Los churreros de Valladolid, en jaque por la guerra
El sector padece el notable incremento en las facturas del aceite de girasol, la harina y la energía, lo que obliga a reducir la cantidad de unidades por ración o subir los precios de venta al público
«A precio de oro». Así dicen los churreros vallisoletanos que están pagando el aceite de girasol. Es el nuevo oro líquido. También la harina les ha subido de forma considerable. Son sus dos materias primas básicas. Si a ello le añadimos el encarecimiento del precio de la electricidad y de la cuota de autónomos, el resultado es que deben cuadrar cada vez más números para que su actividad salga rentable.
«Cada día se freirá una cantidad limitada de churros por turno y la ración pasará a ser de cinco, en lugar de seis unidades. Os agradecemos vuestra comprensión». Así reza un cartel que preside la puerta de acceso a uno de los templos vallisoletanos del churro: el Erchus2, junto a San Pablo. Este cartel lo colgaron los responsables de este establecimiento poco después del inicio de la guerra de Ucrania, cuando empezaron los problemas de escasez de aceite de girasol y de otras materias primas.
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Ahora que el abastecimiento está asegurado, la ración de churros ha vuelto a ser de media docena, aunque el cartel sigue a la vista de los clientes, a modo de recuerdo o advertencia por lo que podría volver a pasar. «Pasamos días de mucha incertidumbre ya que nos costaba encontrar proveedores que nos suministraran aceite de girasol. Teníamos miedo de quedarnos sin poder freír, así que decidimos quitar un churrito a cada ración y así intentar salvar ese problema. Como el abastecimiento se ha normalizado, hemos vuelto a restablecer el churro que habíamos eliminado», informa José Manuel Renedo, gerente del Erchus2, quien agradece la comprensión de sus clientes ante esta decisión. «En un desayuno un churro más o un churro menos no tiene mucho significado. La gente lo entendió porque todo el mundo estaba al tanto de las noticias. Lo que no queríamos era incrementar el precio del desayuno», añade este hostelero.
Su negocio produce unos 1.800 churros diarios y 4.500 los fines de semana. Para su elaboración emplea unos 35 litros de aceite cada semana. «Antes nos costaba a 1,75 euros el litro. Ahora lo estamos pagando a 3,50 euros. No nos hemos planteado buscar un sustituto para el aceite de girasol, porque la fritura no quedaría igual y el cliente ya está acostumbrado a su sabor», argumenta.
El que sí se plantea otras alternativas oleicas para freír sus churros es José Antonio Alonso. Él es el propietario de la churrería 'Puente Mayor', situada en la calle Pisuerga del barrio de la Victoria. Este negocio histórico, inaugurado en 1955 por sus padres, Ángel y Angelita, es actualmente, la única caseta callejera de venta de churros que queda en la ciudad. Allí, entre churros y porras, se crió José Antonio. «Nos estamos defendiendo como podemos», argumenta este profesional de la masa. «El aceite nos ha subido un 250%, que es una barbaridad. La harina ha subido un 50%, pero ese incremento lo podemos capear mejor. El chocolate también se ha encarecido un 20% y seguro que vuelve a subir en breve. Y la electricidad está por las nubes», continúa.
«En otros países como Francia o Alemania usan mucho el aceite de colza. Otra alternativa es el de orujo, pero ambas son difíciles de encontrar porque a los distribuidores lo que les interesa es dar salida al de girasol, que es el que tienen almacenado y el que les da más beneficio al ser más caro. Por eso, estoy buscando distribuidores que me traigan el aceite directamente desde Francia o Alemania», comenta. «Estoy haciendo pruebas con un aceite que está compuesto de un 80% de girasol y un 20% colza. Es buenísimo, pero el problema es que en España la colza no está muy bien vista, aunque su sabor sea espectacular. En mi opinión, la fritura queda mejor que con el de girasol», dice este churrero que, pese a todo, ve el futuro del sector con optimismo. «A pesar de las dificultades podemos seguir trabajando. El problema vendrá si los precios siguen subiendo. Es una pena, porque éste es un oficio que se acabará perdiendo. Los jóvenes ya no quieren trabajar en esto», comenta mientras comprueba la temperatura del aceite antes de hacer otra tanda.
No le ha quedado más remedio que subir el precio de su docena de churros, que ha pasado de costar 2,40 euros a 2,60 euros. El desayuno completo, en cambio, tan solo ha sufrido un incremento de 0,10 euros. «Ha sido una subida mínima, pero que nos ayuda a paliar el daño que nos ha hecho el incremento del precio de las materias primas. No podíamos subirlo más porque la nuestra, al fin y al cabo, es una churrería callejera», justifica. «Haciendo números redondos, comprar 500 litros de aceite me supone unos 2.000 euros. De luz, algún mes he llegado a pagar hasta 2.000 euros, cuando lo habitual eran 800 euros. ¿Cuántos desayunos de más tengo que vender para hacer frente a todas esas subidas? Sacar el negocio adelante se vuelve cada día más complicado. Pienso que con la guerra de Ucrania se está especulando demasiado. Muchos se están aprovechando de la situación», se queja.
«Todo viene de allí»
Otro establecimiento que basa una buena parte de su oferta en el churro es la Cafetería Chocolat en Zaratán. Al frente de este negocio familiar, con 21 años de historia, está Ángel Prado Serrador, que trabaja junto a su mujer, sus dos hijas y un sobrino. Considera que la guerra ha desorbitado los precios y el mercado y que, por ello, su gremio lo tiene «cada vez más difícil». «A principios de 2021, el litro de aceite rondaba el euro. Ahora está cerca de los cuatro euros y las que son de alto oleico los sobrepasan. ¿A dónde vamos a llegar? Lo peor de todo es que encima, la marca que usábamos habitualmente ahora es imposible encontrarla y tenemos que utilizar otras marcas de inferior calidad. Con la harina ocurre lo mismo. Antes, 150 kilos de harina me costaban 95 euros. Ahora estoy pagando 120 euros. La luz, la cuota de autónomos, el gas… Todo sube por la guerra de Ucrania. Al parecer es que todo viene de allí, porque todo nos está subiendo», dice con sorna y resignación este churrero. «Para que vaya bien mi negocio cada día trabajo 12, 14 y hasta 16 horas y esas no las cuento», dice.
Él no quiere arriesgarse a cambiar de tipo de aceite y tampoco ha repercutido la subida a su clientela. «Pienso que esta situación es pasajera y por eso he decidido sacrificarme yo en lugar de sacrificar a mis clientes. Así que sigo manteniendo los mismos precios», concluye.