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La compañía y la protección de la teleasistencia se triplica en solo cinco años en Valladolid

La compañía y la protección de la teleasistencia se triplica en solo cinco años en Valladolid

Son 4.447 los vallisoletanos que optan por un servicio de seguimiento, fuera y dentro de su hogar, para combatir la soledad y los accidentes

Ana Santiago

Valladolid

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Domingo, 31 de marzo 2019, 09:54

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La soledad no siempre es abandono. El aislamiento, en ocasiones, lo entrega la vida después de años de sonidos de un hogar lleno pero, en no pocas ocasiones, es una elección. Y la muerte llega sin pedir permiso: en casa, en la calle o en un hospital, solo o rodeado. Muchos mayores se han quedado solos, con los hijos lejos, otros nunca tuvieron su propia familia. En Valladolid, 26.478 personas con más de 65 años viven solas, el 23%, y el Instituto Nacional de Estadística prevé que esta cifra aumente en casi 12.000 en una proyección hasta 2031. Además, la soledad tiene nombre de mujer en el 72% de los casos.

La clásica telealarma evoluciona hacia la atención avanzada que permite una supervisión remota de la vida del usuario

Ningún control ni seguimiento, ni siquiera el vivir acompañado, puede impedir que una persona muera sola. Lo que sí pueden los recursos sociales es reducir estos sucesos, bajar considerablemente el riesgo, prevenir situaciones y detectar cuanto antes un deceso bajo el desamparo.

La legislación vigente, y en particular la Ley de Dependencia, y las tendencias de atención integral e individualizada más vanguardistas potencian que la persona pueda seguir en su hogar si así lo desea, promocionan la autonomía. Y para ello son múltiples los apoyos de servicios, asistentes y cuidadores; pero, sin duda, la teleasistencia es el recurso que, con mayor éxito, retrasa la dependencia y permite la libertad personal bajo su amparo.

El control de glucosa, coagulación o la detección de humos, entre la nueva oferta

En Valladolid, son 4.478 las personas, mayores o con discapacidad, que acompañan su vida con este servicio, el triple que hace un lustro que contabilizaba solo 1.376. Son los datos de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades tanto de usuarios públicos como privados. La teleasistencia es una prestación de la que son titulares las corporaciones locales a través de la contratación, vía concurso, de alguna de las seis entidades que dispensan tal servicio, y la competencia de regulación es de la Junta, al igual que la mayor parte de la financiación. Y aunque el incremento de la demanda es habitual en toda la comunidad hasta los 29.672 usuarios en su conjunto, en la mayoría de las provincia ha aumentado pero ni siquiera se ha duplicado. Valladolid es la que más aumento registra.

La teleasistencia tiene un fácil uso, con solo pulsar un botón –la 'medalla' como lo llaman los mayores– un equipo de profesionales responde ante cualquier imprevisto y puede movilizar a familiares o personas de contacto, servicios médicos, policía, bomberos... de forma ágil y rápida. Es protección las 24 horas de los 365 días del año. Cruz Roja conoce bien este servicio para ancianos pero también para personas con discapacidad. La ONG fue pionera hace 28 años y va por delante incluso de la normativa. Una nueva orden autonómica regulará no solo la asistencia tradicional, la más básica, sino un futuro tecnológico y proactivo, avanzado, que en Cruz Roja ya es presente.

Emma Fernández explica la teleasistencia avanzada. :: R. JIMÉNEZ

La teleasistencia avanzada se impondrá y se regulará a partir del año 2020

Compromiso de un Consejo Territorial de Servicios Sociales, la Junta ha diseñado, con la colaboración de ayuntamientos y diputaciones, la Orden para desarrollar e implantar una teleasistencia avanzada –para 2020– con tecnología que telemonitoriza a la persona y a su entorno para analizar tanto riesgos del hogar como fuera del domicilio «permitiendo así una asistencia mucho más personalizada, en mayores ámbitos y sobre todo proactiva, no respondiendo ya únicamente a situaciones de emergencia sino prediciendo también posibles riesgos que permitan una actuación anticipada. La teleasistencia tradicional básica, que también regula esta normativa, implica atención permanente en el domicilio con apoyo inmediato ante situaciones de necesidad y movilización de recursos humanos o materiales, apoyo emocional seguimiento de situaciones de convalecencia, soledad y aislamiento o unidad móvil para atención personal cuando sea necesario. Pero esta Orden implica potenciar aún más este servicio regulando por primera vez la teleasistencia avanzada, que posibilitará dos cambios sustanciales: por un lado, añadir a los contenidos básicos de la teleasistencia hasta otros trece contenidos y recursos tecnológicos propios de la teleasistencia avanzada que podrían ampliarse en función de las necesidades de las personas y, por otro, incorporar un cambio en el servicio que pasará de ser únicamente reactivo ante emergencias a proactivo y predictivo.

La imagen recoge el ordenador que recogerá toda la información implementada y generará, en su caso, las pertinentes alarmas y todo el abanico de dispositivos.

Ya no será solo atender la llamada de alarma del botón rojo –en colgante, pulsera o clip– y las de seguimiento cada 15 días o un mes para ver como se encuentra la persona sino que incorpora a este mínimo, un amplísimo abanico que permite prevenir, con la telemonitorización del entorno del beneficiario, accidentes o situaciones clínicas o sociales de riesgo. Detector de humo, controles sanitarios del peso, tensión, glucosa o coagulación, sensores de movimiento o de su ausencia como señal de alarma... tecnología punta para 'vigilar' la intimidad, sin invadirla. Explica Asunción Sandoval, coordinadora de Centro de Operaciones de Cruz Roja en Valladolid, desde donde atienden a toda la comunidad y punto de respaldo a la central de Madrid, que estas instalaciones –con 27 puestos fijos y 48 personas en plantilla– cuentan con una terminal conectada al 112, y una atención constante que da respuesta a urgencias sanitarias; pero también a las necesidades emocionales y de soledad.

«Teleasistencia de Cruz Roja, le atiende Marta». Y cerca, las palabras, la sensibilidad y la profesionalidad de Marta de la Cruz de la Cruz –dos apellidos que parecían marcarle el destino– y con 18 años de experiencia, sus auriculares y conexión informática a toda la historia social y sanitaria del usuario, no se le ve pero se le intuye la sonrisa y una fuerte empatía. «Casi siempre son urgencias reales, personas que necesitan ayuda y movilizamos el recurso que sea necesario y, muchas, muchas veces, las personas mayores buscan conversación. Tienen angustia, soledad, añoranzas, igual llevan días sin hablar con nadie... y a veces te dice más lo que se callan, notas que algo les preocupa e indagas. Un '¿Cómo estamos hoy?' puede abrir una hora de conversación. En ocasiones te dicen que dieron al colgante sin querer, limpiando... pero no es verdad, necesitaban contacto».

«Nosotros buscamos no solo responder a la urgencia inmediata y dar ayuda en minutos, que también, sino dedicar a cada persona el tiempo que necesite, prestar calidad en definitiva, una asistencia real», puntualiza Emma Fernández, directora del Centro de Operaciones Autonómico, ubicado en Huerta del Rey.

Marta, una tordesillense de 45 años, explica que hay dos tipos de llamadas, las alertas, ante un incidente y las agendas, de control y seguimiento. «Siempre que hay una llamada, si no hay respuesta, insistimos hasta determinar qué ha pasado; lo que sea necesario, como si hay que tirar la puerta». Muchos usuarios, de forma voluntaria, dejan en depósito a Cruz Roja, bajo su custodia, una copia de las llaves de su casa para que pueda entrar su personal en caso de necesidad. «A veces simplemente es que las suyas se las han dejado dentro y no quieren que se enteren sus hijos, que 'me riñen', dicen». La seguridad es total, no solo en el acceso a las instalaciones con huella digital y con cámaras en su interior sino el armario que las contiene, su precinto y las claves que las codifican para relacionarlas luego con una dirección concreta. Ni un solo incidente que lamentar en todos estos años.

«Si en un mes no toca el colgante, se verifica, se les llama para comprobar que recuerdan como funciona su terminal. Nosotros, si tienen que tomar un medicamento diario y nos lo piden, llamamos para recordárselo o requerimos al médico que vaya a verlos», explica Asunción.

Marta reconoce que «te llevas a casa muchas historias, y siempre hay alguna que te marca. Yo aún recuerdo la de una mujer a la que dos hijos se le mataron en un accidente de tráfico cuando iban a pasar la Nochebuena con ella. Llevaba pocos meses en el trabajo y me marcó mucho, no lo olvido». Asunción recuerda que «hay casos de todo tipo, llevas años y la casuística cambia. Recuerdo una mujer que llamó porque se había tragado la llave del cerrajero».

Todas las llamadas se graban, y todas implican un informe. «En los controles, realizamos dos llamadas seguidas para darles tiempo a llegar y, si no contestan, al día siguiente de nuevo se repite. Si no hay respuesta acudimos».

La teleasistencia más habitual se instala en el hogar y no pueden sacarlo de casa; pero también hay dispositivos para seguimiento en la calle. Los apoyos tecnológicos son fundamentales. El LoPe es un detector de la ubicación de personas que permite la geolocalización a través de una pulsera que lleva el mayor y que descubre, incluso, un aumento importante de velocidad que indicaría que ha cogido un transporte. Se emplea sobre todo cuando sufren deterioro cognitivo y pueden perderse. Da tranquilidad a las familias. El PIR es un dispositivo de alerta que si en 12 horas no detecta movimiento dispara la alarma.

En todo ello, y más, consiste la teleasistencia avanzada, capaz también de avisar si nunca se abre la puerta del frigorífico «porque o no está comiendo o no guarda en frío los alimentos. Se comprueba la causa. O si se abre la puerta de casa y no la cierra y los sensores de movimiento que se precisen. O si emplea el microondas para asegurarse de que no enciende la cocina de gas. Todo depende de situaciones, viviendas y personas». El abanico de la teleasistencia es enorme y su coste puede ir desde el euro diario, solo el básico botón de alarma, hasta la más compleja infraestructura de dispositivos conectados a un ordenador que envía alertas y controla salud, movimiento, inundaciones, gases o humos sin necesidad de pulsar el botón de alarma. La suma, suma precios y depende de posibilidades y recursos personales; aunque esta prestación forma parte de la cartera de servicios de la Ley de Dependencia y de los Servicios Sociales.

«Soy muy miedosa y saber que doy al botón y tengo ayuda me tranquiliza»

Elena de Miguel. R. GÓMEZ

La relación de Elena de Miguel con Cruz Roja viene de años y es, en realidad, intensa, más allá de la teleasistencia, forma de parte de su día a día. Esta mujer de 84 años, y viuda desde hace cuatro, entró en contacto con la ONG «hace unos siete u ocho años, simplemente porque llamaron por teléfono y nos informaron para que nos hiciéramos socios. Luego, por un problema de papeleo me acerqué a la sede, aquí en Valladolid, y Óscar (Óscar Esteban, un técnico) me habló de que no hacía falta que yo bajara y subiera el oxígeno a mi marido sino que podían ayudarnos con eso». Elena vive en un tercer piso sin ascensor. Y «así empezó todo y ahora voy muchísimo a Cruz Roja, a muchas de sus actividades, que hacen montones».

La teleasistencia acompaña a esta segoviana de Nava de la Asunción en su residencia en la zona del Paseo del Cauce de Valladolid desde hace unos cuatro años y, desde luego, «me da mucha seguridad, me siento más tranquila. Antes no me la quitaba ni para dormir; pero, como una noche pulsé por accidente el botón al darme la vuelta en la cama, ahora lo dejo colgado cerca y cuando me levanto me lo pongo. Bueno, si digo la verdad a veces me voy al baño y me lo dejo;pero procuro no hacerlo».

Madre de dos hijos y abuela de dos nietos, Elena vive sola aunque «no falta un día en que mi hijo venga a verme. Yo me encierro mucho, con dos cerrojos y él me dice: ya estamos en el castillo». Menos «las alturas», Elena se encarga de su casa y de ella misma, la salud y la agilidad mental y física se lo permiten. La compra, la comida, la limpieza, su aseo... pero «soy muy miedosa, mucho, y además de encerrarme con dos cerraduras, saber que con pulsar al botón ya estoy en contacto con Cruz Roja me quita mucho miedo». Recibe llamadas de la organización «cada unos quince días, aunque no haya pulsado, para saber cómo estoy. Son muy amables» y ello pese a que es una habitual de las actividades. La urgencia solo le llegó una vez: «Fue un vecino que tenía una calefacción de carbón, se prendió la chimenea... y bueno todo se llenó de humo y le di al botón y enseguida vino el 112 y todo fue bien».

Explica Marta Franca, directora de Intervención Social de Cruz Roja que un millar de personas participan de las actividades para mayores en Valladolid y «lo bueno no es solo que vayan a los talleres, clases de informática o excursiones, es que se forma una red social, se molestan en arreglarse, en salir y conocen gente».

A Elena le gusta mucho «la musicoterapia y la poesía y cantar; pero lo que no logro es la informática», se queja. «Es mi espinita y ya lo he intentado varias veces pero nada, que no se me da».

Cruz Roja incorpora a este servicios la posibilidad de otros como el de 'Cuídate +' que permite telemonitorizar criterios sanitarios y sociales y si el sistema detecta algo irregular, sin necesidad de dar al botón, avisa automáticamente.

Seis empresas prestan este servicio en la comunidad, además de Cruz Roja que está presente en todas las provincias, sea de forma pública o privada, otras como Clece en Valladolid, Domus VI, Sar Quavitae, Atenzia e Ilunión Sociosanitario S. S. cubren las diferentes provincias.

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