Valladolid
El agredido a martillazos en el Rancho Grande deja de ser okupaEl joven marroquí, tras tres años en Valladolid, encuentra una habitación en alquiler en Peñafiel aunque las secuelas de la agresión le impiden trabajar con asiduidad
Poco o nada le ha cambiado la vida a Anass Ahnin desde que hace más de tres años decidiera cruzar el Estrecho de Gibraltar en ... busca de una oportunidad. Llegó siendo menor de edad y ahora, con 21 años, sigue en la lucha para obtener la nacionalidad y un trabajo en Valladolid. Su historia hasta la fecha se resume en okupaciones constantes en la capital y una agresión sufrida tras recibir martillazos cuando estaba instalado de forma ilegal en los restos de las edificaciones del Rancho Grande. Allí, otro okupa, de forma sorpresiva, le dio cuatro golpes con la herramienta hace más de un año. Desde entonces, como él mismo dice, «no ha vuelto a ser lo mismo».
Tras un periplo de supervivencia, Anass preparó el petate para empezar de cero en Peñafiel. Se fue con una mano delante y otra detrás, como cuando vino a España, con la intención de ser temporero. Y lo ha sido hasta la semana pasada tras concluir la vendimia. «El problema es que tengo medio cuerpo paralizado por la agresión. No puedo encadenar tres o cuatro días seguidos en el campo», apunta desde una pequeña habitación que ha podido alquilar por 100 euros. «He estado un mes y medio en la calle y ahora he encontrado algo», continúa.
En este tiempo, aún en precario, este joven marroquí ha dejado de ser okupa, aunque trabajo estable aún no ha hallado. Sigue en un mar de incertidumbre a la espera de poder salir adelante. Pero cada paso que da, su recuerdo, en forma de dolor, le retrotrae al 10 de marzo. Ese día le atacó entre los escombros del Rancho Grande Ramdane Amraqui para ser derivado de urgencia al hospital.
Meses después tuvo que recordar la agresión en la Audiencia de Valladolid para juzgar al que en ese momento era acusado de un delito de tentativa de asesinato. Anass fue citado y se presentó a la vista. Desconocía qué era eso de la acusación particular para solicitar penas de prisión para Ramdane Amraqui y una posible responsabilidad civil. Sin saberlo, solo le quedaba confiar en la Fiscalía como acusación pública.
«Noté que me caía algo sobre la cabeza», declaraba Anass durante el juicio. Hasta cuatro martillazos certificaron los forenses durante la vista. Ese relato lo completó un agente de la Policía Nacional, que llegó cuando el joven marroquí yacía en el suelo. Se le encontró ensangrentado junto a un martillo con restos de haber golpeado una cabeza (pelos y sangre). «Nos llamaron por una reyerta. A la llegada paramos al acusado, pero en ese momento no sabíamos qué había pasado. Dijo que tenía problemas. Me encontré a la víctima (Anass) sangrando abundantemente. Fueron los tres testigos quienes nos señalaron al autor. Nos apuntaron que era problemático y que había desertado en su país. En ese momento estaba tranquilo; esperaba las consecuencias», declaró el agente de la Policía Nacional.
En la prueba pericial, los tres médicos forenses analizaron las secuelas que aún padece Anass. «Le afectó hasta las vértebras y la movilidad y sensibilidad de las extremidades del lado derecho», declararon en la Audiencia de Valladolid. Y un año después del juicio Anass sigue con esas secuelas que le dejan sin la movilidad en medio cuerpo.
Días después se conocía el fallo, en la que la Sección Segunda condenaba a Ramdane Amraqui a seis años de prisión por delitos de tentativa de asesinato, otro de amenazas y lesiones leves. «No se considera que el acusado actuara con ánimo de lesionar a Anass Ahnin sino que resulta acreditado de forma indubitada que llevó a cabo esta acción con la intención clara y manifiesta de acabar con su vida», reflejaba la sentencia.
Sin noticias del dinero
Además, le obligaban a pagar 4.600 euros en concepto de responsabilidad civil a Anass. «No sé nada de ese dinero», agrega ahora el joven marroquí, que ansía una notificación del juzgado para recibir alguna cantidad.
Sobre todo, según su testimonio, manda dinero a su familia todos los meses. «Se lo envío a mi madre y a mis tres hermanas. Es mi obligación», prosigue Anass, que tras salir del Rancho Grande en marzo de 2024 inició un periplo de okupación por el resto de la capital vallisoletana. Mediática fue la de la calle Olmedo, en el barrio de Delicias. El estado ruinoso al que entró en compañía de otros jóvenes y la presión vecinal le obligaron a abandonar el inmueble.
Se fue en busca de otro sitio donde poder dormir y ese lo encontró en los entornos del Parque de las Norias de la capital vallisoletana. También con una residencia ilegal. Por aquel entonces vivía de la chatarra, pero las oportunidades laborales no le llegaban.
Hasta que hace unos meses puso rumbo a Peñafiel para trabajar en el campo. Fue okupa, lo dejó de ser, pero no descarta que en algún momento, si no vuelve a tener trabajo, lo vuelva a ser. Sigue con la idea clara de encontrar una vida en Valladolid. Todo ello mientras espera una oportunidad laboral, siempre y cuando sus limitaciones se lo permitan, además de esos 4.600 euros que por sentencia le corresponden y que corresponden a perder esa movilidad y sensibilidad de su lado derecho.
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