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Agricultores castellanos a finales del siglo XIX. Archivo Municipal
Contra los impuestos y por la regeneración de España

Contra los impuestos y por la regeneración de España

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

La Unión Nacional se creó en 1900 a raíz de una asamblea en Valladolid y con Santiago Alba, propietario de El Norte, en primera línea

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Martes, 15 de octubre 2019, 07:18

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Fijos están los ojos y puesta tiene su atención España toda en Valladolid. Difíciles las circunstancias, desacreditados los hombres, invadidos de descomposición todos los grupos y todos los partidos, abrumado por su fracaso el Gobierno y por sus desengaños el pueblo?». Lo anterior no es cosecha periodística de estos días, aunque bien podría serlo. Apareció publicado en diciembre de 1900 en El Norte de Castilla y venía a saludar con orgullo la inminente creación de la llamada Unión Nacional.

Se trataba de una mezcla de airada queja económica y anhelos de regeneración política, en cuyo germen Valladolid cobró especial protagonismo. La Unión Nacional, que tuvo como secretario al político y propietario de este periódico, Santiago Alba Bonifaz, ha sido definida por los historiadores como el único movimiento serio que, ante el Desastre del 98, quiso analizar y remediar sus causas.

La Unión Nacional era una mezcla de queja económica y anhelos de regeneración política

Que se trataba de un movimiento decididamente regenerador lo demuestra, por ejemplo, el que entre sus inspiradores se encontrara, ni más ni menos, que el célebre Joaquín Costa, principal representante del llamado «regeneracionismo» y autor del famoso lema «escuela y despensa». De hecho, como antecedente director de la Unión Nacional suele citarse, ineludiblemente, al movimiento de carácter cooperativo lanzado por el político regeneracionista en su Zaragoza natal, en el mismo año de 1898, y que fue capaz de aglutinar a las Cámaras Agrícolas, Industriales y de Comercio. Pronto se uniría al proyecto el empresario y político oscense Basilio Paraíso, impulsor de un movimiento corporativo de las Cámaras de Comercio conforme, precisamente, a los ideales costistas. Era el germen, en 1899, de la famosa Liga Nacional de Productores, creada a raíz de una asamblea convocada por la Cámara Agrícola del Alto Aragón y en la que se hizo un llamamiento a todas las instituciones corporativas relacionadas con el mundo del trabajo y la producción.

Sátira del periódico 'Gedeón' del Manifiesto de la Unión Nacional.
Sátira del periódico 'Gedeón' del Manifiesto de la Unión Nacional. Archivo Municipal

Fue entonces cuando el gobierno de Silvela aprobó una reforma tributaria que desató las protestas de comerciantes y medianos industriales; las «fuerzas vivas» del país se aprestaban a la lucha. En la Segunda Asamblea Nacional de Cámaras de Comercio, celebrada en Valladolid en enero de 1900, se acordó unirse a la Liga de Productores y dar luz así a la Unión Nacional.

Lucha contra los tributos y regeneración a todos los niveles: la Unión se constituyó como «haz e instrumento» de las aspiraciones de las clases productivas del país, aprobó aparcar la acción directa en beneficio de manifestaciones de índole diversa y se propuso materializar un ambicioso programa. El Norte de Castilla no podía por menos que alabar aquella voluntad de regeneración, basada en la idea de que «el problema nacional no es simplemente un problema financiero, sino un problema político y social que alcanza a la reorganización de todos los elementos vivos del país».

Por eso, como ha escrito Cheyné en un estudio clásico, la Unión Nacional pretendía dar la vuelta al país como un calcetín, reorganizar la enseñanza, la representación electoral, el ejército y la marina, la administración civil, provincial y municipal. También, trabajar por una política económica más vigorosa, mejorar la situación de las clases obreras, revisar los monopolios concedidos por el Estado y apoyar las principales demandas de los agricultores (construcción de canales, pantanos, embalses y crédito agrícola).

Santiago Alba, Basilio Paraíso y Joaquín Costa.
Santiago Alba, Basilio Paraíso y Joaquín Costa. Archivo Municipal

Acordó la Asamblea nombrar presidente a Paraíso y secretario a Santiago Alba. La primera acción a desarrollar sería, conforme a los deseos de la mayoría (que no de Joaquín Costa), la resistencia pasiva al pago de las contribuciones. Era abril de 1900. El gobierno de Silvela no tardó en reaccionar con duras medidas contra el Directorio de la Unión Nacional, embargos incluidos. La escisión interna no se hizo esperar. Costa anunció su salida mientras Alba y Paraíso decidían que la Unión Nacional concurriera a las elecciones; el segundo, de hecho, conseguiría en 1901 un escaño en el Congreso de los Diputados.

Pero lo cierto es que el movimiento ya se estaba diluyendo. La nula capacidad de presión de la Unión Nacional sobre el gobierno anunciaba su inminente fracaso; demasiado rápido, quizá. Las disensiones internas, las diferencias de intereses, no pocas veces contrapuestos, entre sus integrantes y el escaso apoyo electoral recibido explican que ya no se presentase a las elecciones de 1903.

Coinciden los principales especialistas en cifrar tamaño hundimiento en dos decisiones erráticas: no haberse constituido como partido político y haber decidido a destiempo, y sin preparación suficiente, el movimiento de resistencia pasiva ante la subida de impuestos.

Un proyecto político que no cuajó

El periódico se posicionó rápidamente a favor de una opción política que no pudo llegar a las elecciones de 1903 por los conflictos internos y por decisiones desacertadas que aceleraron su hundimiento: la Unión Nacional no llegó a constituirse como partido político y, además, no se organizó para resistirse a la subida de impuestos. El movimiento que nació en 1900 pretendía dar respuesta a una situación de crisis que recogió El Norte de Castilla en sus páginas y que se originó tras el denominado Desastre de 1898, pero que se agravó con las medidas tributarias del presidente Silvela, a las que se opusieron comerciantes e industriales. La lucha contra los nuevos tributos y por la regeneración social marcaron el ideario de esta nueva formación de la que llegó a ser secretario Santiago Alba, bajo la presidencia de Basilio Paraíso.

La oposición frontal de la Unión Nacional al presidente no hizo esperar la reacción de Silvela, que actuó hasta con embargos para desintegrar una formación que haría aguas por las propias escisiones internas y la falta de capacidad para organizarse y constituirse en un referente político

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