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Uno de los okupas muestra las antiguas carboneras del patio interior del inmueble
Seis okupas cuelgan un cartel con la normativa que les ampara para vivir en un viejo edificio

Seis okupas cuelgan un cartel con la normativa que les ampara para vivir en un viejo edificio

Los inquilinos, desempleados vallisoletanos e inmigrantes, habitan desde junio un inmueble tapiado de la calle Alemania

J. Sanz

Miércoles, 2 de noviembre 2016, 21:29

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«Este es al menos provisionalmente nuestro domicilio y no tenemos intención de marcharnos de aquí (...) hasta que un juzgado disponga lo contrario», reza el cartel colgado desde hace cuatro meses a las puertas del número 9 de la calle Alemania, un amplio y veterano edificio con dos portales (el 7 y el 9), que fue tapiado hace un año y que oculta tras sus muros una incipiente comunidad de okupas, formada, por ahora, por seis inquilinos, todos ellos desempleados. «Un chico nos dejó las llaves solo la puerta se libró de ser condenada con ladrillos y cemento y en junio decidimos entrar para comenzar a construir nuestro hogar», asegura Pello, quien defiende, como recoge el cartel de la entrada, su derecho «a una vivienda digna».

Él fue el primero y después comenzaron a llegar más, entre autóctonos e inmigrantes que hasta entonces carecían de techo. «Aquí nadie tenía casa y por eso decidimos formar esta comunidad», señala.

Sesenta euros mensuales

Todo comenzó con una pequeña limpieza del interior, «plagada de ratas el inmueble llevaba vacío varios años», una manita a los desagües y alguna que otra chapucilla para enganchar la luz, como demuestran a las claras los cables de la fachada conectados a la red. Después llegó la organización. «Decidimos dividir las habitaciones para que cada uno tuviera su espacio y solo pusimos como condición que todos colaboren en la limpieza del resto de pisos por ahora solo ocupan las planta baja del número 9 y una pequeña aportación de sesenta euros al mes para tener un bote común con el que ir afrontando los pequeños gastos para comprar cemento, comprar algunos grifos tienen agua corriente e ir haciendo las reformas necesarias», resume.

Su presencia no ha pasado desapercibida para los vecinos del entorno y tampoco para la Policía y los propietarios del edificio, una inmobiliaria. «Ya nos han advertido de que tienen intención de demoler el interior y conservar la fachada, al estilo Lucense, y que nos van a echar en quince días, pero nos lo dijeron verbalmente y no hemos recibido notificación alguna por escrito», explica Pello. El cartel que luce la única puerta del inmueble ya advierte de que «hasta un juzgado disponga lo contrario o encontremos otro alojamiento alternativo, nos quedaremos aquí y, por tanto, la entrada a este nuestro domicilio será denunciada como allanamiento de morada».

Esta declaración de intenciones, en cierto modo legal, pero también un tanto alejada de la realidad de un edificio que roza la ruina, no impide que los inquilinos del inmueble situado entre el paseo de Zorrilla y Puente Colgante sean conscientes de que «el día que vengan a sacarnos de aquí y eso ocurrirá nos iremos todos a la calle con lo puesto».

Calefacción de leña

Pero de momento allí están y la comunidad tiene visos de continuar creciendo. Espacio, desde luego, tiene para ello. «Aquí nos llevamos bastante bien, cada uno hace su vida, pero compartimos lo poco que tenemos y vamos tirando», señala Javi, de 38 años, quien recuerda que «si estamos así es por necesidad y no por gusto». Por dejarlo claro.

El inmueble cuenta, al menos, con algunas comodidades, como luz y agua corriente, y una antigua «bilbaína que nos permite calentar con leña uno de los bajos». Pello reconoce que algunos vecinos se han quejado de su presencia, pero defiende que ellos lo único que quieren es «dormir bajo techo y mantener el edificio lo más digno posible».

«Mejor estará si lo cuidamos que lleno de ratas», defiende el inquilino de un inmueble ocupado, a su juicio, con todas las de ley. El tiempo dictaminará el alcance real de la legalidad recogida en el cartel de la puerta.

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