Leo Hidalgo descansa en el salón del domicilio de su hija, en Valladolid. Ramón Gómez

«A ver si se arregla esto y vuelvo a la residencia. Eso es lo que quiero»

Las hijas de Leo Hildalgo, de 91 años, recogieron a su madre en el centro de Parquesol cuando Familia permitió la salida a residentes sin síntomas de la covid-19

M. J. Pascual

Valladolid

Martes, 12 de mayo 2020, 07:04

Cuando terminó la Guerra Civil, Leoncia Hidalgo García (Pobladura del Valle, Zamora, 1929) no había cumplido los diez años. En su pueblo, recuerda, las vecinas enmudecían de repente cuando se acercaban las niñas a cucear. «Que hay ropa tendida, decían, y se callaban», recuerda esta zamorana. «Y ahora vivir esto... ¡Y es que ahora no se ve el enemigo!». En la residencia de Parquesol, a los abuelos tampoco les explicaban nada de lo que pasaba. «Cerraron de repente a las visitas, dejaron de hacer actividades, no podíamos jugar a las cartas y llegó un día por la mañana en que nos dijeron que no bajáramos al comedor, que nos subían la comida a las habitaciones. Pero no nos decían claramente lo que estaba pasando, hemos sido las últimas en enterarnos».

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No ha sido hasta que sus hijas decidieron llevarse a Leo (asintomática, válida y completamente lúcida) cuando esta vivaracha mujer, que sobre todo le gusta «hacer los deberes», se ha enterado «de verdad» de la gravedad de lo que está ocurriendo con el coronavirus, que está haciendo estragos en los centros de mayores. Leo Hidalgo acaba de cumplir 91 años el pasado mes abril. Tiene cuatro hijos, ocho nietos y cuatro biznietos y asegura que lo que más quiere en el mundo es volver a la residencia, que considera su hogar.

Ingresó en este centro de titularidad de la Junta de Castilla y León hace trece años, con su marido, Antolín García. «Murió hace ocho años, en noviembre. Vine con él porque estaba enfermo. El médico del pueblo nos dijo que donde mejor iba a estar era en una residencia y las chicas miraron y nos buscaron esta. En Zamora nos habían dicho que mi marido no llegaría ni a las seis de la mañana, pero en la residencia duró cinco años, le atendieron muy bien». Su esposo le había preguntado qué pensaba hacer. «Me decía: yo mucho tiempo no puedo vivir y en el pueblo ya no hay casi gente, ni vecinas... No dejaba de repetírmelo, así que finalmente le respondí que me quedaría en la residencia y él me dijo: ahora muero tranquilo».

De sus cuatro hijos, dos hijas viven en Valladolid y se turnan para atenderla, un mes cada una, en sus respectivos domicilios. Ahora está con Clara, la pequeña. Ella fue quien leyó en el periódico que la Consejeria de Familia, de acuerdo con la de Sanidad, iba a permitir que los mayores de residencias que estuvieran sin síntomas y quisieran irse con sus familias mientras durase la crisis sanitaria podrían hacerlo sin perder la plaza, siempre y cuando al regresar pudieran probar que son negativos.

Las amigas

«Yo estaba encantada en la residencia, había de todo: manualidades, gimnasia, ejercicios de memoria, rosario, excursiones... Me llevé un disgusto cuando esto se puso así...», confiesa Leo, que pide a su hija que saque de la vitrina una ángel hecho por ella misma, como muestra de los trabajos que hacen allí. Se acuerda mucho de sus amigas: Margarita, Primi, Loli y Mariluz y de Avelina, de 106 años, «que siguen allí, encerradas cada una sin salir de su habitación, donde les llevan el desayuno, comida y la cena. Todas las mañanas nos dábamos los días y luego, cada una a su habitación». Sigue en contacto con ellas por teléfono. Y el marido de una de ellas, comenta, «tiene el virus, pero los tienen en sitios distintos».

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La familia decidió ir a buscar a la abuela el 3 de abril. Explica su hija Clara que tomaron la decisión porque la situación de aislamiento estaba afectando a su madre. «Nos turnábamos para llamarla y veíamos que estaba muy triste. Los mayores tienen que estar aislados por prevención, pero esto les afecta psicológicamente, no veíamos a mi madre igual, por eso decidimos traerla, estaba triste, triste, todo el día sola».

A Leo le gustaría, »cuando pase todo» ver su casa y a la gente de Pobladura, pero lo que más, regresar a la residencia. «Quiero volver. A ver si se arregla esto y vuelvo, es lo que más quiero», sonríe esperanzada.

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Siete hicieron las maletas

Son siete, cuatro de ellos, residentes de Parquesol, los mayores usuarios de centros de la Junta en Valladolid quienes están actualmente viviendo en domicilios de sus familiares. A finales del mes de marzo, en el pico más grave de mortalidad y número de contagios en las residencias de mayores, donde apenas se realizaban test todavía, las Consejerías de Familia y Sanidad remitieron una indicación a las direcciones de los centros asistenciales para posibilitar a las familias que pudieran llevarse a los ancianos asintomáticos.

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