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Natalia, Edwin, Andria y Adrián, en la plaza de España.

Un curso de la Fundación Juan Soñador alerta del creciente machismo juvenil

Medio centenar de jóvenes participan en unos talleres de igualdad de oportunidades que vivieron su fiesta final en la plaza de España

Víctor Vela

Miércoles, 5 de noviembre 2014, 21:56

«Hay síntomas de alarma», advierte Natalia Sanz. Y sabe de lo que habla. Es la coordinadora de Gritando al mundo, un proyecto que desarrolla la Fundación Juan Soñador en colaboración con la Dirección General de la Mujer para erradicar los comportamientos machistas y promover la igualdad de género entre la juventud. Sí, síntomas de alarma. «Los jóvenes de hoy parecen tan autónomos, se creen tan independientes pero cuando se emparejan, reproducen los roles más conservadores», apunta. ¿Por ejemplo? «Dejar que el novio te controle el teléfono, no salir un sábado con otros amigos porque a tu pareja no le gusta, permitir que te condicione la forma de vestir». Son píldoras de micromachismo. Veneno que se inocula con lentitud hasta creer que eso es algo normal, que los celos son una demostración de amor.

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«Hay síntomas de alarma», advierte Natalia Sanz. Y hay que luchar para erradicarlos. Para ello, Juan Soñador ha impartido durante los últimos meses unos talleres a los que han acudido 50 jóvenes (entre 14 y 23 años) para recibir mensajes de igualdad, para promover ideas contra la violencia de género. «Quizá lo básico es explicar que hay cosas biológicas, que nos hacen iguales o diferentes, y que hay ciertos aspectos, la mayoría, que son culturales. Y que pueden y deben cambiar». En esto han estado trabajando de la mano con los monitores, Adrián Bastián y Mercedes Rodríguez, y con cuatro bloques de intervención: autoestima, relaciones personales, corresponsabilidad y violencia de género.

«Hemos utilizado un método para que se vieran implicados desde el primer momento. Haciéndoles actuar en situaciones concretas para luego trabajar sobre ellas», explica Adrián. Por ejemplo, una gincana de tareas del hogar, desde cambiar enchufes hasta planchar una camisa. Competían por grupos. En uno, las tareas se compartían. En el otro, todo recaía en una sola persona. Lógicamente, ganaba el equipo en el que todos echaban una mano. «Otro día subimos a unas piraguas. En una podían remar los dos. En la otra, solo uno y el otro hacía de paquete». O de lastre. «De este modo, les inculcábamos la necesidad de la corresponsabilidad en el hogar, que no todo debe recaer en la misma persona, que, generalmente, suele ser la mujer».

Edwin Martín Dipré dice haber aprendido la lección. «Antes en mi casa siempre fregaba mi hermana. Ahora nos turnamos, cada día le toca a uno». Andria Karolina Ramos también ha acudido a las clases y sale de allí con una idea clara: «Hay comportamientos que podemos cambiar entre todos, si trabajamos juntos y gritamos al mundo las injusticias».

Precisamente ese, Gritando al mundo, es el lema de estos cursos que se clausuraron hace un par de fines de semana con una gran fiesta en la plaza de España en la que los alumnos enfundados en camisetas rosa mostraron lo aprendido a través de diversas actividades: grafitis, microrrelatos, demostraciones de percusión, de chapas o llaveros. Y canciones. Edwin (su nombre artístico es El Crather) regaló un rap compuesto por él.

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Andria le puso voz a piezas del pop que hablan sobre el maltrato. Como Que nadie, de Malú y Manuel Carrasco. Como Salir corriendo, de Amaral. Como Escape de Huecco. Verónica García contribuyó con la lectura de pequeños relatos. «Los jóvenes tenemos que participar en actividades como esta no solo por saber cómo es el mundo y actuar de la mejor manera posible, sino también para poder enseñar a generaciones futuras a ser tolerantes con cualquier persona», resume Verónica. Dicen que la fiesta que organizaron en la plaza de España fue un éxito, que cientos de personas (y es verdad) colaboraron en su llamamiento para erradicar los comportamientos machistas que todavía existen en la sociedad. Y, especialmente, en los jóvenes. Son síntomas de alarma, como dice Natalia Sanz, que no hay que dejar que avancen.

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