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EDITORIAL

La fuerza del padre Hoyos

El apoyo masivo a la beatificación constituye un fenómeno que precisa un análisis más allá del hecho religioso

PPLL

Lunes, 19 de abril 2010, 02:59

Valladolid se erigió ayer en centro y referente de la Iglesia católica española, ante el multitudinario acto de beatificación del padre Francisco Javier de Hoyos. Un evento que tuvo lugar, además, 24 horas después de la entrada de Ricardo Blázquez como nuevo arzobispo de la sede vallisoletana. La beatificación del padre Hoyos, primer apóstol de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús en España, ha puesto en evidencia la fortaleza que la Iglesia católica sigue teniendo aún en la sociedad, pese al indudable avance de la secularización y el impulso que el laicismo viene experimentado en los últimos tiempos. El apoyo a la celebración de ayer en Valladolid no sólo supone, en un plano formalmente religioso, la exitosa culminación de ese largo proceso de beatificación iniciado en 1895; constituye, además, un fenómeno a tener en cuenta desde un punto de vista estrictamente social.

Cierto es que esta gran afluencia de público precisa de un análisis mucho más minucioso para no caer en generalizaciones simplistas; pero no es menos cierto que la Iglesia ha conseguido sacar a la calle a más gente de la que normalmente convocan otros colectivos, incluidos algunos de amplia base social, con sus reivindicaciones. Todo un logro en unos momentos en los que la ciudadanía se muestra cada vez más renuente a copar el espacio público para manifestarse y defender causas que conciernen al bien común. Con este paso previo a la canonización del padre Hoyos, la Iglesia y la ciudad de Valladolid han venerado públicamente la figura y las virtudes de aquel joven de Torrelobatón que en mayo de 1733 se entregó por entero a un apostolado entonces desconocido en España. Pero también han querido poner de relieve el valor ejemplarizante de su vida para la juventud actual y para la misma Iglesia. Es evidente que valores como el compromiso, la entrega, la perseverancia, la lealtad y la firmeza en las propias creencias, bien pudieran ser asumidos por cualquier persona, creyente o no, al tiempo que contribuyen a reforzar la apertura y modernización de la propia institución en su diálogo con una sociedad permanentemente cambiante.

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