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Teresa, María Ángeles y Felipe preparan la mesa en el comedor solidario de la parroquia Corazón de María. R. Jiménez
En el corazón del comedor parroquial de La Circular

En el corazón del comedor parroquial de La Circular

Voluntarios de corazón de María atienden una iniciativa solidaria impulsada por Cáritas diocesana

Víctor Vela

Valladolid

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Domingo, 19 de noviembre 2017, 17:00

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José Luis, 54 años, ha dejado de contar las miradas esquivas, los ojos que le evitan, los zapatos que aceleran el paso cuando están cerca de él. «Es como si no existieras», dice, recostado en una butaca tapizada de rojo en los locales de la parroquia Corazón de María, con entrada por Padre Claret. Ha llegado el primero, cuando ni siquiera son las 13:30 horas, cansado de tanta acera y tanto frío ahí afuera. Vive en la calle. Duerme en la calle. Sin sitio fijo, «porque así no te tienes que preocupar de que te lo quiten». Con cuatro cosas, «porque así no te las roban». Lejos del albergue, «porque no me apetece ir allí». Trabajaba como guarda de seguridad hasta que hace cuatro años y medio la empresa que le pagaba la nómina quebró. Y se encontró solo: con deudas, sin nada. Ni techo, ni casa, ni hogar. Aunque sí un cobijo que encuentra aquí, en esta parroquia de la Circular, de lunes a viernes a la hora de comer.

José Luis es una de las doce personas que asisten al comedor social que Cáritas diocesana puso en marcha el pasado mes de marzo en la parroquia Corazón de María para ofrecer comida gratis a personas sin recursos. «Es gente de la calle;puede que sí que tengan un techo para dormir, que no estén a la intemperie, pero carecen de hogar», explica el párroco Sindo Martín. «En Cáritas se dieron cuenta de que había personas que no querían ir al comedor social municipal, pero que sí que se acercarían por un sitio más cercano y familiar». Se puso así en marcha esta iniciativa. Cáritas emite los informes –entrega vales a los beneficiarios– y aporta la comida (a través de un servicio de ‘catering’). La parroquia de la Circular –junto con otras del entorno– aporta ingredientes con los que enriquecer el menú (fruta, tomate, algún aperitivo)y coordina a los voluntarios que se encargan de atender el comedor. Calientan la comida, la sirven, recogen los cacharros y, sobre todo, ofrecen compañía y conversación.

El Papa Francisco: «Si en nuestro vecindario viven pobres que piden protección, acerquémonos»

El Papa Francisco ha lanzado un mensaje en esta primera Jornada Mundial de los Pobres en el que recuerda que no basta con hablar de pobreza, sino que hay que acercarse a ella mirando a los ojos de las personas que la sufren. Y por eso, apela a la colaboración de los fieles. «Si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos», asegura el Papa, quien recurre a las escrituras para invitar a «sentarlos a la mesa como invitados de honor».

«Hay que mantener la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad», asegura el Papa Francisco en su mensaje. Recuerda además que esta jornada que hoy celebra la Iglesia católica «tiene como objetivo estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro». E invita a la ciudadanía, «con independencia de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres cualquier signo concreto de fraternidad». Y criticó que se levanten «fronteras, muros y vallas» frente al objetivo original de una humanidad «sin exclusión alguna».  

Felipe Campos es uno de los cerca de veinte voluntarios con los que cuenta este proyecto y que, por turnos, según el día, se acercan por aquí para ayudar. Trabajó durante años como dependiente en la Óptica Azul y, una vez jubilado, decidió dedicar su tiempo libre a labores solidarias. Su esposa, Teresa, también se ha sumado al proyecto. Ella, que junto con su hermana tuvo una librería en la calle Labradores, lleva años colaborando con la parroquia, como monitora de campamento cuando aquí había un centro juvenil. Las dependencias parroquiales que hace años fueron ocupadas por chavales están ahora habilitadas para acoger este comedor que abre al mediodía, desde las 12:30 hasta 16:30 horas. José Luis ha sido el primero en llegar. Muy poquito después suena el timbre y entra Héctor, 46 años. «Desde que murió mi madre estoy buscándome la vida». Ha trabajado de pintor, de camarero, de cocinero, como guarda jurado, de autónomo como pulidor, durante nueve días en la vendimia («porque dijeron que me pagarían 45 euros y no llegaron a 30»). Lleva años en el paro. Duerme en una pensión. Come caliente en esta parroquia atendida por los claretianos.

Empleo y pobreza

«El origen de todo está en la falta de trabajo, todo viene de ahí; hace años había muchas necesidades entre personas sin papeles, que venían de otros países. Ahora la mayoría son desempleados de larga duración que han sido expulsados del mercado laboral», explica Sindo Martín, quien recuerda que este tipo de iniciativas no son solo caridad, sino que apelan a «la decencia y la dignidad». El último informe de Cáritas confirma que, en el conjunto de España, el 70%de los hogares empobrecidos no han notado la recuperación económica y que uno de los grandes retos es evitar que se «cronifique» la pobreza. Según las estimaciones de la institución, el 3,5% de la población vallisoletana se encuentra en una situación de pobreza severa, con unos niveles de ingresos (para un hogar de cuatro miembros) de menos de 682 euros al mes (sin contar la vivienda). Cáritas diocesana de Valladolid atendió el año pasado a 19.440 beneficiarios, según los últimos datos de la memoria. Hay más cifras:el albergue municipal ofreció techo durante 2016 a 618 personas, con 18.921 pernoctaciones; el comedor municipal sirvió 31.176 comidas y 22.635 cenas a 700 personas. Lourdes (55 años)podría ser una de ellas, pero dice que prefiere buscarse la vida por otras vías porque ni el albergue ni el comedor municipal le convencen. «Prefiero ir a mi aire», dice esta mujer, que en diciembre de 2016 llegó a Valladolid desde Burgos. «Me busco la vida como puedo», dice antes de agradecer a Cáritas y a la asociación A salvo su ayuda. «Cuando hablan de recuperación económica me echo a reír. ¿Dónde está?Yo no la veo», cuenta, mientras el televisor escupe imágenes y noticias que le parecen muy lejanas.

Para cenar

La tele se apaga cuando Teresa y Felipe comienzan a servir la comida. Hoy son alubias pintas y tortilla de patata. Yogures y naranjas de postre. «Si sobra algo, se lo ponemos en un táper para que también tengan para cenar», indica Teresa mientras giran los dos microondas en los que se calienta el menú. Atenta a ellos está María Ángeles Esteban, funcionaria de la Seguridad Social jubilada. Desde hace diez años colabora en la vecina parroquia de San Agustín. Hoy es su primer día como voluntaria en este comedor y subraya el papel que Cáritas desempeña como trinchera contras los efectos de la crisis.

Tres usuarios del servicio, sentados a la mesa.
Tres usuarios del servicio, sentados a la mesa. R. Jiménez

Cuando ya no hay comida en los platos y el mantel se ha convertido en un reguero de miguitas de pan, llega el turno del café y, en algunos casos, la sobremesa. Hay beneficiarios que se levantan de la mesa y abandonan el local de forma apresurada después de dar las gracias. Los hay que prefieren quedarse algo más. Aprovechan el calorcito del salón y la cálida compañía. Algunos se recuestan en los sillones y echan una cabezadita. Otros echan una partida al tute con los voluntarios. O aprovechan para charlar, para hablar con alguien porque cuando se está solo en la calle no es fácil entablar conversación. «Nunca forzamos a hablar y tampoco preguntamos nada que no quieran contarnos. Solemos empezar con el tiempo, como en los ascensores, y a partir de ahí, lo que nos quieran contar», explica Teresa. José Luis es hoy uno de los más habladores, con un discurso atropellado y muy bajito de volumen. Cuenta de nuevo que hay mucha gente que pasa de largo cuando lo ve, que se ha encontrado con muchas «faltas de respeto» (aunque prefiere no poner ejemplos)y que, pese a todo, se muestra optimista:«Me quedan unos cuantos años antes de la jubilación. Malo será que no encuentre trabajo hasta entonces, ¿verdad?».

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