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Rebeca Sanz (Fundación Personas), Alicia Mateos (Aspace), Carlos Moriyón, decano de Educación y Trabajo Social, Rafael de la Puente (Asuntos Sociales de la UVA) y Sara Pérez, estudiante.
El origen de Pedro

El origen de Pedro

Una mesa redonda en la UVA analiza la relación entre la Declaración de los Derechos Humanos y el voluntariado en asuntos de discapacidad

Antonio G. Encinas

Jueves, 11 de diciembre 2014, 15:55

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Pedro tiene 65 años. Está jubilado. Es un voluntario de Aspace. De los que llaman fijos. «Le llamas para lo que sea y viene, y a veces ni siquiera hay que llamarle, viene para ver en qué puede echar una mano», dice Alicia Mateos, coordinadora de programas de la asociación.

Pero el origen de Pedro quizá hay que buscarlo mucho antes. Más o menos en 1948, cuando la Declaración de los Derechos Humanos hizo referencia al derecho de todos a una vida digna. Y ese todos incluye a los que entonces se llamaban -por muy políticamente incorrecto que suene hoy- subnormales. Y más tarde, retrasados. Y después, minusválidos. O disminuidos, que tanto da. Y luego discapacitados. Y ahora, personas con discapacidad. Y desde aquel 1948 hasta hoy se han sucedido los normativas, las declaraciones y la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en 2006 y, a juicio de Rafael de la Puente, del área de Servicios Sociales de la UVA, «fue un punto de inflexión».

Por eso, la Facultad de Educación y Trabajo Social de la UVA organizó ayer una mesa redonda que uniera ambas cosas, los derechos humanos y el mundo de la discapacidad. «Esta convención de 2006 cambia el concepto. La persona no tiene discapacidad, la tiene el entorno que es incapaz de adaptarse a la diversidad humana. Es un cambio del modelo médico al modelo social», explicó De la Puente.

En Castilla y León hay 164.589 personas con algún grado de discapacidad reconocido, según los datos del año 2013. El 48,4% de estas personas tiene más de 65 años, y dado que el envejecimiento de la población regional es un hecho, es fácil suponer que irá a más.

Más datos.

El 60% padece una discapacidad física. El 25% tiene discapacidad psíquica. Un 9% tiene algún problema visual y el 6% restante, auditiva.

Si parece que el problema es menor, se puede ampliar el campo de visión. 3,5 millones de personas con discapacidad en España. 80 millones en la Unión Europea.

Aspace, Fundación Personas y la UVA expusieron ayer cómo se puede ayudar desde el voluntariado a estas personas con discapacidad. Algo que se promueve desde la propia Universidad de Valladolid. «Los voluntarios siempre son nuestro espejo ante la sociedad. Un voluntario, de una manera desinteresada, va con las personas porque quiere estar. Son los mejores gestores del tiempo, porque dedican un poco de su tiempo a compartirlo con los demás», explica Rebeca Sanz, responsable del servicio de Ocio de Fundación Personas-Asprona.

«El ocio es muy importante porque ayuda a que la persona tenga más contacto con el medio. Es una forma de inclusión, de integración, de hecho el ocio es un derecho fundamental», añade.

Doscientas cincuenta personas se prestan a este servicio de acompañamiento, siempre tutelado por un profesional, que permite a las personas con discapacidad relacionarse de un modo más natural con el entorno.

En Aspace fijan unos requisitos muy simples para ser voluntario. «Mayores de edad con implicación y compromiso, con empatía y respeto», explica Alicia Mateos. «Es importante crear un círculo para que los voluntarios se conozcan entre ellos. Tienen un grupo de 'whatsapp' que es muy cómodo para contactar con los chicos. Los lunes, por ejemplo, hay actividad de caballos, y si alguno no puede ir, se intercambian», comenta.

Derechos humanos y personas con discapacidad. De ahí a los voluntarios. Como Pedro. O como los que vienen. «Nos hemos encontrado savia nueva de gente que ha venido en los últimos tiempos», asegura Alicia Mateos. «Y serán los futuros Pedro».

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