Ángel Cabezas, 14 años como agente tutor contra el bullying: «Muchas veces el patio canta»
El programa del cuerpo municipal, que entre otros cometidos, sirve para prestar labores de apoyo a los centros cuando activan el protocolo por acoso escolar, se puso en marcha en 2009 para paliar la «pérdida de autoridad» que sufren los docentes
Todas las herramientas para luchar contra el acoso escolar son pocas. Por eso son variados los ámbitos desde los que se trata de poner freno ... a esta lacra social, que durante 2024 obligó a la Fiscalía de Menores a instruir 12 casos en Valladolid, frente a los ocho que se denunciaron en 2023. De todas las herramientas, quizás una de las más desconocidas sea la del agente tutor, uno de los múltiples cometidos de la denominada policía de barrio, en cuya esencia está la cercanía con el vecindario o, en este caso, con la comunidad educativa. Si alguien puede hablar de esta labor con conocimiento de causa es Ángel Cabezas, agente tutor de la Policía Local desde hace 14 años, casi los mismos desde que se puso en marcha el programa en 2009 de forma embrionaria. Se trata de un «servicio público» que presta la Policía Municipal y que nació hace más de una década con la finalidad de paliar esa «pequeña pérdida de autoridad que han podido tener los profesores en clase». La experiencia, al menos, así se lo dicta.
«Lo que se intenta es que, con la presencia de un policía en el entorno escolar, al que habitualmente se le va a ver por el centro, se genere esa relación de confianza entre padres, profesores y, sobre todo, con los alumnos», explica Cabezas sobre su cometido, que consiste en prestar apoyo en todo lo que demande el centro, pero también en dotar de continuidad la labor que ellos hacen: «El colegio tiene un horario, pero la Policía está disponible las 24 horas. Cualquier menor en riesgo o que pudiera tener un problema nos puede llamar y la respuesta es inmediata».
Le basta rememorar un caso de hace pocos años para hacer entender a quien le escucha el calado que puede tener su presencia y la de sus compañeros en las aulas y en los patios de los colegios, a veces en forma de charlas rutinarias sobre el uso de las nuevas tecnologías, el bullying o el consumo de alcohol y drogas. Otras veces, más improvisadas u obligadas por las circunstancias, pueden llegar a salvar vidas.
No entra en detalles, pero recuerda cómo, en una ocasión, tras recibir una carta de la madre de un menor que estaba siendo acosado, convocaron a toda la clase a una charla: «Escribimos en grande en la pizarra el artículo 14 de la Constitución –la igualdad ante la ley y la no discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier circunstancia personal o social– y lo estuvimos explicando. Al finalizar la charla, leímos la carta de la madre. Hasta los que estaban ejerciendo ese acoso rompieron a llorar. Pasó de ser un niño acosado a un niño protegido».
Quizás por este éxito, del que habla con orgullo, nunca pierde de vista en su labor como agente tutor que, pese a que puedan asumir el rol de acosadores, no dejan de ser menores que «necesitan protección». Lo aprecia cuando tienen que intervenir a petición del centro para dar «firmeza» al proceso cuando se activa el protocolo por un posible caso de acoso escolar –un total de 129 veces en los centros de la provincia durante el curso escolar 2022-2023–, lo que conlleva, entre otros trámites, la toma de declaración a los menores implicados en presencia de los progenitores. «Por mi experiencia, en la mayoría de los procedimientos, en cuanto a la gente le tomas declaración y firman algo, ya toma consciencia del problema. Muchos chavales no son conscientes de que están acosando a nadie; es algo que hacen por inercia, porque les cae mal. No existe una explicación».
Aunque recalca que su actuación está sujeta siempre a lo que pueda demandar la dirección del centro, si hay sospechas de un caso de acoso pueden llegar a reforzar la vigilancia del entorno educativo, aunque la intervención directa con los menores siempre es a través de los profesores. «Muchas veces el patio canta, y si ves a un chaval solo, preguntas. A veces te dicen que tiene un trastorno de la personalidad, un TEA. Si él está a gusto así, no pasa nada», ejemplifica.
«Muchos chavales no son conscientes de que están acosando a nadie, es algo que hacen por inercia»
Ángel Cabezas
Agente tutor en el barrio de La Victoria
Las charlas que imparte, que han evolucionado desde la educación vial a la prevención de distintas problemáticas adolescentes de forma exclusiva en centros docentes –dando buena cuenta de cómo ha evolucionado el programa desde 2009–, son también un buen termómetro para medir el ambiente. «Lo que vemos es que el acoso aumenta mucho con la edad; en tramos de infantil es fácilmente solucionable, pero a partir de la incorporación de los adolescentes al mundo de las nuevas tecnologías, se nos escapa». Por eso también las dirigen a padres y tutores. «Les formamos para que controlen lo que hacen en las redes sociales. Siempre ponemos el mismo ejemplo: si yo no dejaría a mi hijo en la calle sin saber cómo cruzar o cómo moverse porque le puede pillar un coche, el mismo criterio hay que utilizar para navegar por internet».
No pierde de vista que el tema está de actualidad por el reciente suicidio de una menor en Sevilla tras un año siendo víctima de bullying por parte de tres compañeras. «No sé si podría haber pasado aquí, pero el protocolo que hay es bastante rápido y concreto. Ha sido eficaz en los casos que me he encontrado. El problema son los latentes, en los que la familia no lo sabe, en el colegio no lo saben y el menor está en completo desamparo. Por eso, cuando se trata de una familia desestructurada, tenemos especial vigilancia».
Atienden también peticiones de los CEAS, los servicios sociales, centros médicos, administraciones o la Fiscalía de Menores. «Se trata de trabajar en red cuando se observa que un niño pueda tener algún tipo de carencia, y nosotros somos esa continuidad del propio servicio social», incide. No solo combaten el acoso escolar, sino cualquier situación que pueda suponer un peligro para los menores, como el abandono familiar o el consumo de drogas.
El agente saca una conclusión clara al hacer balance de los 14 años que ha dedicado a estos menesteres y de los que le gustaría ocuparse «en exclusiva, con una unidad específica». «Acoso escolar ha habido siempre». Lo que más ha cambiado es la «repercusión mediática» gracias a las redes sociales: «Son un altavoz muy importante que hacen de esto un problema, a lo mejor, mayor de lo que pudiera ser. Sobre todo algunos casos que, no siendo tan graves, parecen graves. Y, desgraciadamente, de los que son graves, a lo mejor no nos damos cuenta a tiempo». Juegan, además, un doble papel: como altavoz de denuncia indiscriminada, pero también como medio para la comisión del delito. «Dotan de impunidad al acosador. Se cree que detrás de un teléfono móvil puede hacer lo que quiera. Hay que tener mucho cuidado y pedir a sus padres que sean vigilantes para proteger a lo que más queremos».
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