Urgente La jueza decreta el ingreso en prisión del jefe de Estupefacientes de Valladolid
Cuadro del siglo XIX que recrea un auto de fe de la Inquisición. MINISTERIO DE CULTURA
El Cronista

El judeoconverso que fue quemado vivo en Valladolid

Lope de Vera y Alarcón ha pasado a la historia por su entereza mientras era abrasado en la hoguera en el auto de fe del 25 de julio de 1644

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 28 de octubre 2025, 07:09

«De lo que más se enorgullecen [los judíos] es de contar con muchos más mártires que cualquier otra nación, y que cada día aumenta ... el número de los que entre ellos, por su fe, sufren con extraordinaria fuerza de alma; y esto no es una leyenda. (...); entre otros muchos, yo mismo he conocido a un tal Judas, llamado el fiel, que se puso a cantar en medio de las llamas, cuando ya se le creía muerto, el himno: 'A ti, Dios mío, entrego mi alma', y cantando murió». La frase anterior, que puede consultarse en las 'Obras completas' del filósofo Spinoza (Ámsterdam, 1632-La Haya, 1677), hace referencia a un judeoconverso que, condenado a la hoguera por la Inquisición, fue ejecutado en Valladolid el 25 de julio de 1644 por no abjurar del judaísmo. Se llamaba Lope de Vera y Alarcón y su historia, impactante sin duda, se hizo muy popular en los Países Bajos.

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Nacido en la localidad conquense de San Clemente hacia 1619, pertenecía a una familia de la nobleza baja y su padre había sido regidor perpetuo de San Clemente. Aunque los principales especialistas en su figura (Kenneth Brown, Haim Beinart) no tienen muy claro la religiosidad de su familia (unos hablan de mezcla entre judeoconversos y católicos practicantes y otros de «cristianos viejos»), sí parece constatado que su progenitor también fue procesado por la Inquisición, en 1639, acusado de supersticiones. La documentación existente demuestra que en 1634, Lope de Vera ingresó en la Universidad de Salamanca para estudiar Derecho Canónico y Letras Sacras. Fue entonces cuando proclamó públicamente que la lengua de los hebreos era superior a todas las demás, lo que le llevó a entablar disputas con otros estudiantes y frailes católicos.

Cuentan, por ejemplo, que mientras estudiaba denunció públicamente el concepto de la Trinidad y el mesianismo de Jesucristo, que intentó degollar a una gallina siguiendo la práctica judía del kasrut y que incluso viajó a Madrid para formarse en prácticas hebreas en casa de un judío de Orán. Es más, cuando fracasó en su intento de obtener una Cátedra de Sagrada Escritura en la Universidad charra, se enzarzó con un fraile por temas doctrinales. En definitiva, la Inquisición lo puso enseguida en su punto de mira. Detenido en 1639, fue conducido a Valladolid y, una vez en la prisión inquisitorial, sometido a interrogatorios y torturas. En un primer momento admitió haberse equivocado y reconoció que se había dedicado a estudiar hebreo, pero también afirmó que lo hacía por creer que era la lengua en que el Creador se dirigió a Adán, a los Patriarcas y a los Profetas. Es más, como señala Brown, también dijo que estudió árabe porque tenía pensado viajar a Constantinopla a traducir a esa lengua la Ley de Moisés, que había leído en libros prohibidos de Erasmo de Rotterdam.

Confesó asimismo que, además de convertirse al judaísmo, él mismo se había circuncidado en prisión con un hueso de gallina, y que había adoptado el nombre de «Yehudá Creyente». Los mismos inquisidores, aunque le tildaban de rebelde y pertinaz, admiraban su inteligencia y valentía. Y es que, pese a las torturas, Lope de Vera no abjuró de su fe. Después de seis años de presidio, fue conducido al auto de fe celebrado en la Plaza Mayor de Valladolid el 25 de julio de 1644. De los 27 penitenciados, solo dos estaban acusados de judaizar: nuestro protagonista y un comerciante llamado Manuel Henríquez. A Lope de Vera y Alarcón lo quemaron vivo en la hoguera levantada en el Campo Grande. Según cronistas coetáneos, lo llevaron dando vivas a la Ley de Moisés y, mientras se abrasaba, no paraba de recitar los Salmos de David. Tenía 25 años. Según escribió el inquisidor Moscoso a la condesa de Monterrey, «nunca se ha visto tanta firmeza como la demostrada por este joven».

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