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Virginia Re y Damián Navascués, emprendedores rurales en la localidad soriana de San Felices.
El oro negro de la tierra soriana

El oro negro de la tierra soriana

El cultivo de la trufa, ya sea en Abejar ya sea en San Felices, gana terreno como alternativa de cultivo en la agrestes tierras soriana

lucía sánchez/ical

Sábado, 8 de noviembre 2014, 16:06

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Son un claro ejemplo de que se puede vivir en los pueblos y que montar un negocio en el desértico medio rural soriano explotando sus recursos endógenos puede ser rentable. Virginia Re y Damián Navascués decidieron cambiar, hace un par de años, las afueras de Madrid por San Felices, una bella localidad de 32 habitantes en el confín de Castilla y León, que hace muy poco fue escenario del rodaje de una película.

Esta pareja, padres de un hijo de 5 años, ha abierto un hotel rural (Las Abadías) en esta localidad y han apostado por la truficultura (disponen de 17 hectáreas de plantaciones de encinas truferas) y el cultivo y posterior destilado de plantas aromáticas.

Ambos eran altos ejecutivos en sendas empresas y decidieron a raíz de tener a su hijo y heredar varias tierras, mudar su forma de vida y dejar atrás la capital de España para poner en marcha un proyecto «propio, integral y que pretende generar empleo en el medio rural».

Damián, que en su día llegó a dirigir Renfe, heredó varias tierras tras el fallecimiento de su padre y decidió arreglar una vivienda a la que acudían a menudo, sobre todo los fines de semana. La Asociación de Desarrollo Rural Proynerso evidenció a través de un estudio que gran parte del noreste de Soria (como casi toda la provincia) tenía potencialidad para el cultivo de trufa. Esto unido a que San Felices tiene grandes masas de plantaciones truferas silvestres animó a esta pareja a buscar una salida a las tierras heredadas mediante la plantación de encinas truferas.

Aconsejados por varios expertos, entre ellos el presidente de los Truficultores de España, Daniel Oliach, plantaron cuatro hectáreas. Tras hacer un estudio de mercado decidieron complementar esta actividad con el del hotel rural. Poco a poco, y tras meditar la decisión fueron comprando tierras a los vecinos, que estaban dispuestos a venderlas debido a «que ni las cultivaban ni utilizaban». El negocio fue posible porque Damián vendió una empresa de su propiedad.

De este modo, se hicieron con 200 hectáreas de las cuales solo 70 son aptas para el cultivo. Además, paralelamente, empezaron a plantar lavanda y lavandín, dos plantas que antaño se cultivaban, dado que «San Felices tiene el clima y la tierra apta para ello». «Muchas de las hectáreas que compramos son inservibles porque están en monte alto. La gente vendía lotes con tierras aptas y otras inaccesibles porque aquí no hay concentración parcelaria», explica Virginia, quien sostiene que la gente del pueblo estaba encantada de vender porque «no utilizaban la tierra ni la querían para nada».

Actualmente disponen de 30 hectáreas cultivadas, de las cuales más de la mitad son potencialmente productivas de tuber melanosporum. Si bien el negocio de la truficultura no les ha dado beneficio alguno, debido a que las encinas truferas son productivas a partir del décimo año, el cultivo de la lavanda y el lavandín sí es un negocio rentable a corto plazo, según sus promotores.

El pasado año, lograron poner en el mercado 600 kilos de esencia pura de ambas plantas, de cuya comercialización se encarga, principalmente, cuatro empresas de España que después la venden a grandes empresas cosméticas y a factorías que las utilizan como conservantes alimentarios.

La cosecha de lavanda y lavandín se realiza a finales de julio aproximadamente. Virginia detalla que el cultivo ecológico de plantas aromáticas requiere recolectar la flor y depositarla en un remolque de acero inoxidable, que posteriormente se cerrará herméticamente para enchufarlo a un horno que le dará el calor suficiente para generar vapor. El mismo, pasa por un serpentín para su enfriamiento, proceso que permite separar el agua del aceite. «Nos quedamos con el aceite que es la esencia y el agua la reutilizamos para el circuito. El cultivo de plantas aromáticas es mucho más rentable que el cultivo de cereal», precisa.

Los promotores han apostado por explotar los productos endógenos y respetar el medio ambiente en todas sus vertientes. De este modo, el hotel rural Las Abadías se abastece de calefacción por geotermia, que utiliza la inercia del subsuelo para calentar el agua , con el fin de ahorrar costes y espacio.

Esta pareja ha llegado a San Felices con ganas ya no solo de buscarse una forma de vida rentable sino de generar empleo. Actualmente tienen contratadas a dos personas y ofrecen su destilería a todos aquellos que apuesten por el cultivo de plantas aromáticas.

Su proyecto ha requerido una inversión de un millón de euros. Las principales «dificultades, pegas y trabas» que se ha encontrado la pareja han llegado por parte de la Administración, quien «ralentiza por medio de la burocracia la puesta en funcionamiento del establecimiento».

De momento, Virginia no echa de menos la gran urbe. Las nuevas tecnologías le ayudan a sentirse cerca de los suyos. Afirma que su hijo es el «tipo más feliz del mundo viviendo en un pueblo, donde deja volar su imaginación y tiene todo lo que la tierra puede darle».

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