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Mediático. Carlos Magdalena transmite entusiasmo. Su libro, 'El mesías de las plantas', es un fenómeno editorial. R. C.
«Me obsesionan los nenúfares»

«Me obsesionan los nenúfares»

Carlos Magdalena salió de Gijón para convertirse en uno de los botánicos de referencia de los míticos Jardines de Kew. «No se puede entender a un inglés sin su jardín»

IRMA CUESTA

Valladolid

Jueves, 19 de julio 2018, 13:09

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Carlos Magdalena (Gijón, 1972), asegura que el mundo de la botánica comenzó a atraparle cuando aún era muy pequeño, aunque algo debió de ayudar que su madre, y sus abuelos, se ganaran la vida con una floristería. Eso, y haber crecido en Asturias, «un lugar con una fauna y una flora espectaculares». El caso es que a los catorce años ya había decidido hacerse botánico. Y, como en España no veía el modo de acceder a una formación académica que se ajustara a sus deseos, hizo las maletas y se instaló en Inglaterra pensando en aprender inglés, pero sin imaginar que, a la vuelta de un tiempo, se convertiría en un referente en el Real Jardín Botánico de Kew, una suerte templo del naturalismo.

– En 2001 hace la mochila y se instala en Londres.

– Me fui porque confiaba en que el inglés me abriera las puertas del mundo, pero también porque sabía de la increíble tradición británica por el naturalismo. Allí la jardinería es una especie de deporte nacional. No se puede entender a un inglés sin su jardín. Aquí la horticultura se identifica con algo campesino e inculto, incluso femenino. Allí ocurre todo lo contrario.

– Tuvo que servir muchas mesas antes de dedicarse a lo que realmente quería.

– El primer trabajo que encontré fue en un hotel, de camarero, aunque en poco tiempo me ascendieron a sumiller. Si cuentas con acento español y un poco de película cómo es un vino, resulta muy creíble. Además, algunos camareros no tenían ni idea y cualquier español con diez años ya sabe abrir una botella.

– Hasta que llegó el día en que entró de visita en Kew.

– Sí. Estaba haciendo mi particular periplo por la ciudad: Museo de Ciencias Naturales, zoo, Torre de Londres... cuando le tocó el turno a los jardines de Kew. ¡Increíble! Me dije: 'Aquí tengo que trabajar yo'. En cuanto llegué a casa mandé mi currículum, pero, como pasaba el tiempo y no me contestaban, un día me presenté allí y pedí hablar con el director. Le dije: 'Yo necesito trabajar en este lugar, pero este lugar también me necesita a mí'. Creo que mi osadía le sorprendió, porque me contestó: «Vale, comienza a trabajar como becario y ya veremos si realmente te necesitamos».

– Han pasado 16 años desde entonces y se ha convertido en una suerte de fenómeno mediático-botánico, al que entrevista el mismísimo David Attenborough, y además en la tierra que alumbró a Darwin. ¿Cómo se logra algo así?

– La pasión por conservar plantas al borde de la extinción está en cada molécula de mi cuerpo, seguro que eso ha ayudado. Pero es curioso que me haya convertido en alguien algo así como famoso. La realidad es que mi libro, 'El mesías de las plantas', ha tenido mucho impacto. Y no solo aquí, también en España.

–En Kew tienen nueve millones de especímenes de plantas secas y 70.000 especies de plantas.

– Sí, es que la botánica es inmensa. Es imposible aburrirse porque siempre hay un descubrimiento, y cuanto más sabes más te gusta. Piense que en el mundo, solo de margaritas, hay entre 20.000 y 25.000 especies.

Las manos del príncipe

–¿Cuál es su flor favorita?

–Todas son increíbles, cada una tiene un diseño súper exclusivo, pero quizá mi favorita sea el nenúfar. Tengo con ellos una especie de obsesión inmensa desde que era pequeño.

–Y como su trabajo y su libro le han llevado a recorrer el mundo, tendrá también un lugar especial...

–Muchos..., pero hay uno en Australia al que llegas después de cinco días de viaje a través de la sabana. Cuando lo haces encuentras un escenario impresionante, sembrado de los nenúfares más increíbles. Un espectáculo cuando se pone el sol; como dicen en Asturias, el acabose del empezose. O las noches en el desierto de Nazca (Perú), con plantas capaces de aguantar vivas a esa altura y donde estrellas fugaces inmensas cruzan el cielo a cada instante.

– Aplaudido por grandes naturalistas mundiales, ¿su vida seguirá ligada a Kew?

– Puede ser el momento de pensar en ello, porque hay ganas de hacer muchas cosas y quizá tengo más éxito del que me correspondería. En Kew me empiezan a decir que es mucho lío. Igual hay que cambiar de rol, pero nada está decidido.

– Oiga, ¿y cómo es en el 'tú a tú' el príncipe Carlos, con el que ha estado en más de una ocasión?

– Lo primero que te llama la atención al saludarle es que tiene manos fuertes y rudas; manos de alguien que las usa. Lo segundo es que esa imagen de persona volcada en la defensa de la naturaleza y lo natural, con un enorme interés por la botánica, es absolutamente genuina. No es una postura de cara a la galería. Al príncipe realmente le interesa todo lo relacionado con este mundo.

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