Rosalía de Celis, en su escritorio de Cachemira Decor.

El difícil arte de encajar un sofá... y de jugar con los hijos

La calle Espíritu Santo ofrece diversos enfoques para vestir el hogar... y claves para divertirse en familia

Víctor Vela

Jueves, 30 de abril 2015, 16:49

Quizá la cuestión radique en que somos más de terraza que de sofá, más de paseo por la calle Santiago que de caminatas por el pasillo de casa. Más de caña en el bar que de cerveza en la cocina. Quizá sea por eso. Vete a saber. El caso es que «en Valladolid, en toda España en general, no se da mucha importancia a los interiores», explica José Carnicero, de Tragaluz Mobiliario. No somos mucho de recibir a gente en el hogar. Las quedadas suelen ser en un bar, un restaurante o una casa rural. No se conjuga mucho el verbo recibir. «Aquí no es como en Alemania o en Suiza. Nosotros hacemos muchísima más vida en la calle». Y esa, quizá, es una de las razones por las que vistamos mejor el cuerpo que la casa. «Normalmente, decoramos una vez la vivienda y luego no la tocamos». Carnicero defiende las viviendas vivas. El diseño en el hogar. Esa fue la premisa con la que en el año 2004, junto con Álvaro y Santi, decidió sacar adelante Tragaluz, una tienda que apuesta «por un mobiliario distinto, que aporta algo nuevo, que apuesta por el diseño, por piezas que han entrado en la historia del mobiliario contemporáneo». En esta tienda de la calle Espíritu Santo hay muebles de Jean Prouvé, del matrimonio Eames, de Le Corbusier, de Verner Panton, grandes genios del diseño de interiores que no suelen encontrar hueco en otros escaparates. «Huimos del prejuicio de que el mueble contemporáneo es frío porque no es verdad. La calidez en una vivienda no la aportan los muebles, para eso estamos las personas. Pero hay una gran variedad de texturas, de tejidos para lograr un equilibrio. Eso es fundamental. Las piezas no deben reñir en una vivienda, no deben competir por quién es la más guapa de la fiesta. Me gustan esas piezas que pasan desapercibidas y luego son lo mejor de la casa».

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Y Carnicero entiende que, en este sentido,«cualquier pieza se pueda adaptar a cualquier tipo de vivienda. No hace falta cambiar toda la decoración de nuestra casa para introducir una pieza de diseño», indica Jose, que durante estos días se ha quedado solo al frente del negocio porque sus compañeros buscan nuevo mobiliario en la feria internacional de Milán, celebrada la semana pasada con el marchamo de ser una de las más importantes del mundo.

«Algo en lo que nos gusta hacer especial hincapié y que no suele ser muy tenido en cuenta es la iluminación. Supone una aportación básica al estilo de una vivienda. Y es importante no solo por estética, sino también por salud.Porque en muchas vivienda se peca por un exceso de luz... y en otras por estar en precario de iluminación», apunta Carnicero, quien destaca la nueva apuesta (también por ahorro de consumo)de las luces led. Para emitir esa luz venden, por ejemplo, lámparas con el diseño que en 1931 puso en el mercado los primeros flexos del mundo. «Y son válidos para una vivienda o una oficina, porque una tendencia de los últimos años es diluir ambos espacios, crear zonas polivalentes».

De vestir el hogar y dar calidez a una vivienda saben también mucho en Cachemira Decor, el negocio que Rosalía de Celis y María Jesús Valverde abrieron hace casi 16 años en esta calle Espíritu Santo. Más que una tienda de decoración al uso ofrecen un servicio integral con albañilería, electricidad y asesoramiento. En un rinconcito de la tienda, Rosalía ha montado su escritorio de trabajo. Una mesa enorme donde suele reposar una lámina junto a una vivida caja de pinturas. La verde está mordida. La rosa, consumida a la mitad. La gris es como una colilla que se deshace ceniza. Son las herramientas cotidianas del trabajo de Rosalía.

Sobre esas láminas, con esas pinturas, Rosalía dibuja el futuro de cientos de pisos, de decenas de negocios. El cliente acude aquí con la idea, ella visita el local. Y luego hablan, comparten ideas y Rosalía dibuja, con rotring y pinturas, las alternativas. En tiempos de ordenador, de computador, de cálculos y logaritmos, en Cachemira se sigue apostando por el diseño hecho a mano. Por la planta de la vivienda a rotulador. Con los sillones pintados de verde y marrón. Es el esbozo de una vivienda hecho arte. Y un facistol de madera sujeta, como libro desencuadernado, las cartulinas con los esqueletos de las viviendas en las que han intervenido. «Hay gente que viene con las ideas muy claras y otros que prefieren asesoramiento, pero lo mejor es compartir las ideas», explica Rosalía de Celis, quien reconoce que esta siempre fue su pasión, el trabajo con el que soñó desde que empezó a dibujar pisos y casas cuando tenía tan solo 18 años. ¿Ha cambiado mucho la moda decorativa en este tiempo?«Sí.Pero el mejor consejo es recordar que todo vuelve. Que no hay que tirar nada». Lo que hoy está en el trastero puede ser la mejor pieza de tu casa.

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Y ojo a los juguetes. De eso saben mucho Ana Alonso y JuanValentín. Hace algo más de un año abrieron la tienda Play Play en Teresa Gil. Ahora acaban de mudarse a esta calle Espíritu Santo. Esta es una librería infantil, pero no solo. Una juguetería, pero también algo más. Es un modo de entender el juego. Casi una filosofía. «Defendemos que el juguete no es algo para aparcar al niño, sino que está pensado para la familia. Lo que el niño quiere es jugar con alguien, con sus hermanos, con sus padres, con su familia. Y ese valor familiar es importante que no se pierda», apunta Ana. «Fíjate en un niño cuando está jugando con sus padres... ¡se le cambia la cara!». Por eso Ana persigue para su local todos aquellos productos que alimenten esa comunión familiar en torno al juego. «Una de las cosas que más me molesta es cuando los padres dicen:Uy, pero cómo se van a aburrir mis hijos si tienen de todo. Puede que se le atiborre al niño, que se le compren cosas que no va a utilizar o con las que no va a jugar, y eso es lo negativo», indica Ana, quien durante años tuvo una muñeca de trapo como su juguete preferido. «Creo que lo más importante es que las familias encuentren todos los días, aunque solo sean cinco minutos, tiempo para jugar juntos. Una partida de un juego de mesa se puede hacer en quince minutos, ¡incluso en menos tiempo!». «Hay que jugar más juntos», insiste Ana. Y en esta tienda incluyen desde los ejemplos clásicos hasta nuevos productos como los drones de uso recreativo o robots de juego(algunos con hasta 67 movimientos)y de interacción animal.

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