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Participantes en el Festival Internacional del Circo de China. Zigor, Aldama

Más difícil cada día

La localidad china de Zhuhai celebra el Festival Internacional del Circo, una cita que refleja la gran evolución y las diferencias geográficas de este arte milenario

zigor aldama

Sábado, 23 de noviembre 2019, 08:21

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La pequeña Ranran se ha quedado con la boca abierta y los ojos como platos. Está tan concentrada que ni siquiera parpadea. No es para menos. Frente a ella está desfilando un grupo de superhéroes de carne y hueso que no tienen nada que envidiar a los del universo Marvel. Son seres que tienen la figura de mujeres y de hombres, pero capaces de llevar sus cuerpos a límites sobrehumanos. A veces vuelan como si sus brazos fuesen alas, otras se contorsionan como muñecos de goma hasta convertirse en arácnidos que ponen la piel de gallina.

Son los más de 200 competidores de la sexta edición del Festival Internacional del Circo de China, una cita espectacular organizada en colaboración con el Festival de Montecarlo. El evento, que se inauguró el pasado día 16 y concluye este sábado, 23 de noviembre, con una ceremonia de clausura y la entrega de premios, reúne a equipos de 22 países bajo la impresionante cúpula del colorido Teatro Chimelong, con capacidad para 6.700 espectadores.

Las instalaciones se inauguraron el pasado mes de julio y están equipadas con los últimos avances tecnológicos. Su sonido envolvente y los complejos sistemas de luz y de láser que iluminan el escenario son los mejores complementos para dos docenas de números circenses clasificados en diferentes categorías que arrancan suspiros de alivio, gritos de sorpresa y ensordecedoras ovaciones. Son las Olimpiadas de un popular entretenimiento de masas que ha evolucionado hasta convertirse en un arte refinado.

Números que se sucedieron en el certamen. Zigor Aldama
Imagen principal - Números que se sucedieron en el certamen.
Imagen secundaria 1 - Números que se sucedieron en el certamen.
Imagen secundaria 2 - Números que se sucedieron en el certamen.

«La verdad es que nos esperábamos algo mucho menos sofisticado. Teníamos la idea de que el circo es un poco cutre. Y nos ha maravillado el espectáculo porque es una combinación de danza –una pareja incluso baila un tango mientras muestra su destreza con las mazas de malabarista–, de música y teatro. Nunca habíamos visto algo parecido», comenta el padre de Ranran, apellidado Peng. A su lado, su mujer, Lin Wei, reconoce con una sonrisa azorada que también disfruta con los cuerpos esculturales de trapecistas y acróbatas de todo el mundo. «Me ha sorprendido que haya números bastante 'sexis'», ríe.

Sin duda, en un país donde el desnudo y el erotismo todavía no han escapado del terreno de lo tabú, sorprenden números como el alemán 'Perspectivas', con una pareja volando ligera de ropa y en actitud sensual. También choca la puesta en escena, más propia de una película de terror, del dúo de contorsionistas canadienses que interpreta 'Symbiosis', en la que un hombre y una mujer se convierten en arañas con espeluznantes ojos blancos. Ranran incluso se tapa los ojos.

Trapecistas, en el festival. Zigor Aldama

Un reclamo turístico

La competición circense, que se celebra anualmente, es una de las grandes apuestas de Zhuhai para convertir esta ciudad de la provincia sureña de Guangdong en un centro turístico internacional que se beneficie del flujo de visitantes atraídos por los encantos de la vecina Macao.

No en vano, quienes acudan a la excolonia portuguesa, que hace ya tiempo superó a Las Vegas como el principal centro del juego mundial, pueden cruzar andando a Zhuhai y recorrer la ciudad sin visado durante tres días.

El festival se enmarca también en el ambicioso proyecto de integración regional que China ha puesto en marcha en las inmediaciones del delta del Río Perla con el fin de crear una nueva zona de innovación en la que participen Hong Kong y otras ocho ciudades de la provincia.

A esta niña de ocho años le gustan más las piruetas aéreas de los trapecistas, que dejan a los espectadores con el corazón en un puño –alguna acaba en la red de protección–, y la delicadeza de la ucraniana Maria Shevchenko en su 'Seda aérea', un espectáculo en el que sobrevuela el escenario con la única ayuda de dos cuerdas, sin ningún tipo de medida de seguridad y en perfecta sincronía con luz y sonido. Más tarde, el grupo de suecos y holandeses que han creado 'Scandinavian boards' se impulsa hasta una altura de más de diez metros utilizando tres balancines y logra crear figuras impresionantes en el aire. Los ucranianos de 'Bikers' echan mano de música tecno para saltar a la comba sobre gruesas cadenas metálicas sentados en gigantescos neumáticos.

Tradición y vanguardia

Ante tanta vanguardia, China hace de contrapunto. La cuna de la acrobacia, cuya historia se remonta más de tres mil años, apuesta por lo tradicional y muestra su hegemonía en los números que requieren una coordinación perfecta entre los integrantes del nutrido grupo de artistas que alumbra formaciones en equilibrio imposible. Ataviados con ropajes centenarios, una treintena de personas crean torres que recuerdan a los 'castells' catalanes, salvo por el hecho de que los acróbatas están boca abajo y dibujan figuras curiosas con un toque cómico que son recibidas con andanadas de aplausos.

Un espectáculo de color. Zigor Aldama

El festival es una montaña rusa de emociones, porque al miedo le sigue la risa que provocan los sofisticados payasos de 'Comical duos'. Alejados del estereotipo de histriónicos perdedores con narices rojas postizas, cuentan una historia en la que magia, acrobacia y comedia se funden a la perfección. Son rusos, pero hablan un lenguaje tan universal que Ranran rompe en carcajadas cada pocos segundos. Y cuando el espectáculo acaba, dos horas y media después de haber arrancado con una pequeña ceremonia de abanderados similar a la de los Juegos Olímpicos, la pequeña no quiere moverse del asiento. «¿Podemos volver mañana?», implora.

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