Un domingo 'color esperanza' de gran ambiente y terrazas llenas en Valladolid
La caminata solidaria inundó desde primera hora el corazón de la ciudad en una jornada festiva en la que no faltaron batucadas y conciertos y que estuvo marcada por los cielos despejados tras una víspera lluviosa
Siempre hay ambiente en el corazón de Valladolid. Siempre hay viandantes y andarines un domingo por la mañana por la Acera de Recoletos y la plaza de Zorilla. Y más, si es por una buena causa. Porque si hay algo que se les da bien a los vallisoletanos es mostrar su lado más generoso y volcarse con una iniciativa solidaria. Y así se evidenció, una vez más, este 26 de octubre. La gran caminata contra el cáncer inundó el centro de un gran ambiente festivo, con decenas de voluntarios y operarios poniendo todo a punto incluso desde antes de que saliera el sol.
Con unos cielos despejados que alejaban definitivamente, y desde primera hora, los fantasmas de un hipotético chaparrón tras una víspera lluviosa (no paró de llover desde las seis de la tarde del sábado y hasta bien entrada la madrugada de este domingo), pronto comenzó a teñirse la ciudad –desde Delicias hasta Parquesol, pasando por Rondilla, todos con un objetivo común: la Acera de Recoletos– del 'color esperanza'.
Ese verde característico de las marchas contra el cáncer en Valladolid se convirtió en la tonalidad predominante. Por el interior del Campo Grande, por el paso de Panaderos, las terrazas, las barras de los bares... Daba igual donde uno mirase. Solo había verde. Nadie quiso perderse, ni tan siquiera los pavos reales del parque, la cita y dejar pasar la oportunidad de aportar su granito de arena a la investigación sobre la enfermedad. «Hoy estamos sin parar, hay mucho jaleo pero era lo esperado, como todos los años», afirmaba la camarera de un negocio hostelero de la Acera de Recoletos, sin detener su labor ni despegar la mirada de los cafés que estaba sirviendo.
Había tanta gente que ni siquiera quedaba un hueco en las terrazas de los restaurantes que hasta bien entrada la mañana no tenían prevista su apertura.
Pancartas
Tras esa parada para coger fuerzas, que luego había que correr o caminar cinco kilómetros, y conforme se acercaba la hora del inicio, los participantes se apresuraban a coger sitio en las pistas. Muchos llevaban consigo pancartas identificativas con el nombre del pueblo en cuestión (Fresno El Viejo, Medina de Rioseco, Tordesillas...). También hubo quienes acudieron en familia, empujando carritos de bebé o sillas de ruedas, o con sus mascotas. Sea como fuere, lo importante era participar, exhibir ese dorsal acreditativo que confirmaba que sí, que ellos también habían aportado a la causa y formaban parte de esa gran marea solidaria de cerca de 53.000 personas.
La jornada festiva también estuvo animada por batucadas y conciertos, que pusieron el broche a otro gran domingo solidario en la capital vallisoletana.
«Por desgracia, todos tenemos a algún ser querido que lo ha sufrido»
Llegaron cuando apenas quedaban quince minutos para que la caminata diera el pistoletazo oficial. Alinearon sus motos en la Acera de Recoletos, junto a la línea de salida, siguiendo las instrucciones de los agentes municipales y, sin prácticamente mediar palabra, clavaron un banderín verde en sus respectivos vehículos para que ondearan y se leyera con claridad el mensaje 'Valladolid contra el cáncer' cuando echaran a andar. Eran Jaime, Alfredo, César, Alicia, Eduardo, Maite, Riki, Olvido, José y Javier, miembros de Rock on Wheels. Una «familia», como así se definen, que un año más se encargó de abrir la Marcha contra el Cáncer para aportar así su «granito de arena» a la iniciativa. «Nos dedicamos a hacer cosas benéficas. No somos una asociación, somos una hermandad motera, rockera y benéfica, nos gusta hacer cosas solidarias y aportar lo que podemos a cada cosa que se haga», revelaba José 'El Presi', como se le conoce en «todo Valladolid», que se erigió portavoz de este grupo de amigos reunidos, una vez más, por una buena causa. «Un año, Luisa (la gerente de la AECC en Valladolid) nos propuso hacer algo solidario; probamos, nos encantó y desde entonces lo hacemos cada año», afirmaba José, que en esta ocasión optó por cambiar y se calzó las zapatillas para completar el recorrido a pie.
Un «orgullo y satisfacción»
Esta «hermandad» se dedica a llevar a cabo actividades benéficas en diferentes momentos del año. «Hacemos cosas para el Banco de Alimentos, para asociaciones de la mujer, regalamos juguetes a los niños de vez en cuando... Aunque a lo que más nos dedicamos es a cosas del cáncer», concretaba, mientras desvelaba la razón que les lleva, cada vez que pueden, a recaudar fondos para distintos colectivos o intentar que el día a día de niños enfermos o en una situación desfavorecida sea más positivo: «Hay que ayudar. En este caso, todos tenemos a algún familiar, ser querido o conocido que sufre o ha sufrido cáncer».
Asimismo, admitió que participar en un evento de tal magnitud, con más de 50.000 andarines, es algo que les genera «mucha satisfacción y orgullo». «Es espectacular, verdaderamente es un orgullo poder aportar de esta manera a un acto tan grande, en el que participa tanta gente», aseguraba José, quien aseveró que para Rock on Wheels «no hay mejor cosa» que la Marcha contra el Cáncer. «Lo seguiremos haciendo, siempre que no nos digan lo contrario», sentenció.
«Son uno más de la familia, ¿por qué no traerles a la caminata?»
«Esto cuenta como paseo», bromeaban Ismael Fol y David Sierra junto a la fuente de la plaza de Zorrilla, donde acababan de llegar para participar un año más en la iniciativa. No se conocían de nada, pero sus perros –obedientes y cariñosos– decidieron con sus olfateos y acercamientos que este domingo era una buena ocasión para hacerlo. Porque si había algo que unía a estos dos hombres, además de su amor por los animales, era que ambos tenían claro que sus mascotas «son uno más de la familia y por desgracia también sufren la enfermedad».
«Vengo a la marcha porque todo el mundo tenemos algún caso cerca con cáncer y creo que es una buena causa; me llevo al perrín a todos los lados, así que ¿por que no traerles a la marcha? Es uno más de la familia y desgraciadamente los perros también sufren de cáncer», apuntaba David Sierra, mientras premiaba con una 'chuche' el buen comportamiento de Harry, su border collie de cuatro años, también engalanado para la ocasión con una camiseta fosforita de ediciones anteriores. Harry es juguetón y cada mínimo detalle, ruido y movimiento llama su atención. «Normalmente está acostumbrado a hacer campo y la ciudad le vuelve loco, pero se porta bien», señalaba David Sierra.
«La lucha contra el cáncer se tiene que ver reflejada en las instituciones»
Ismael Fol caminaba apresurado hacia la Acera de Recoletos junto a su galgo Ron, pero hizo un alto en el trayecto para saludar a David mientras los peludos se conocían y olisqueaban. «Tiene siete añitos, es un perro abandonado y es de una raza muy maltratada; los galgos siempre son los últimos de la cola», le comentaba Ismael a David.
Sanidad animal
«Como ha dicho el compañero, ellos también sufren de cáncer; se está poniendo de moda el tema de la sanidad animal y de la oncología veterinaria, oncología canina, y ellos también padecen de ello, no dejan de ser un miembro más de nuestra familia y también tenemos que luchar por ellos», aseveraba Ismael Fol, al tiempo que hacía hincapié en la importancia de que «la lucha contra el cáncer se tiene que ver reflejada en las instituciones».
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