 1847 se creó el Hospicio Provincial, que dos años más tarde, por Ley, quedó bajo la dependencia de la Diputación Provincial de Valladolid. Como señalaban sus reglamentos, el objetivo primordial era «dar albergue, sostenimiento, educación y enseñanza a los niños menesterosos, hijos o vecinos de la provincia, que por su edad o por imposibilidad física, no pueden atender a su subsistencia ni tienen en su familia personas que por su posición y con arreglo a la Ley están obligadas a cumplir con tal deber, y para albergar a las mujeres que habiendo concebido ilegítimamente reclaman la asistencia que requiere su estado».
Junto a los niños procedentes de la inclusa, que iban directamente al Hospicio, éste admitía a huérfanos de padre o madre menores de edad (la minoría de edad para los varones se entendía hasta los 14 años y para las niñas, hasta los 16), los menores de edad e hijos de viudo o viuda, si estos se encontraban impedidos para trabajar y no tenían recursos para alimentarles; y los hijos de viuda o soltera, pobres, «si carecen de condiciones para lactarles [y] uno de los hijos legítimos dados a luz en parto doble por mujer pobre que no puede lactar a los dos gemelos».
Regido desde 1855 por las Hermanas de la Caridad, en sus primeras décadas de funcionamiento el Hospicio se caracterizó por todo un cúmulo de penurias. Al déficit presupuestario se sumaban, por ejemplo, numerosas deficiencias higiénicas y materiales, pero también carencias alimenticias que hacían muy difícil la vida de los asilados: «Una de las cosas más descuidadas en el Hospicio es la higiene individual... y sin higiene no hay bienestar ni salud posible en los asilados, aparte de que con ello resultan más costosas las estancias de los mismos.... es precisa la limpieza de la piel en general por medio de baños frecuentes y abluciones diarias y como hoy no hay en el establecimientos medios para subvenir esta necesidad... Es posible que la alimentación de los niños y niñas no sea todo lo reparadora necesaria para su crecimientos y desarrollo, al menos para aquellos de pobre complexión orgánica y anémicos que tanto abundan», señalaba, por ejemplo, la Memoria de 1901.
«Una de las cosas más descuidadas en el Hospicio es la higiene individual. La alimentación de los niños no es reparadora», señalaba la Memoria de 1901
el norte
El capítulo de 'Espacios con historia en la ciudad de Valladolid' detalla la vida cotidiana de aquellos hospicianos de finales del siglo XIX y primer tercio del XX, incluidos la alimentación, el vestido, las escuelas y las principales normas de conducta. Destaca, por ejemplo, que estaba prohibido fumar, beber, portar armas, leer libros, periódicos y revistas sin permiso del director, así como utilizar motes o apodos que revelasen la condición de expósitos. Los asilados, además, debían ser respetuosos con sus superiores y amables con sus compañeros. La edad máxima de permanencia eran los 20 años, aunque era posible abandonar antes el establecimiento (muchachas que eran enviadas a 'servir' en casas particulares, adopciones legales, fugas, niños enviados como «compañía» de determinados matrimonios, etc.).
El principio del fin del antiguo Palacio de los Condes de Benavente como Hospicio Provincial comenzó a principios de los años 70 del pasado siglo, cuando los asilados más pequeños comenzaron a ser enviados a la Casa Cuna del Polígono Arturo Eyries. En progresivo declive desde entonces, en diciembre de 1974 sufrió el hundimiento de un torreón, lo que motivó que los niños fueran alojados en el Convento de los PP. Redentoristas de Laguna de Duero. Desde mayo de 1990, el antiguo Palacio de los Condes de Benavente es sede de la biblioteca pública del Estado en Valladolid y Castilla y León.
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