Valladolid
El Arzobispado comienza el curso con la recuperación de la obra de Ramón NúñezLa imagen del Corazón de Jesús en yeso, de dos metros de altura, es el paso previo a la gran estatua de hormigón de ocho metros que corona la Catedral
Javier Burrieza
Viernes, 6 de septiembre 2024, 21:08
El Arzobispado, gracias a la donación de los hermanos Villa –muy conocidos en Valladolid dentro del ámbito de la construcción– ha recuperado la imagen del ... Sagrado Corazón de Jesús que realizó Ramón Núñez en yeso, con una altura de dos metros, como paso previo a la gran estatua de hormigón armado de ocho metros que se ubicó en lo alto de la Catedral en junio de 1923, encima de una cúpula que elevaba el monumento a los diez metros.
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Y así ha ocurrido en el inicio del Curso Pastoral, en el patio de la institución central de la diócesis de Valladolid, con una concurrida asistencia y una liturgia de gran belleza conducida por el vicario general Jesús Fernández Lubiano, con las palabras del catedrático Salvador Andrés Ordax –especialista en el escultor Ramón Núñez–, del restaurador Juan Carlos Álvarez Sánchez –«factótum» de la iniciativa– y del arzobispo de Valladolid Luis Argüello. Entre el público pudimos ver al obispo emérito de Santander, Manuel Sánchez Monge –residente en Valladolid–, Carmen Villa –Jefa del Servicio Territorial de la Consejería de Cultura–, Luis Jaramillo y Javier Tutor –antiguo y nuevo director de la Cadena Cope en Castilla y León–, Jesús García Gallo –delegado de Patrimonio del Arzobispado–, así como al nuevo superior de la Compañía de Jesús en la Plataforma de Castilla y León, Alberto Plaza o al vicario del Opus Dei Ignacio Aparisi.
Esta imagen de devoción y obra artística, doble condición que ha destacado el prelado vallisoletano, preside desde hoy este espacio de encuentro y recepción del Arzobispado, sobre un bonito pedestal donde se puede leer el lema «Venga tu Reino».
La historia de su recuperación comienza en una visita a la exposición celebrada en la Catedral por el Año Jubilar del Sagrado Corazón gracias a los trabajos de Las Edades del Hombre. La efectuó el restaurador Juan Carlos Álvarez, un conservador que con su formación teológica y en la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Valladolid –entroncada en la historia de la Escuela de Bellas Artes que dirigió Ramón Núñez– dedica su vocación a la recuperación del arte sacro.
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Se preguntó sobre el paradero de los trabajos previos que el maestro escultor, en los primeros años veinte –en los días del cardenal Cos y el arzobispo Gandásegui–, realizó para culminar la gran estatua de la torre de la Catedral. Lo hacía contemplando una fotografía antigua del modelo en barro –de pequeño tamaño y desaparecido–, presente en la exposición. Sin embargo en una casa de la calle Juan Mambrilla nº 11, que sirvió de taller a Ramón Núñez, conocía que durante muchos años había permanecido bajo un tejadillo de chapa, en el patio de aquel inmueble, la obra que el escultor realizó en yeso, previa a la definitiva en hormigón armado.
Había sufrido un importante deterioro por las inclemencias meteorológicas, recibiendo una mano de pintura cada vez que se arreglaba aquel patio. El inmueble, propiedad de los mencionados hermanos Villa, se cerró ante el grave estado de conservación. A pesar de la fragmentación de la obra –ha sido necesaria una delicada y habilidosa reconstrucción–, conservaron los propietarios la imagen en un almacén.
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Con el apoyo del vicario general, Jesús Fernández, comenzaron los trabajos. Los hermanos Villa, presentes en el acto de ayer, donaron la obra y Juan Carlos Álvarez inició el proceso con su equipo conformado por Paloma Romanillos y David Alonso. Para la reconstrucción de la cabeza fue fundamental la fotografía antigua del barro, aquella que este historiador que escribe había comprado en los puestos de libros antiguos y filatelia que se situaban los domingos por la mañana en Fuente Dorada y que el equipo de Las Edades del Hombre incluyó en los paneles de la exposición «Venga tu Reino».
No faltaron en el camino de la localización los arquitectos Rodrigo Zaparaín y Juan Luis Virumbrales y las académicas Eloísa Wattenberg y Belén González. Todo fue hilvanado por la capacidad de relación y la habilidad técnica del restaurador mencionado y su equipo. El resultado es de gran belleza e importancia histórica, enmarcado por las palabras del arzobispo Argüello cuando destacaba que «a los católicos nos gustan las imágenes, nos alegra que sigan existiendo creadores que nos hacen vislumbrar la belleza».
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Indicó que éste es un acto eclesial pero también ciudadano, donde se une la importancia del arte, dentro del diálogo que debe mantener la Iglesia entre la fe y la cultura –esta diócesis cuenta con un Secretariado creado expresamente para ello–: «cuidar un patrimonio recibido que nos desborda, con una fe que debe continuar siendo manantial de creación artística».
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