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Centro de la nave calcinada por el fuego.
Macrolibros, el desastre más inoportuno

Macrolibros, el desastre más inoportuno

La empresa adquirió las máquinas incendiadas en torno al año 2000 y acababa de realizar el mantenimiento de dos de ellas. El coste de una 'offset' de pliegos de ese formato supera los 1,3 millones de euros

Antonio G. Encinas

Jueves, 19 de noviembre 2015, 17:03

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La techumbre se ha venido abajo. El aislante, renegrido, cubre el suelo y parte de las máquinas, que muestran el óxido de la chapa ahora que las llamas se han comido la pintura. Seis mastodontes, cada una del tamaño de dos autobuses de Auvasa juntos, silenciosos y tiznados.

«Aquí, cuando están funcionando, suenan las sirenas, las máquinas al imprimir, hay ruido y mucho calor», explica con extrañeza un miembro del comité de empresa de Macrolibros. Hoy no. Hoy hace frío, una corriente que entra por el portón de la nave, por el que los operarios sacan el papel que se ha salvado, y se une con la que entra por el techo. Los trabajadores que quedan tratan de gestionar algún pedido, ayudar a que se recupere la electricidad, los ordenadores. Otros pasan para recabar información. Vibran los teléfonos con el whatsapp.

«KBA Rapida 162», muestran los laterales de las seis máquinas calcinadas. Las siglas, y el tamaño, ya dejan una idea del desastre. Koenig&Bauer, la empresa que construyó la primera rotativa de El Norte de Castilla. La primera de la ciudad. La gigantesca fabricante de maquinaria de artes gráficas que ha sobrevivido a casi todas las demás. Las máquinas de offset incendiadas no son rotativas, pero imprimen pliegos de papel de gran formato y a mucha velocidad. ¿Cuánto valen? Pues según fuentes de la compañía y expertos consultados por El Norte, pueden rondar «los 1,2 ó 1,3 millones como mínimo». Y añaden:«De ahí para arriba». Las offset de pliegos son difíciles de encontrar nuevas. Han dejado su hueco a rotativas y máquinas digitales. En el mercado de segunda mano, calcula Andrés Baonza, director gerente de Printolid, pueden alcanzar fácilmente los 300.000 euros. Y según su estado...

Eso es lo que más asusta a los trabajadores y a la propia empresa. «Es una inversión fuerte. No puedo decir cifras porque mañana tenemos la primera reunión con el fabricante y dependerá mucho de si conseguimos maquinaria usada en el mercado, con capacidades parecidas a las que tenemos aquí, o si tenemos que recurrir a maquinaria nueva», explica el director de la planta de Macrolibros, José Antonio Rodríguez. Él es de los nuevos en la casa. Se incorporó en abril. Y desde entonces se le han acumulado las sorpresas positivas y el batacazo imprevisto. «En julio tuvimos algo de holgura y me habían dicho que en el último trimestre podríamos hacer cosas en la fábrica porque eran fechas valle, y sin embargo estábamos a tope de trabajo».

Tanto que las vacaciones navideñas se habían transmutado en algunos casos en vacaciones otoñales. Había que coger los días ahora o dejarlos para después de enero, porque el calendario de trabajos rebosaba hasta más allá del comienzo de 2016. Eso hizo que el sábado, cuando comenzó a arder el cuarto de contadores de la fábrica, no estuvieran saliendo los del turno de noche, una escena que se ha repetido muchas veces en este último año.

«37 personas trabajaban en esta sección, tres turnos», explican desde el comité de empresa. «Si recuperamos la nave no podría empezar a trabajar todo el mundo a la vez, pero lo que más urge es el dictamen del seguro y a partir de ahí montar las máquinas una a una o como las encuentren. En el mercado de segunda mano hay poco y hay que buscarlo, y para traer algo que esté peor...», comentaba uno de los representantes de los trabajadores en la nave quemada.

Que el momento es inoportuno es una obviedad. Sin embargo, cada detalle que desgranan los trabajadores o el director de la planta resalta cada vez más esa inoportunidad. «Es una pena porque es maquinaria del año 2000, estábamos haciendo toda la preparación y puesta a cero de todas estas offset para ganar en capacidad y después de este proceso se nos ha venido abajo esto», lamentaba el director de la planta.

Son máquinas sometidas a un gran trabajo que, sin embargo, con quince años de funcionamiento apenas han cubierto un pequeño ciclo de su vida laboral. La penúltima rotativa de El Norte, una Harris Marinoni, funcionó, con añadidos, desde los ochenta hasta el año 2009, cuando entró en acción la nueva Wifag a todo color.Aunque ya retirada y sin la cadena de montaje, a día de hoy la vieja Harris aún podría imprimir tiradas importantes de periódicos en blanco y negro o con algunas páginas de color.

«Estábamos en proceso de hacer inversiones en máquinas complementarias. A día de hoy no contratábamos algunos tipos de acabados o determinados procesos, o no eran eficientes, y teníamos una máquina nueva aprobada el lunes pasado y además íbamos a firmar otra en los próximos días para el tema de los acabados de las cubiertas», se resigna José Antonio Rodríguez.

La pregunta que nadie se atreve a responder con seguridad es: ¿cuándo volverá a abrir Macrolibros? La planta de encuadernación, mientras se subcontratan los trabajos de impresión y se adquieren las nuevas máquinas de offset, quizá podría arrancar en un mes. Al fin y al cabo ha quedado a salvo de las llamas y había trabajos a punto de rematarse. La nave quemada, si consiguen al menos una primera máquina con la que empezar a trabajar y se repara la estructura de la cubierta, quizá pueda volver a llenarse de ruido, sirenas y calor en seis meses. «Si todo va bien», matiza un trabajador. El tiempo juega en su contra. «Tenemos que mantener a los clientes, no salirnos del mercado», apunta el director de la planta. Por eso ayer intentaban, al menos, que la electricidad volviera a la zona intacta de la fábrica. Un camión cargaba palés de papel. Otros ayudaban aquí y allá. Todos bien abrigados. Tras el fuego, la corriente resulta heladora.

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