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Actuación de los antidisturbios.

A porrazos contra los sindicatos

La Fiesta del 1 de mayo de 1976 incluyó ‘acciones relámpago’ en Plaza de España, López Gómez y carretera de La Esperanza, y se saldó con con tres detenidos

Enrique Berzal

Viernes, 10 de octubre 2014, 14:23

Los sindicatos de clase aún estaban prohibidos, pero las fuerzas policiales ya contaban con que se celebrarían manifestaciones en las principales capitales españolas. Aquel 1 de mayo de 1976 llegó en medio de una profunda y extensa conflictividad laboral en toda España. Aun en la clandestinidad, UGT y CCOO convocaron de forma unitaria diversas manifestaciones que iban más allá, mucho más allá, de lo estrictamente laboral. En realidad, se trataba de presionar al gobierno de Arias Navarro para acelerar la ruptura democrática, la legalización de las centrales sindicales de clase y la amnistía.

Aquel 1 de mayo de 1976 cayó en sábado; las fuerzas de orden público se emplearon a fondo en Madrid, Barcelona, Sevilla y otras grandes capitales. También en Valladolid, donde un «comité unitario» de UGT y CCOO llamó a la movilización solicitando, incluso, autorización al gobernador civil. Aunque ésta le fue denegada, ambas centrales clandestinas prosiguieron con su programa reivindicativo.

El inicio de la manifestación estaba previsto a las 12,30 de la mañana; el lugar escogido, la Plaza de España. Desde primeras horas comenzaron a llegar jeeps de la Policía Urbana a la zona. «Poco después de las doce comenzaron a advertirse en la Plaza de España algunas concentraciones infrecuentes. Inspectores de la Brigada Político-Social vigilaban en los cruces de Duque de la Victoria, Calvo Sotelo y Miguel Íscar», informaba El Norte de Castilla.

En estos casos, la táctica más común entre los grupúsculos antifranquistas consistía en «dar el salto» para sorprender a las fuerzas de orden público, una suerte de manifestación relámpago, repentina e inesperada, que un grupo relativamente reducido de personas impulsaba en lugares muy concurridos. El salto solía acompañarse del lanzamiento de octavillas y panfletos, así como de gritos reivindicativos. Una vez realizado, los activistas huían a toda prisa para evitar ser detenidos.

Así hizo cerca de un centenar de personas a las doce y media en punto de la mañana en la Plaza de España y en la calle Duque de la Victoria, al grito de «Libertad» y «Sindicato obrero». De inmediato emprendieron la carrera hacia el cruce de Montero Calvo, siendo interceptados por la Policía en la calle Menéndez Pelayo.

Casi al mismo tiempo, otro grupo, convocado por las Plataformas de Trabajadores Anticapitalistas, saltaba en la calle de López Gómez gritando «Libertad» y «Disolución de los cuerpos represivos». Poco después, concretamente a la una y cuarto, la carretera de La Esperanza asistía a una sorpresiva lluvia de octavillas que contenían el manifiesto firmado por UGT y CCOO a favor del 1 de mayo. Además, un grupo de activistas colocó una pancarta en la calle Esperanto.

A continuación, cerca de 200 personas se dirigieron en manifestación hacia el Paseo de Zorrilla, portando una bandera roja. Al llegar al edificio de «Las Mercedes» fueron interceptados por las fuerzas de orden público. La carga se produjo en un callejón inmediato: «La circunstancia de ser un callejón sin salida aumentó la eficacia de la carga de las fuerzas de orden público, que se emplearon sin contemplaciones», señalaba el periódico.

Siguiendo el ejemplo de Madrid, donde las fuerzas sindicales convocaron una multitudinaria reunión en la Casa de Campo, las de Valladolid hicieron lo propio a las cinco de la tarde en el pinar situado junto a las instalaciones deportivas de FASA-Renault. Aquella «merienda democrática», a la que asistieron más de 300 personas, estuvo amenizada con canciones y debates en torno a la unidad sindical. Finalizó con una llamativa e improvisada marcha de automóviles tocando el claxon desde el Pinar de Antequera hasta la Plaza de España. Según El Norte de Castilla, pudo verse a algunas personas apuntando las matrículas en el Paseo de Zorrilla y en la calle de Miguel Íscar.

Aquel 1 de mayo prohibido finalizó en el barrio de las Delicias, donde, a las diez de la noche, unas 300 personas se dirigieron en manifestación por el trayecto comprendido entre la Plaza del Carmen y la confluencia de la Avenida de Segovia con la de Farnesio, dando gritos a favor de UGT y CCOO.

«En relación con los incidentes citados, fuentes de la Jefatura Superior de Policía calificaron las manifestaciones de conatos insignificantes», apuntaba el decano de la prensa. Pese a ello, fueron detenidos Miguel Castaño Sánchez, César Martín Gómez y José Luis Cancho Beltrán acusados de un supuesto delito de propaganda ilegal.

«Es la primera vez que en Valladolid se ha saltado ante la Policía y pese a la presencia de la Policía», declaraba un miembro de CCOO a El Norte de Castilla; «estas manifestaciones suponen que hay una conciencia clara de que es preciso luchar por conseguir unas libertadas mínimas: de expresión, de manifestación... Se ha demostrado también la madurez de la gente de una gente cansada por la larga duración de las últimas huelgas, de las últimas luchas en las fábricas. Madurez porque no ha habido violencia. No queremos violencia, nadie la quiere».

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