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Manuel Revuelta González. :: EL NORTE
PALENCIA

«Con la exclaustración desaparecieron la mitad de los 32 conventos palentinos»

El profesor palentino y académico de la Tello Téllez de Meneses recupera un libro que estaba agotado sobre la desamortización Manuel Revuelta González Catedrático de Historia Contemporánea

FERNANDO CABALLERO

Lunes, 25 de octubre 2010, 03:03

Palentino de Población de Campos, donde nació en 1936, Manuel Revuelta González es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Pontificia de Comillas. Jesuita y doctor en Teología, acaba de ver la luz una reedición de un libro que publicó en 1976 con el título 'La Exclaustración (1883-1840)' y que se encontraba agotado desde hace unos 15 años. La obra fue considerado un clásico clásico «por la manera de tratar un tema de gran interés histórico y religioso», según el autor. El nuevo título, a cargo de CEU Ediciones, se ha reducido a 'La Exclaustración'. Revuelta es académico de la Institución Tello Téllez de Meneses.

-¿Ha variado el texto?

-Se mantiene el texto de la primera edición, pues considero que sigue siendo válida la exposición de los sucesos y la interpretación que se hace de los mismos. Se ha actualizado la bibliografía y se han completado detalles en alguna nota.

-¿Por qué habla de exclaustracion en lugar de desamortización?

-Porque son cosas distintas, aunque estrechamente relacionadas. En el libro se hace la historia de la supresión de las órdenes religiosas, lo que significaba la expulsión de los religiosos de sus casas (exclaustración). Los conventos y sus bienes fueron incautados por el Estado, que no tardó en venderlos. El proceso de incautación y venta por el Estado de bienes de instituciones eclesiásticas y civiles es lo que se llama desamortización.

-¿Qué supuso la exclaustración para España desde el punto de vista religioso?

-Por de pronto, el cierre de los 1.940 conventos de religiosos varones que había en 1835, y la dispersión de los 31.000 españoles que en ellos vivían pacíficamente. Se les negó la libertad de asociación y se les obligó a vivir como exclaustrados, con una mísera pensión y en situación de paro muchos de ellos. La supresión de las comunidades religiosas tuvo efectos negativos en la religiosidad del país: descenso del culto religioso y de la predicación, colapso de las misiones y cierre de muchas escuelas y obras benéficas. Habrá que esperar a finales del siglo XIX para que se realice la restauración de la vida religiosa en España.

-¿Y desde el punto de vista del patrimonio?

-Aquí la exclaustración tuvo resultados lamentables. Muchos edificios, sobre todo los monasterios en despoblado, quedaron destruidos. Aunque algunas obras de arte se trasladaron a las parroquias o a los museos, el patrimonio cultural quedó muy disminuido por la pérdida o el deterioro de cuadros, piezas de orfebrería, libros, códices y documentos.

Divisiones políticas

-¿Hubo alguna repercusión mas?

-Indirectamente, puede decirse que sucesos como éste aumentaron las divisiones políticas e ideológicas de los españoles. El anticlericalismo no se limitó a las medidas legales, pues saltó a la prensa y a la calle, ya que hubo quemas de conventos y matanza de frailes. La Iglesia, por su parte, se cerró demasiado en posiciones defensivas que impidieron la apertura a los regímenes liberales.

-¿Por qué cree que se consideraron los bienes religiosos como más susceptibles para su venta?

-Previamente había habido, durante años, una campaña de difamación contra las órdenes religiosas. Sus bienes eran apetitosos y fáciles de adquirir para las personas pudientes. La oposición fue escasa o nula. En la venta de los bienes de las parroquias hubo más objeciones, pero pocas, pues la venta de estos bienes no se presentaba como ataque a la religión, sino como un cambio en la forma de realizar el sostenimiento económico de la religión oficial.

-¿Mereció la pena la desamortización de los monasterios?

-La desamortización de los bienes eclesiásticos en general -parroquias, cofradías y otras organizaciones- y de los monasterios y conventos en particular, estaba apoyada en razones económicas y políticas, que pudieron servir de justificación en casos determinados. Lo malo fue la manera en que se hizo la desamortización, de forma indiscriminada y antisocial, que no favoreció a las clases necesitadas. Si se tiene en cuenta la falta de criterios sociales en la venta de las tierras, las pérdidas del patrimonio cultural y el sufrimiento de miles de exclaustrados privados de su casa y trabajo, habría que decir que no mereció la pena.

-La economía mejoró con la venta de los monasterios o fue innecesaria la desamortización?

-A la venta de los bienes de los monasterios y conventos (el clero regular), se añadirá poco después la venta de bienes del clero secular (las parroquias, principalmente). A esta desamortización eclesiástica se añadirá más tarde, en 1855, la civil, que afectó a los bienes de los ayuntamientos. Tarde o temprano tenía que imponerse la desamortización que -al igual que la exclaustración- se aplicó en todos los países de Europa, a imitación de la Revolución Francesa. Fue un proceso imparable. ¿Mejoró con ello la economía española? Habría que distinguir. Con la desamortización se quiso salvar la deuda nacional o favorecer las obras públicas, objetivos que no se cumplieron en la medida deseada. Los beneficiarios fueron las clases económicamente fuertes y el partido liberal en el poder, no precisamente los campesinos pobres. Con la desamortización se rompían, al menos, las trabas en el comercio de algunos bienes y se hacía posible la reactivación de la vida económica.

-¿Cómo reaccionó el Vaticano a este proceso?

-La Santa Sede condenaba sistemáticamente las reformas que los liberales imponían a la Iglesia, primero en las Cortes de Cádiz, luego en el trienio liberal, y después en la desamortización y exclaustración desde 1835. El Papa Gregorio XVI no admitió a los obispos nombrados por el gobierno, con lo que se creó una situación penosa hasta el Concordato de 1851.

-¿En qué cambió la Iglesia española tras la desamortización?

-El clero dejó de depender de sus propios recursos -bienes y diezmos- y recibió un sueldo estatal, pues el catolicismo seguía siendo la religión oficial. Con ello, surgió un clero más pobre, con vocaciones más auténticas. El despojo en el plano material ayudó a la Iglesia a centrarse más en su misión espiritual. Balmes y muchos católicos de la época lamentaban los ataques que sufría la Iglesia, pero los afrontaban con serenidad, como una purificación esperanzadora.

-¿Cómo afectó la desamortización a la provincia de Palencia?

-La desamortización tuvo los mismos efectos que en el resto de España. Los efectos más negativos sucedieron en la perdida del patrimonio cultural. Muchas iglesias quedaron indotadas y ruinosas. De los 32 conventos que había en la provincia, puede decirse que la mitad desaparecieron, entre otros, los monasterios de Benavides, Benevivere, Nuestra Señora de la Vega, San Pelayo de Cerrato. Algunos se salvaron gracias al retorno de algunas comunidades a finales del XIX, como la Trapa de Dueñas, o por felices iniciativas culturales, como Santa María la Real de Aguilar.

San Zoilo de Carrión

-¿Qué monasterio palentino era el más poderoso antes de la desamortización?

-Probablemente San Zoilo de Carrión, con su constelación de prioratos dependientes, como el de San Martín de Frómista. San Zoilo se salvó de la ruina porque su iglesia quedó convertida en parroquia, y porque en 1854 el obispo encomendó el edificio a los jesuitas.

-En la actualidad hay más monasterios de monjas que de monjes, por ejemplo en Palencia. ¿Hay alguna explicación que tenga su origen en la desamortización?

-Los conventos de monjas siguieron distinta suerte que los de frailes. En la época de la exclaustración, prácticamente todas las monjas eran de clausura. Los conventos femeninos fueron también legalmente suprimidos y sus bienes fueron desamortizados, pero se permitió a las religiosas que permanecieran viviendo en sus conventos, si lo deseaban. De ese modo, vivían como asiladas en conventos que eran del Estado, con una pensión de 4 reales, que no siempre les pagaban. Con el concordato de 1851 se normalizó la situación. La continuidad de la vida religiosa en los conventos de monjas es una primera explicación de por qué hay más conventos de religiosas que de religiosos. A esta razón hay que añadir que, a finales del siglo XIX, cuando se realiza la gran restauración de congregaciones religiosas, abundan sobre todo las nuevas religiosas de vida activa, dedicadas a servicios de enseñanza y caridad muy estimables.

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