Así fue la caída del meteorito que acabó con los dinosaurios: «En un parpadeo, el planeta se sumió en el caos»
Capitán Swing publica 'Los últimos días de los dinosaurios', un trabajo divulgativo que fija un calendario sobre la extinción de los seres que dominaron la Tierra durante 160 millones de años
«No hubo señales de advertencia ni sirenas de alarma primitivas que lanzasen un aviso para correr al refugio más cercano», dice Riley Black, escritora ... científica, paleontóloga aficionada, autora de artículos en 'National Geographic', 'Nature', 'Science'. «En un parpadeo, el planeta se vio sumido en el caos más absoluto», cuenta la divulgadora estadounidense en 'Los últimos días de los dinosaurios', un libro recién publicado por la editorial Capitán Swing y que ahonda en el contenido de 'Gigantes de la Patagonia', la exposición sobre la extinción de estos animales que hasta el 15 de marzo puede verse en el Museo de la Ciencia de Valladolid.
¿Qué pasó para que los dinosaurios desaparecieran de la faz de la Tierra? ¿Qué ocurrió hace millones de años para que unos seres que habían habitado el planeta durante tantísimo tiempo se extinguieran? Black contesta en su libro a estas preguntas y reconstruye, además, qué transformaciones se produjeron hace 65 millones de años (tal vez 66) con la caída de un meteorito cerca del actual Golfo de México. Porque esa es hoy, como se explica también en el Museo de la Ciencia, la teoría más extendida sobre el fin de los dinosaurios.
Ese término, dinosaurio, se acuñó por primera vez en 1842, de la mano del anatomista británico Richard Owen. Se eligió esa palabra ('lagarto terrible') para ponerle nombre a los restos de unas nuevas bestias halladas en diversos yacimientos. Por aquel entonces apenas se conocían tres especies, pero ya empezaban a circular teorías sobre qué pudo pasar en el pasado para que bichos así no llegaran hasta nuestros días. Cada experto -cuenta Black en el libro- tenía su propia explicación. Desde lo que decían que eran demasiado grandes y torpes para adaptarse hasta los que aseguraban que hubo una oruga primitiva tan voraz que acabó con la vegetación y, a la larga, con las presas disponibles. Desde quien habló de largos episodios de frío y calor hasta quien esgrimió un aumento pavoroso del nivel del mar o recurrió a virus y epidemias jurásicas.
En 1980, por primera vez, se planteó la idea de que una masa extraterrestre había colisionado contra nuestro planeta y eso provocó el fin de los dinosaurios. ¿De dónde venía esta idea? Pues de la presencia de cristales de cuarzo, de enormes cantidades de hollín prehistórico y, atención, de iridio (un metal poco común en la Tierra), en los mismos niveles geológicos en los que desaparecen los registros fósiles de los dinosaurios no avianos, como el Tiranosaurio o el Triceratops. Si ese metal no estaba en el planeta, había llegado de fuera. Si justo después de ese estrato no hay restos de dinosaurios, es que habían esfumado. «El hallazgo de un gigantesco cráter de impacto en la península de Yucatán (el cráter de Chicxulub) en los años noventa zanjó el debate: un inmenso asteroide de más de once kilómetros de longitud se había estrellado contra la Tierra en el momento exacto en que la extinción se manifiesta en los estratos», cuenta Black en su libro. Y enumera, además, varias de las características de ese episodio.
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Los últimos días de los dinosaurios Riley Black
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Capitán Swing 280 páginas. 24 euros.
No se sabe aún de dónde procedía ese meteorito. «Tal vez formó parte de un planeta que fue destruido por otro impacto. Quizá fuera un sobrante de la formación planetaria». El caso es que, en algún momento entre hace 65 y 66 millones de años, ese «peñasco devastador» atravesó el espacio a una velocidad de 72.000 kilómetros por hora. Se estrelló en la Tierra no como un bloque compacto. «Al ingresar en la atmósfera, se desprendieron fragmentos y cuando el bólido colisionó se fracturó y se hizo pedazos». El más grande de todos (más de once kilómetros de longitud) cayó en el actual Golfo de México, con un ángulo de 45 grados y una potencia explosiva 10.000 millones de veces superior a las bombas atómicas arrojadas durante la Segunda Guerra Mundial. Causó, de entrada, una herida geológica con un diámetro superior a los ochenta kilómetros. Y, a partir de ahí, desencadenó un rosario de catástrofes que cambiaron por completo la vida tal y como se conocía hasta ese momento.
«Los efectos del impacto fueron rápidos y desastrosos. En cuestión de horas, el calor, las llamas, el hollín y la muerte cubrieron el planeta». Pero los dinosaurios «no desaparecieron sin más cuando cayó el asteroide, sino que la verdadera extinción se desarrolló a lo largo de horas, días, meses y años». Aquí está el verdadero mérito del libro de Riley Black, porque durante casi 270 páginas establece una cronología sobre qué pudo ocurrir en la Tierra segundos después de la caída del asteroide, pero también qué transformaciones se produjeron en los días, los años y siglos posteriores. Black establece un calendario de la extinción a partir de la caída de ese meteorito devastador. Y lo hace fijándose en varias especies significativas de dinosaurios y cómo toda esa cadena de tragedias les afectó.
En esos primeros instantes, recuerda Black, el choque lanzó más de 350.000 millones de toneladas de azufre y 460.000 millones de dióxido de carbono a la atmósfera, la temperatura del aire alcanzó los 260 grados, la intensidad de la luz fue diez veces más potente que los rayos solares. El planeta se convirtió en un horno, sacudido además por maremotos y terremotos.
Días después, sin embargo, la luz del sol se convirtió en un bien escaso. Los incendios convirtieron el aire en irrespirable. El cielo permaneció totalmente oscuro, opaco, capaz de bloquear los rayos soleras. Y la temperatura, entonces, se desplomó de golpe, lo que afectó también a la vegetación. La lluvia ácida contaminó además las masas de agua. Un desastre detrás de otro.
Los dinosaurios, después de más 160 millones de años de vida en la tierra, estaban condenados. Pero algunas especies sobrevivieron. Lo cuenta también Black en su libro. Poco a poco, comenzó la evolución de las aves, la conquista del territorio por parte de los mamíferos. «Aquellos sucesos dolorosos son los que nos han permitido crecer», concluye la autora de un trabajo que conjuga la divulgación de las teorías confirmadas con recreaciones (inspiradas en los recursos de la ficción) sobre el destino de muchas de las especies. Como el ser humano. La autora lo tiene claro: «Somos los supervivientes de aquel meteorito».
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