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María Resurrección en su casa, con la carta.
Traspinedo se vuelca con una mujer que solicita ayuda para alimentar a sus hijos

Traspinedo se vuelca con una mujer que solicita ayuda para alimentar a sus hijos

La madre, con un marido en paro, reparte entre los vecinos 200 cartas en las que pide carne y pescado

Lorena Sancho Yuste

Miércoles, 10 de diciembre 2014, 17:27

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Dos metros, tres como mucho, separan el salón de la cocina. El calefactor no entiende de tregua. Hace meses que el depósito de gasóleo no ve ni un litro, así que la pequeña estufa de aire caliente funciona sin cesar en esta pequeña vivienda de Traspinedo. Un paquete de espaguetis junto a la encimera delata la situación: no hay marca que valga. El símbolo de ayuda de la Unión Europea a personas necesitadas sella los alimentos. Un bote de tomate al lado para acompañar la pasta y hoy, como algo excepcional desde hace días, un poco de carne, chorizo para ser exactos, cortesía de un vecino.

El pan nuestro de cada día en la casa de Resurrección de la Cruz, conocida como Resu entre los traspindejos, reza en clave de necesidad. Hace un par de meses que esta mujer de 42 años, casada con un hombre azotado por el desempleo de la construcción y con dos hijos de 13 y 8 años, sobrevive a base de pasta, legumbres, arroz, galletas y leche que le proporcionan colectivos como la Cruz Roja. Y no puede más. No pudo el pasado lunes cuando, tras dejar al más pequeño en el colegio, entró en su habitación y se derrumbó. Cogió un papel y un boli y pidió ayuda. Ajena a la vergüenza, a la dignidad y plantando cara a la tan temida humillación que amenaza a miles de españoles, esta mujer buzoneó y repartió 200 hojas en las que explicaba su situación, esa que solo le permite dar pescado a sus hijos una vez al mes, o acompañar las legumbres con carne cuando la ayuda de la familia, que afronta la hipoteca de su casa, le permite realizar algún gasto extraordinario. «Me salió de aquí (se toca el pecho a la altura del corazón), fui a pedir permiso al alcalde para repartir estos papeles y lo hice, porque no puedo más, porque mis hijos son niños y no entienden de lo que ocurre en la vida».

«Os pido una ayuda desde lo más profundo de mi corazón»

  • la carta

  • «Hola, soy Mª Resurrección de la Cruz, os doy esta hoja para que la leáis, solo pido un poco de ayuda para comer, pero lo que más pido es para pasar unas navidades felices con mis niños, pues sería muy triste que llegaran estas fiestas y no poder celebrarlas por no tener dinero para comprar un poco de carne, pescado, etc. Lo peor unos dulces, pues qué niño no le gustaría llevarse un turrón o polvorón o cualquier dulce a la boca, pero lo que más me duele es que llegue Papá Noel o los Reyes, se levanten por la mañana y no vean nada debajo del árbol. No puedo pensar en su dolor, por favor os pido una ayuda desde lo más profundo de mi corazón».

Uno tras otro, con la cabeza alta y procurando no derramar lágrimas que acompañaran a las de muchos vecinos que no las pudieron contener al leer el papel, fue pidiendo ayuda por todo el pueblo. «Solo pido un poco de ayuda para comer, pero lo que más pido es pasar unas navidades felices con mis niños, pues sería muy triste que llegaran estas fiestas y no poder celebrarlas por no tener dinero para comprar un poco de carne o pescado», plasmó en el SOS lanzado a pie de calle.

La reacción no se hizo esperar. El primero en llamar a su timbre, en una vivienda que ocupan desde que aterrizaran en el que ya consideran su pueblo hace más de nueve años, fue un vecino cargado con dos sacos de patatas. Después llegarían más con bolsas llenas de fruta, lácteos, verduras, carne, pescado y alimentos variados. Toda una sorpresa para esta mujer que no da crédito a la solidaridad que está recibiendo de todo un pueblo. «Cuando escribí la carta pensé que como todo el mundo estaba igual iba a ser difícil que me pudieran ayudar. Pero cuando la primera persona llamó al timbre fue como si me hubiera tocado el gordo de Navidad».

Cena de café con galletas

La nevera que durante tantas semanas tiritaba con apenas un trozo de queso y algo de comida para sus niños luce variada. Sabe que es una ayuda pasajera, pero suficiente, con lo que tenía a fecha de ayer, para poder pasar sin problemas todo el mes de diciembre y parte del de enero. «Ha habido noches que he preparado algo de cena a los niños y yo me he acostado con un café y una galleta, y aun así me iba feliz y tranquila porque mis hijos habían podido comer algo», se lamenta.

El verde mar de sus ojos se baña en lágrimas, demasiadas, desde que la crisis azotara al empleo de su marido. Los últimos ingresos que tuvo fueron a primeros del mes de noviembre. Poco más de 400 euros. Asegura haberlos estirado lo máximo posible. Pero ya no dan para más. «He podido tener solo un trozo de queso y hacer una comida exquisita para los niños, o mezclar garbanzos del día anterior con lechuga para poder hacer algo variado al día siguiente. Con la carne que compro un día tiro todo el mes, y a veces me pregunto si los filetes se hacen más grandes o qué».

Cruz Roja reparte periódicamente alimentos en su vivienda. También el Ayuntamiento le ha hecho esta semana un reparto con un mayor número de productos. Una solidaridad, dice, que no sabe cómo pagará. «Solo puedo dar las gracias, un abrazo y un beso, porque me sale de corazón», comenta.

Es más. Hace unos días que Resu comunicó en el colegio la imposibilidad de poder hacer frente a los gastos del disfraz que los niños vestirán en Navidad en el encuentro con todo el CRA. El jueves, la Ampa le hizo llegar el traje de su hijo con el fin de que el pequeño pueda disfrutar vestido de romano con todos sus amigos.

Y no quedan ahí las acciones solidarias. Existe de hecho un grupo de madres que han comenzado a recoger fondos para poder costear unos juguetes que los dos pequeños puedan recibir en Papá Noel y en Reyes. En su misiva, esta mujer aseguraba que lo que más le dolía es que llegue Papa Noel o Reyes, se levanten por la mañana y no vean nada debajo del árbol. «No puedo pensar en su dolor. Os pido una ayuda desde lo más profundo de mi corazón», concluía Resu.

Conscientes de la situación que tienen en casa, asegura que los dos niños son conformistas y que entienden cuándo pueden o no darse el capricho de comer, por ejemplo, una gominola. Unos antojos que en la mayor parte de las ocasiones no ha podido darles. Máxime cuando se trata de ropa o de zapatillas, que como a cualquier niño de su edad le gustaría tener. «Cuando me han pedido unas zapatillas y no se las he podido comprar me ha dolido en el alma», dice con un gesto que arroja el rostro de la desesperación.

De momento, sus hijos han escrito ya su carta a los Reyes Magos. Resu también enviará la suya. Solo pedirá dos cosas: salud y un trabajo para poder sacar adelante a sus hijos como a dos chavales de su edad.

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