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La Gran Vía de Madrid con la escultura del dios Atlas en lo alto de la azotea del hotel NH Collection. Isabel Permuy
Terrazas y azoteas para después del coronavirus

Terrazas y azoteas para después del coronavirus

Los arquitectos reclaman normas menos rígidas para recuperar minipulmones verdes y habilitar zonas comunes en edificios que combinen lo habitacional y lo laboral

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Sábado, 23 de mayo 2020, 00:22

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Flexible. Así debe ser la arquitectura y el urbanismo en la era post-covid. Con viviendas habitables que permitan teletrabajar y ciudades más amables y verdes que cambien la escala macro por la micro y recuperen entornos de proximidad. Serán los probables cambios que acelere la crisis del coronavirus, como otras enfermedades lo hicieron antes. El pánico a la tuberculosis cambió hace un siglo la morfología de hospitales y viviendas y la pandemia obligará a repensar formas y funciones en casas, calles, barrios, parques y espacios públicos y de trabajo.

El confinamiento ha evidenciado la necesidad de «humanizar» unos pisos diminutos y oscuros. «Esas microviviendas insanas, sin ventilación ni luz, a menudo sótanos, no deben estar en el mercado. Si logramos sacarlas, sería un beneficio inesperado de la crisis», plantea el urbanista y sociólogo José María Ezquiaga, exdecano del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM).

«Las epidemias de cólera trajeron los saneamientos y el agua potable corriente en el XIX, y la tuberculosis evidenció los beneficios del sol y el aire en el XX, pero esta crisis, más que a la vivienda afectará a la ciudad», asegura Ezquiaga. En la urbe post-covid «la proximidad será clave; pasaremos de lo macro a lo micro, del hipermercado a la tienda de barrio, del coche a caminar, y necesitaremos más aceras y espacios de expansión», plantea.

José María Ezquiaga: «Sacar las miniviviendas insanas del mercado sería un logro inesperado»

La desaparecida terraza debería brillar en unas viviendas modulables que alternen la función habitacional con la laboral «porque el teletrabajo está para quedarse», según Ezquiaga. «Con la tuberculosis la terraza llegó a los hospitales para tomar ese sol curativo, y de ahí pasó a la vivienda». «Era un regalo que no contaba en la edificabilidad, pero cuando los ayuntamientos las computaron, los promotores las suprimieron. Era un lujo y hoy una necesidad. Quienes las han cerrado se tiran de los pelos».

«La del covid es una crisis medioambiental y la presencia de naturaleza es una demanda insoslayable y un indicador de la calidad de vida», plantea Juan Herreros, arquitecto que pronostica cambios «positivos» y aboga por recuperar más espacios verdes y de mayor calidad. «Las normas favorecen hoy el cierre de las terrazas o no hacerlas. Los ayuntamientos las 'cobran' caras como edificabilidad y los promotores las evitan. Pedimos que no se cierren esos minipulmones, fragmentos verticales de naturaleza que contribuyen a la calidad del paisaje urbano», reclama.

Juan Herreros: «Necesitamos más espacios flexibles, verdes y de uso común en los edificios de viviendas»

«Para recuperar las terrazas ha de cambiar la normativa», coincide Paloma Sobrini, también exdecana del COAM y directora general de Arquitectura y Conservación del Patrimonio del Ayuntamiento madrileño. «Si computan como metros cuadrados de vivienda, es difícil que se pague el mismo precio por la terraza que por el salón», dice.

«El virus es transitorio y nos hará reflexionar, pero no cambiará todo de golpe. Habrá pequeños cambios, reclamados ya desde el sentido común y la sensatez y que quizá la crisis acelere», añade Carlos Lamela, al frente del histórico estudio Lamela. «Las ciudades tiene cientos de años de historia, han pasado por guerras, pandemias, y todo tipo de vicisitudes, y un virus que está apenas unos meses no las cambiará mucho. Nos reafirmará en lo que ya sabemos sobre cómo debe ser una ciudad saludable», asegura. Como sus colegas, cree Lamela que «nos arrepentiremos de haber cerrado las terrazas» y pide una norma «más flexible y ágil» para combinar el uso habitacional y el laboral.

Carlos Lamela: «El virus es transitorio, nos hará reflexionar pero no lo cambiará todo de golpe».

«En los edificios de viviendas necesitamos más espacios de uso común y azoteas verdes que permitan la expansión», reclama Herreros. Aboga por viviendas «en las que la intimidad sea un valor importante, pero con espacio para trabajar, lo que deberían tener ya». «Estamos hartos de ver cómo un crío hace los deberes en la cocina, y ahora con su madre trabajando al lado».

Revolución en las zonas comunes

«Hay que flexibilizar la normativa para que permita alternar usos y cambiarlos de manera más ágil. Es muy difícil mezclar oficinas, vivienda y actividad comercial, y más difícil modificarlos», lamenta Herreros. Sobrini reclama también cambios normativos de la tipología residencial. «El teletrabajo ha demostrado su eficacia y que la gente rinde, pero las viviendas no están preparadas», dice Sobrini, que aboga también por una «revolución» de las zonas comunes.

«Los espacios para el trabajo y el desahogo son necesarios, como hemos visto con el covid. Afecta a la normativa, a los planes generales y a los promotores. Y esto se llama metros cuadrados y dinero». «La vivienda del futuro buscará fórmulas que ya se dan en Europa, con unidades habitacionales menores y zonas comunes de trabajo, servicios y ocio, pero no tenemos esa posibilidad con nuestra normativa», lamenta la exdecana del COAM. «Habrá que dotar a las futuras viviendas de más estancias autónomas de teletrabajo, pero el problema son los metros cuadrados, y al final eso es dinero», coincide Lamela.

Otra crisis para un sector muy castigado

La crisis de 2008 fue tremebunda para los arquitectos, para la construcción y para el mercado inmobiliario. «Si el turismo tiró de España entonces, cuando se desplomó la construcción, ahora se invierte la situación y la construcción debe ser un motor que genere mucho empleo», plantea Paloma Sobrini.

Una apreciación que no comparte Carlos Lamela. «La construcción tiene un límite y lo sobrepasó con mucho antes del estallido de la burbuja en 2008. No podemos construir 600.000 viviendas al año. Es un disparate. El turismo es más flexible que la construcción, que no podrá tirar del carro económico como lo hizo el turismo en la pasada crisis», plantea el presiente del estudio Lamela, responsable del nuevo Centro Canalejas en Madrid o de la T4 de Barajas.

Herreos y Sobrini piden más concursos y compromiso de las administraciones. «Se habrán caído muchos proyectos, pero las Administración y la iniciativa privada se reactivarán», vaticina Sobrini. «La crisis del 2008 se llevó por delante una generación de arquitectos jóvenes, malogró una cantidad enorme de talento y rompió una cadena de conexión entre las generaciones de profesionales», lamenta Juan Herreros. «La crisis actual tendrá efectos muy parecidos, con el agravante de que no habrá concursos públicos y tendremos menos oportunidades. Los encargos tardarán en llegar y no hay quien aguante tantos meses con un estudio en hibernación. El Estado ha de ser consciente y facilitar concursos pequeños, medianos, grandes y gigantes» reclama Herreros, diseñador del Museo Munch de Oslo. «Debe confiar en que los arquitectos de este país pueden ayudar a levantarlo y construir una nueva cultura urbana. De no ser así, no veo fácil solución», plante Herreros, muy preocupado por los estudios de arquitectos jóvenes «que lo pasarán muy mal con esta crisis», y por la colaboración público-privada.

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