David Luguillano resucita a Rafael de Paula
El diestro vallisoletano compartió tertulia del Ateneo Taurino con el bodeguero Iván Sanz, bajo el título 'De la arena a la cepa', celebrada en el Museo Patio Herreriano
Sin el rigor existencial de los ruedos, David Luguillano mostró en su Tú a Tú, con el bodeguero Iván Sanz, su expresión humana, vitalista y telúrica, en un espacio que en su día fue el Monasterio de San Benito. Hoy museo. Que algunos creyeron diseñado por el arquitecto Herrera, del mismo modo que muchos aficionados pensaban que el torero de la plaza de San Juan era gitano. Por tez y por pellizco. Que podría ser, pero no. Sí lo fue, y de él se habló en el acto promovido por el Ateneo Cultural Taurino de Valladolid, el jerezano Rafael de Paula, recientemente fallecido. De Luguillano se dijo que esculpía suertes al modo apaulado. También aromáticas, de Romero. Tantos matices, sí, aunque David siempre toreó como Luguillano, incluso cuando no tenía su tarde.
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El torero de Valladolid recordó, de modo muy vívido, sus tardes compartiendo, por decenas, cartel con Rafael de Paula. Anécdotas y registros comunes, por más que diversos, en la expresión profunda y silente con las telas. Resucitó así a Paula, ya no con las telas, pero sí con las palabras.
La tertulia, que contó con un lleno total en los asientos de la sala, y que gozó de una magistral, natural y fresca dirección gracias al periodista José Ángel Gallego, resultó dinámica, jovial, profunda en ocasiones, con el simbolismo del toreo y el vino puesto en contraste en ocasiones, al alimón en otras.
El caso es que aquel chaval que dibujaba lances, con su hermano Jorge, en el fondo de un local en bruto en la plaza de San Juan hace más de cuatro décadas sigue manteniendo una personalidad que imanta. Torero de culto, vino de pago… Unas imágenes, tomadas por el recordado Pedro Iturralde (padre del actual picador de categoría Champions, presente en la sala), del debut en público de David Luguillano en la plaza de Medina del Campo, permitieron ratificar que las buenas maneras ya se presienten desde la niñez. En la mesa y en el ruedo.
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Una tarde en la que el chaval le brindó su becerro a José Luis Lera, quien fuera crítico taurino de estas páginas durante décadas. Y al que también, para cumplir la promesa emitida en aquel festejo medinense, le brindó su primer toro en Las Ventas, en su confirmación. Ante el que todo el orbe taurino, pese a no conseguir el rotundo triunfo que rozó la punta de su tizona, contempló la grandiosidad de su capacidad creadora en la lidia.
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Estuvieron presentes en la tertulia, sin necesidad de apoderamiento notarial, Clemente Castro y Luis Sanz. De ese modo en el que la presencia es la memoria, plena de dignidad y cariño. Padres de David e Iván, dos hombres de raza, emprendedores y rotundos. Ambos intolerantes con la mediocridad.
Iván Sanz, espontáneo con la palabra y emocionado en el recuerdo a su padre, fallecido esta misma 'temporada', desgranó los vinos, en diversidad de procedencias geográficas, a los que comparaba con figuras del toreo de diversas épocas. Gallego, el moderador, confesó sus preferencias por José Miguel Arroyo 'Joselito'. No tiene mal gusto. Luguillano, a su vez, expresaba su idea sobre los diestros.
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Terminó la tertulia que se celebró bajo el epígrafe 'De la arena a la cepa', y los aficionados abandonaron el Museo Patio Herreriano con un retrogusto de matices firmes y con perfiles inciertos. Con esa incertidumbre de una evocación a un tiempo que se fue, inquietante y, paradójicamente, cuajada de entusiasmo. Un acto en el que el Ateneo, bajo el impulso del Ayuntamiento, representado por la concejala Irene Carvajal, y la empresa Tauroemoción, con Nacho de la Viuda como director de orquesta, permitió que la ciudad volviera a sentirse torera.
Mientras, arropado por sus fieles, David Luguillano abandonó el templo pétreo de la cultura expuesta con ese porte inconfundible de quienes han creado una emoción estética sustentada en el frágil cable de una vocación salvaje y tierna que permite el miedo, sí, pero que nunca tolera la mentira.
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