Adiós a Can-Can, la boutique vallisoletana que vistió a tres generaciones
Manuel Gil y Loria López abrieron esta tienda especializada en moda femenina en 1980
El cartel de 'Liquidación por cierre' cuelga desde hace días en los escaparates de la boutique Can-Can, en la plaza de la Libertad. Dentro, ... entre vestidos de fiesta, complementos y perchas que se vacían poco a poco, está Gloria López, su dueña, que atiende a las últimas clientas antes de su jubilación. «Nos estamos despidiendo. Llevamos 45 años. Me ha costado mucho decidirlo, pero tenía que llegar este momento», comenta emocionada.
La historia de Can-Can comienza en 1980, cuando Gloria y su marido Manuel Gil, que entonces eran novios, abrieron su primera tienda en la Plaza de Portugalete. «Vino mucha gente a la inauguración, incluso de la competencia. Algunos nos decían que íbamos a durar dos meses. Fíjate tú, 45 años hemos aguantado», sonríe. Desde su apertura, Can-Can se convirtió en sinónimo de elegancia y trato cercano al cliente. «Siempre hemos tenido ropa de fiesta, pero también prendas más desenfadadas y para todos los cuerpos. Nos gustaba que cualquiera pudiera encontrar algo con lo que se sintiera bien. En los ochenta, cuando las tiendas de moda en Valladolid eran muy clásicas, Can-Can rompió moldes con ropa atrevida, divertida, diferente… Fue un auténtico boom», continúa Gloria.
El negocio funcionaba y Gloria y Manuel llegaron a abrir tres establecimientos y tener cinco empleadas a su cargo. Vistieron a generaciones de vallisoletanas. Madres, hijas y nietas han pasado por sus probadores, buscando el traje perfecto para una boda, una comunión o simplemente para sentirse guapas. En los últimos años, con Manuel ya jubilado y el avance imparable del comercio electrónico, la continuidad del negocio se hacía complicada. «Ser autónoma en el comercio minorista implica esfuerzo constante, jornadas maratonianas y pocas vacaciones. Es muy sacrificado. Los autónomos no tenemos descanso», dice Gloria. «Mis hijas tienen su vida, sus trabajos, y están contentas. No van a continuar y lo entiendo. Es un oficio duro», prosigue.
A su lado, su hija pequeña, Laura, asiente. Ella y su hermana crecieron jugando en los probadores y viendo a sus padres volcarse con el negocio. «Para nosotras es muy triste también, porque Can-Can ha sido la ilusión de nuestra familia. Es lo que nos ha dado de comer. Pero mantener un negocio así ahora es muy complicado», reconoce esta joven.
El cierre estaba previsto para ayer sábado, sin embargo, Gloria ha decidido alargarlo hasta el día 30 para liquidar las últimas prendas y despedirse de sus clientas de toda la vida. «El viernes fue un día duro. Todo el mundo se enteró de que cerrábamos y no paré de atender a la gente. Lo hice llorando. Las clientas me daban besos, me decían que no se lo creían. Pero tenía que llegar este momento», cuenta mientras coloca un expositor.
Entre los elementos que guardarán con cariño están los cristales de los probadores y algunos potros de los primeros tiempos. Pequeños recuerdos de una vida entera dedicada a vestir con mimo a las mujeres de Valladolid. «Solo puedo dar las gracias. Gracias a todas nuestras clientas, que han sido estupendas, fieles y cariñosas. Ellas son las que han hecho posible Can-Can. Sin ellas, no habríamos llegado hasta aquí», concluye Gloria agradecida.
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