¿Por qué se contagian los bostezos?
La empatía responde a este fenómeno aunque varios estudios científicos han comprobado otros motivos
Aunque no estemos cansados o aburridos, si vemos a alguien bostezar parece casi imposible evitar imitar este gesto. Se trata de una reacción muy común que todos hemos experimentado en alguna ocasión pero, ¿por qué los bostezos se contagian? La revista científica Plos One publicada por la Public Library of Science de Estados Unidos se ha encargado de responder a esta pregunta.
Si bien está comprobado que la capacidad de bostezar de forma espontánea comieza en el útero a las 20 semanas de gestación, el contagio de este fenómeno que surge en situaciones de cansancio o de aburrimiento no aparece hasta la infancia. Desde ese momento, son varios los motivos que explican la razón por la que incoscientemente, imitamos esta acción. El estudio de Plos One afirma que «aspectos empáticos como el reconocimiento de la cara» además de tener la capacidad para entender y ponernos en el lugar de la otra persona provocan que repitamos gestos como los bostezos. De hecho, está comprobado que pacientes con trastorno del espectro autista o esquizofrenia, ambos con problemas de resonancia social, «demuestran una reducción de los bostezos contagiosos».
Para asegurse de que la empatía es una de las razones que explica este fenómeno, se realizó un experimento con chimpancés, animales que muestran unos niveles muy similares de empatía que los humanos. Dicho experimento comprobó que «los primates de la misma familia se contagiaban más fácilemente los bostezos» frente a aquellos que pertenecían a grupos diferentes con los que se mostraban más distantes y desconfiados.
Otras razones que explican el contagio de bostezos
No obstante, la empatía no es la única razón por la que se contagian los bostezos. De hecho, en un estudio que realizaron con 328 individuos, los investigadores no pudieron confirmar que la razón de los bostezos fuese única y exclusivamente por la empatía. En este caso, encontraron en la edad de las personas otro motivo para explicar esta acción. Esto se debe a que para este experimento, se observó que los participantes jóvenes eran más proclives a bostezar mientras que aquellos que superaban los 40 años apenas lo hicieron o bien no fue provocado por otras personas de su entorno. Si bien los resultados de esta prueba no explicaron el motivo por el que los más jóvenes son capaces de contagiar un mayor número bostezos que los adultos, si se comprobó que la empatía no es la única razón por la que se produce este fenómeno.
Noticias Relacionadas
¿Por qué a algunas personas les pican más los mosquitos que a otras?
¿Por qué nos despertamos antes de que suene el despertador?
Las profesiones más y menos demandadas en el futuro
Otro estudio de la Universidad de Nottingham encontró a través de un experimento una razón diferente que explica los bostezos contagiosos. En este caso, 36 adultos tenían que ver vídeos de personas bostezando constantemente. Después, contabilizaron todos los bostezos incluidos los reprimidos. Finalmente, los científicos utilizaron técnicas de estimulación magnética transcraneal (procedimiento no invasivo que utiliza campos magnéticos para estimular las células nerviosas en el cerebro) y se comprobó que a través de la estimulación eléctrica se pueden contagiar los bostezos.
Este tipo de procedimiento se lleva a cabo sobre todo para estimular los músculos débiles o paralizados ayudando a aumentar la fuerza muscular y la amplitud de movimientos. Tras someter a las personas del estudio a este proceso, se confirmó que existe una mayor capacidad tanto para bostezar como para contagiar a otras personas sometidas a estos estímulos además de asegurar que la capacidad para resistir a los contagios es limitada.
Ya sea por la empatía que tenemos hacia otras personas, por la edad o simplemente por exprimentar sensaciones similares a las personas de nuestro alrededor como pueden ser el cansancio o el aburrimiento, los bostezos se contagian en mayor o menor medida y de alguna forma, se ha convertido en un gesto de familiaridad con aquellos que nos rodean.